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La 'medicina' de Trump y sus efectos secundarios, ¿un problema no previsto?

El pasado lunes, dos días antes de dar marcha atrás en su equivocada política de la “guerra en solitario contra todos”, Donald Trump comparaba los aranceles con una medicina que hay que tomar para curar la enfermedad (“sometimes you have to take medicin to fix something”). Trump intentaba así calmar a los inversores y parar el desplome bursátil que siguió a su teatral anuncio de aranceles del 2 de abril, el llamado “Día de la Liberación”.

Tal vez Trump, a la hora de utilizar el símil de la medicina, debería haber recordado también que, como decía Paracelso, en la dosis está el veneno
. Porque probablemente, aunque sea cierto que para Estados Unidos es un problema absorber entre el 40% y el 50% del superávit comercial del resto del mundo y, aunque diéramos por bueno (lo cual es discutible) que los aranceles sean una medicina apropiada para solucionar ese problema, lo que no parece una buena idea es disparar contra todos a la vez de forma desordenada, sean amigos o enemigos, y sea cual sea su disposición a sentarse y tratar de buscar una solución conjunta al problema. Por no hablar de las formas, totalmente impropias de quien pretende encarnar el liderazgo mundial.

Con una idea un tanto “naif”, equivocada y agresiva de cómo funciona el comercio internacional, Trump ha visto en los aranceles una especie de fórmula “mágica” para
resolver los dos problemas de la economía norteamericana. Por un lado, en su opinión, los aranceles permitirán a Estados Unidos recaudar dinero para aliviar el déficit y la deuda pública. Por otro, equilibrarán, según Trump, la balanza comercial, al limitar las importaciones. La idea es contradictoria en sí misma porque si los aranceles funcionan para contraer el comercio, no tendrán un gran impacto recaudatorio, al disminuir notablemente las importaciones. Y si no consiguen reducir las importaciones sí recaudarán más dinero para las arcas públicas, pero al precio de estancar la economía y disparar la inflación y los tipos de interés. La estanflación estaría servida.

La medicina es, por tanto, dudosa, y debería haberse aplicado con mayor prudencia,
poniendo foco en algunas economías, sobre todo China, que parece estar actuando con reglas de juego asimétricas en el comercio global. Ese es el mensaje que los mercados financieros lanzaron de inmediato a Trump tras el famoso anuncio del 2 de abril. Las bolsas americanas protagonizaron cuatro sesiones seguidas de caídas, y el tipo de interés del bono del Tesoro americano a diez años se disparó por encima del 4,5% y el del bono a 30 años casi llega al 5%, algo no visto hacía mucho tiempo. El dólar, por su lado, aceleró tras el 2 de abril la tendencia bajista que ya había iniciado a mediados de enero, coincidiendo precisamente con las fechas en las que tomó posesión Trump.

Aunque Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, pretendieron convencer al mundo de que la estrepitosa caída de las bolsas no les alteraba
en absoluto, ya que afectaba solo a los “financieros” de Wall Street, y no a la gente de la calle, la realidad es que el desaire de las bolsas era bastante molesto para alguien como Trump, que siempre ha alardeado de que el mundo financiero le respalda y le aplaude. Y lo que probablemente era todavía más insoportable para Trump y su equipo es que los dos activos más emblemáticos de Estados Unidos y que, además, siempre han sido vistos como “refugio” en situaciones de incertidumbre, el dólar y los bonos del Tesoro americano, se tambaleasen en respuesta a los aranceles.

Era cuestión de tiempo que Trump rectificase y lo hizo más bien pronto, el miércoles 9 de abril,
dando lugar a un fuerte rebote en las bolsas (Nasdaq +12,1% en la sesión, S&P +9,5% Dow Jones +7,9%). Gracias a esa reacción los índices americanos han logrado cerrar la semana con ganancias interesantes, del 7,3% para el Nasdaq, del 5,7% para el S&P y del 5% para el Dow Jones, en una semana salvaje que pasará sin duda a la historia de Wall Street por sus movimientos extremos intradiarios. Las bolsas europeas también reaccionaron al alza tras el giro de Trump, sin embargo, no han logrado cerrar la semana en positivo. El Eurostoxx ha caído un 1,9%, el Dax un 1,3% y nuestro Ibex un 1,1%.

Pero esa aparente vuelta a la normalidad de las bolsas tras la “marcha atrás” de Trump no puede ser interpretada, lamentablemente, como una superación definitiva de la crisis
de los aranceles. Si miramos al dólar y a los bonos del Tesoro a largo plazo, la realidad es que en ambos casos tras un brevísimo “rally” de alivio el pasado miércoles después de publicarse la decisión de Trump, han vuelto a sus niveles previos a esa decisión. El dólar cerró el viernes en 1,14 dólares por euro y el T bond en un tipo cercano al 4,5%.

