Los expertos, conocedores y estudiosos en cualquier rama del conocimiento son presa de los mismos sesgos cognitivos y arrebatos emocionales que el resto de las personas de a pie sufrimos. El saber (o aparentar) mucho acerca de un tema no necesariamente implica que entiendan otros temas relacionados pero fuera de su esfera de competencia. De hecho muchas veces ni siquiera existe la humildad científica necesaria para aceptar que no entendemos lo suficiente sobre algo de lo que supuestamente sabemos mucho.[1]
Las credenciales académicas, títulos nobiliarios, años de experiencia o buena dialéctica no nos hacen inmunes a los errores heurísticos ni a los prejuicios e ideas preconcebidas, ni tampoco nos librarán de caer en incentivos perversos. Todos, en mayor o menor medida, tenemos la tendencia al sesgo de confirmación, al de sobre-confianza, al de superioridad moral, al de disponibilidad, al de representatividad, etc.
Todo esto no quiere decir que descartemos y desechemos las opiniones de los expertos o que la opinión de un ciudadano de a pie (o blogger como yo) al azar sea más válida o más cierta. El punto es utilizar las opiniones de los expertos de una forma más efectiva que disminuya los sesgos inherentes de sus proceso individuales. El mismo rigor con el que evaluamos datos y hechos, es el mismo rigor con el que debemos evaluar las opiniones y consejos, y no sólo las de los expertos, sino también las nuestras.
Como ya sabéis, yo carezco de creatividad y originalidad, así que las siguientes sugerencias las he cogido (traducido libremente y añadido de mi cosecha) de un genial artículo de la revista Nature.
1.- Usar grupos. Las estimaciones de un grupo diverso y estructurado de expertos suele tener mejor desempeño que la de individuos de forma aislada o la de un grupo que no esté estructurado de forma diversa. Por más que tengamos un ídolo o ejemplo a seguir, debemos ponderar las opiniones de varios expertos en lugar de coger la que más se alinea a nuestros intereses y exponerla como verdad absoluta.
2.- Escoge a los miembros del grupo cuidadosamente. La experticia o habilidades disminuyen dramáticamente cuando el individuo trata con áreas fuera de su especialización o experiencia. Que alguien haya sido exitoso o sepa mucho de un ámbito no significa que será exitoso o entienda todos los demás. Ni tampoco alguien que tuvo razón en el pasado la tendrá siempre en el futuro. Hay que revisar el historial de opiniones y ver cómo reaccionó cuando dichas opiniones estuvieron erradas. No hay que obsesionarnos sólo con los aciertos, estos se cuidan por sí solos; hay que fijarnos en los desaciertos porque es ahí donde podemos evaluar la calidad de la opinión, la integridad y flexibilidad mental de quien la dio. Además habría que dar preferencia a quienes hacen explícitos sus sesgos, incentivos, supuestos, advertencias y aceptan que existe una incertidumbre científica y que por lo tanto sus conclusiones deberían ser expresadas en términos de probabilidades en lugar de certezas.
3.- Que no te cautive la fama. La edad, el número de publicaciones, las cualificaciones técnicas, los años de experiencia, las membresías a organizaciones y la aparente imparcialidad no explican la habilidad de los expertos para estimar cantidades desconocidas o predecir eventos. Aunque las credenciales, experiencia y estudios pudiesen ser un requisito necesario, no son suficientes para garantizar una opinión correcta y 100% racional. Ni viceversa.
4.- Evita la homogeneidad. Grupos diversos tienden a generar juicios más certeros. Esto es una aplicación más de nuestra conocida amiga La Diversificación. Si sólo leemos opiniones que coincidan con la nuestra o que claramente tienen un sesgo ideológico o son partidarios de una corriente o están convencidos de que su método o filosofía es la correcta o tienen la inclinación a utilizar un mismo modelo para explicar todo o creen que su grupo posee cierta superioridad moral, entonces sólo nos estamos osificando y cerrando mentalmente. Esto hará que sea más difícil reconocer nuestros sesgos, ya ni hablar de combatirlos. Leer y tratar de entender opiniones dispares y variadas con las que nos sintamos incómodos y en desacuerdo no sólo temperará nuestra tendencia innata a polarizar las situaciones y cargarlas de emociones, sino que también abrirá nuestra mente a más alternativas y tonalidades de gris y así podremos enfrentar o analizar el problema desde perspectivas que antes ni siquiera sabíamos que existían. Recordad que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo, por lo tanto entre más opiniones diversas leamos los límites de nuestro mundo se expanden.
5.- Que no te intimiden. Generalmente los expertos con opiniones concluyentes que no admiten duda y que hacen declaraciones contundentes y tajantes son quienes peores juicios tienden a hacer. Aun así, ellos son quienes más público suelen tener porque precisamente apelan a nuestra necesidad de certidumbre y precisión. En cambio las personas que suenan menos seguras de sí mismas y que incorporan información de fuentes diversas tienden a hacer mejores juicios.
6.- Pondera las Opiniones. Hay que poner aprueba el desempeño de los expertos. Aparte de lo mencionado en el punto 2, a mí me gusta hacer cinco preguntas básicas que creo nos pueden ayudar a discernir la calidad de la opinión del experto y su proceso de pensamiento[2], así como para guardar distancia de los fanáticos, dogmáticos y radicales. Las peguntas son las siguientes: (i) ¿existe la posibilidad de lo que piensas y crees esté mal?; (ii) ¿Eres capaz de reírte y burlarte de ti mismo y de tus ideas y creencias?; (iii) ¿Crees que pueda existir una idea o creencia mejor que la tuya?; (iv) ¿Crees que tu argumento o tú persona tiene superioridad moral o intelectual?; (v) ¿Crees que existe la posibilidad de que realmente no entiendas tan bien la complejidad del problema y cómo todas las variables se relacionan?
7.- Retroalimentación. La retroalimentación y la crítica son importantísimas para mejorar el desempeño, no sólo de los expertos sino de casi cualquier cosa en la vida. Por esto creo que es interesante ver la reacción y aceptación de los expertos a la crítica (y hasta de uno mismo). En mi humilde opinión, no se deberían centrar demasiado en el crítico ni en la crítica sino más bien en lo criticado y reexaminarlo y desafiarlo ellos mismos las veces que sea necesario.
Experts must be tested, their bias minimized, their accuracy improved, and their estimates validated with independent evidence. That is, experts should be held accountable for their opinions., William J. Sutherland & Mark Burgman (15oct15)
NOTAS:
[1]El mejor ejemplo de esta humildad científica es Feynman y la siguiente anécdota es genial: ―Richard Feynman, the late Nobel Laureate in physics, was once asked by a Caltech faculty member to explain why spin one-half particles obey Fermi Dirac statistics. Rising to the challenge, he said, "I'll prepare a freshman lecture on it." But a few days later he told the faculty member, "You know, I couldn't do it. I couldn't reduce it to the freshman level. That means we really don't understand it."― Fuente: https://en.wikiquote.org/wiki/Talk:Richard_Feynman
[2]Cuidado, la calidad de la opinión no es lo mismo a la calidad de la persona.