Los términos “verano” y “convulsión bursátil” son percibidos casi cómo sinónimos, especialmente, durante los últimos años.
En el verano de 2007 trascendían por primera vez los problemas de las hipotecas subprime en EE. UU., que a la postre fueron la correa de transmisión desde la burbuja hacia la mayor crisis económica en 70 años. En el verano de 2008, ya iniciada la recesión, la cotización del petróleo se acercó a los 150 $ por barril, lo que se convirtió en el principal temor de los mercados, mientras se gestaba la quiebra de Lehman Brothers en septiembre, y el hundimiento de las bolsas del 40% durante los meses posteriores. En marzo de 2009 se produjo el punto de inflexión, generándose el mayor rebote de la historia en Wall Street, que prosiguió durante aquel verano, cuando los grandes inversores institucionales compraron decididamente al calor de la primera ronda de inyecciones monetarias de la FED.
En 2010, acabada la primera ronda de estímulos, las bolsas cayeron con claridad entre mayo y septiembre; hasta que Bernanke anunció el QE2. Fue en mayo cuando tuvo lugar el primer rescate de Grecia. El foco de atención de los inversores se deslizó hacia los problemas de sostenibilidad de la deuda periférica europea, situación que aun nos persigue.
Un año más tarde, entre finales de julio y principios de agosto de 2011, se reprodujeron las caídas de doble dígito, después de que el Congreso americano fuese incapaz de ponerse de acuerdo para elevar el techo de deuda del país, y S&P retirase por primera vez la AAA al rating de la deuda de EE. UU. En Europa, las negociaciones sobre el segundo rescate de Grecia no hacían sino aumentar los temores nacidos un año antes, ya sobre-alimentados con los rescates de Irlanda y Portugal.
Pero, sin duda, el récord de histeria se alcanzó durante el verano pasado, cuando los mercados cotizaban con gran intensidad la posible ruptura del Euro, ante las especulaciones de rescates masivos a España e Italia, que no podrían sufragarse de ninguna manera, y la pasividad del BCE, hasta que Mario Draghi aseguró que “haría todo lo necesario para salvar al Euro”.
Sin embargo, las últimas semanas están rompiendo las estadísticas estivales previas. Las bolsas se deslizan por los números verdes, con movimientos suaves, pero definidos. Básicamente, estamos en una extensión del movimiento principal, marcado por una clara inercia alcista constituida por las inyecciones monetarias de la FED (la acción verbal de Bernanke asegurando la continuidad de los estímulos ha sido decisiva), y una percepción a la baja de los riesgos asociados a la periferia europea. Esa es la diferencia con los seis veranos anteriores: en ninguno se dio esta doble circunstancia (a excepción del 2009), que está favoreciendo especialmente al Ibex 35. El selectivo español escala un 10% en las últimas tres semanas, sumando 670 puntos más que el Dax de Fráncfort en este tiempo. Todo ello, en ausencia de novedades, casi siempre negativas en verano.