Lo que nos están indicando, a nuestro juicio, el dólar y los bonos del Tesoro es que hay un claro “efecto secundario” muy nocivo de esa medicina
que Trump ha pretendido aplicar a su economía y ese efecto secundario se resume en una palabra: la “desconfianza” en Estados Unidos y en el liderazgo de Trump. El problema de fondo es la quiebra de la confianza del mundo en Estados Unidos y es un problema muy grave porque, como decíamos la semana pasada, Estados Unidos es la primera potencia global y, nos guste o no, no hay hoy por hoy candidatos a sustituirla, y la orfandad no es una situación deseable ni posible en un mundo tan complejo como el que nos está tocando vivir.

Por eso, el saldo final de la semana
, aunque se haya cerrado en positivo para las bolsas americanas, no es tranquilizador, porque destila un poso de desconfianza en lo que pueda pasar en el futuro en Estados Unidos y, en consecuencia, en el mundo en general. Y obviamente ante esa desconfianza no basta con dar un periodo de noventa días para negociar los aranceles. Una auténtica rectificación debería revisar a fondo todas las contradicciones intrínsecas del “trumpismo”. No se puede querer a la vez un dólar que sea moneda de reserva y un dólar devaluado que dé ventaja comercial. No se puede querer aranceles indiscriminados para todo el mundo y que las empresas que exporten a Estados Unidos carguen con todo el ajuste para que Estados Unidos pueda recaudar más y arreglar el problema de la deuda pública, sin que, además, haya inflación y así la Fed pueda bajar los tipos de interés. Ese escenario es ficticio y es un error no conocer tus propias limitaciones y sentirte todopoderoso ignorando tus debilidades.

Tal vez por eso, las bolsas se han parado un poco tras el “rally” del miércoles y han sido relativamente indiferentes a algunas buenas noticias
como la inflación de marzo en Estados Unidos, que fue buena tanto en el IPC (2,4% y subyacente 2,8%) como en los precios industriales (PPI), o como los primeros resultados empresariales publicados, que ha sido también buenos. JP Morgan subió un 4% el viernes, pero, de hecho, la reacción ante los resultados de Morgan Stanley y Wells Fargo fue bastante más tibia y en el ambiente pesaron más las cautelosas palabras del presidente de JP Morgan, Jamie Dimon, alertando de los riesgos de recesión en Estados Unidos. El S&P, el Nasdaq y el Dow siguen por debajo de donde estaban el 2 de abril antes de que Trump anunciase los aranceles.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, expuso en su nominación que el objetivo era lograr un 3%-3%-3%,
refiriéndose a crecimiento económico, rentabilidad del bono a 10 años y déficit fiscal en % de PIB, pero ese objetivo de momentos se aleja y vamos más bien a un PIB del primer trimestre que puede ser incluso negativo, a un T bond por encima del 4% y a un déficit superior al 3%.

Ante esta situación la Fed ya ha empezado a cambiar el discurso
. El pasado viernes, después de las reiteradas declaraciones del presidente de la Reserva Federal en las que se había limitado a señalar que el órdago proteccionista supondrá menos crecimiento e inflación más alta, ahora la responsable de la institución en Boston, Susan Collins, confirma al Financial Times que “estarían absolutamente preparados” para ayudar a los mercados financieros si la situación se descontrolase. Declaraciones que impulsaron a las bolsas americanas en la sesión de cierre semanal.

Esta semana continuarán los resultados empresariales, con grandes bancos y compañías como Goldman Sachs, Citigroup, Bank of America, Netflix y Johnson & Johnson, entre otros, presentando sus cifras, y se publican, además, las ventas minoristas de marzo en Estados Unidos que nos indicarán o no si la desconfianza frente al “trumpismo” ha llegado a los consumidores. En Europa, el BCE se reúne el jueves y previsiblemente bajará los tipos otro cuarto de punto.

El S&P ha rebotado, como pensábamos la semana pasada, en el nivel de 4.800 puntos, y se encamina hacia los 5.500. Pero lo más probable a nuestro juicio es que los mínimos del año no los hayamos visto todavía, y no los veamos mientras no haya claridad sobre el nuevo acuerdo global. En ese escenario, las bolsas seguirán muy sensibles a las sucesivas y cambiantes decisiones de Trump y su equipo, aunque de momento el primer soporte de los 4.800 puntos del S&P haya funcionado.

Lo que cabe desear es que el ajuste sea ordenado sin entrar de nuevo en movimientos tan extremos como los de las últimas sesiones.



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