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Es difícil ver un mercado en que todo sube y nada baja, al que no le importa el precio del petroleo, los malos datos de inflación y la ralentización económica, pero al final siempre las cosas vuelven a su sitio. El remedio, bajada de tipos, no puede ser el virus del que hemos enfermado, llámese falta de ahorro, apalancamiento, crédito o burbuja. Si todo sale bien, lo máximo que podemos conseguir es un descenso ordenado de la actividad económica, mientras que la situación peor puede encaminarnos a una recesión de la que nadie quiere oír hablar y de la que nos salvan los hasta ayer denominados países emergentes, hoy salvadores de la patria.

En el mercado se puede aprovechar el rebote de fin de año para ir deshaciendo cartera sobre todo de las acciones con más beta o volátiles (bancos, seguros, cíclicos o empresas pequeñas) y concentrarse en telecos, bebidas y utilities.

La disminución de tipos conlleva un mayor apetito de riesgo y los valores que peor lo han hecho este año, financieros y pequeñas empresas, pueden tener un tiros relativamente fuerte.
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