Segunda semana consecutiva de fuertes caídas en las Bolsas. Si la semana pasada los descensos alcanzaron en Europa cifras de entre un 3 y un 4%, en esta ocasión, las caídas suponen entre un 4 y un 6%.
Agrupando el retroceso iniciado el 11 de agosto (con la primera devaluación del Yuan), estamos ante la mayor corrección en los principales índices europeos desde octubre del año pasado. Selectivos como el DAX o el CAC, registran la mayor sobreventa de todo el ejercicio; otros como el Eurostoxx 50, están sobrevendidos a niveles similares a los peores momentos de la crisis del Euro, en el 2012.
Las fuertes bajadas provocadas por las negociaciones entre Grecia y sus acreedores, que golpearon a los mercados con dos latigazos (finales de mayo y principios de junio, y finales de junio y principios de julio), generaron dos impulsos bajistas de menor cuantía que el actual (entre un 7 y un 8%).
El responsable principal (casi exclusivo) de este gran desplome de las Bolsas europeas es China, a través de distintas vías.
La Bolsa de Shangai ha vuelto a dejarse hoy más de un 4%, dejando su balance semanal en pérdidas del 11,5%. Con la fuerte correlación contemporánea entre las bolsas europeas y las chinas, se explica gran parte de lo que está sucediendo.
Además, los datos macroeconómicos siguen siendo negativos en el país. Hoy se ha publicado un dato del PMI de Manufacturas de China en agosto que ha quedado en 47,1, el mínimo de los últimos seis años.
Wall Street tuvo ayer la peor sesión de 2015. Las Bolsas americanas, que se han mostrado muchísimo más tranquilas en las dos últimas semanas por la depreciación del Yuan, están acusando especialmente la bajada del petróleo, en mínimos anuales, tras caer cerca del 12% en lo que llevamos de mes. Además, el descenso de las materias primas, y la preocupación por la economía china, están afectando negativamente al Dólar, bajo la idea de que la FED retrasará la fecha de la subida de tipos. Por tanto, el Euro se ha apreciado en el mercado, acercándose a zonas de 1,13, lo que no hace sino castigar adicionalmente a los sectores exportadores europeos.
Más allá de los desequilibrios y las tensiones que aparecen en las finanzas chinas, lo que realmente temen los inversores es que el país desacelere significativamente su crecimiento. Si China pasase de crecer a ritmos del 7,5% a hacerlo a ritmos del 4 o 5%, el efecto sobre la economía mundial sería similar a si EE.UU. entrase en recesión. Y las dudas que existen sobre el futuro a corto y medio plazo de la economía china no han hecho sino agrandarse notablemente a raíz de lo sucedido en las últimas semanas, con el estallido de la burbuja en la Bolsa, el empeoramiento de los datos macroeconómicos y la batería de medidas tomadas por las Instituciones del país, incluyendo la depreciación de la divisa. Esta preocupación, evanescente y vaporosa, está haciendo que, por ejemplo, los inversores europeos se olviden de las inyecciones del BCE, que en abril llegaron a ser celebradas con precios un 20% por encima d elso actuales.
La dimisión de Tsipras en Grecia y la convocatoria de elecciones anticipadas, ejercen una preocupación adicional, pero muy marginal en comparación con el asunto chino.
En los últimos tiempos, tras impulsos correctivos tan acusados como el actual, han aparecido fuertes rebotes. Es probable que estemos ante un escenario similar en el ámbito técnico.
Pero falta porque se produzca la chispa que lo haga posible, y que tiene que venir de China, en concreto, del comportamiento de sus mercados.