Tener tecnología disruptiva y que vaya a beneficiar a toda la humanidad no necesariamente se traducirá en un Moat para la Empresa ni tampoco en buenos rendimientos para el accionista.
Todo dependerá de muchas variables, entre ellas:
- Qué tan fragmentado está el mercado
- Qué tanta familiaridad o rechazo existe por parte de la sociedad
- Por cuánto tiempo darán patadas de ahogado aquellos que defienden el estatus quo.
- De los intereses protegidos y rémoras que viven y sacan provecho del estatus quo.
- De la tasa de adopción, el potencial de crecimiento de márgenes y ventas, y su curva de mejoramiento.
- Si la empresa sabe o puede explotar dicha tecnología.
- Que exista el contexto necesario y condiciones suficientes (y hasta un poco de suerte) para que dicha tecnología sea apoyada, adoptada con fuerza y convicción y despegue.
- Qué tan fácil es mejorar o copiar dicha tecnología, y qué tan fácil es que los competidores entren a mi mercado.
A Kodak le pasó algo similar cuando Steven Sasson inventó la primer cámara digital como parte de un proyecto dentro de la empresa que le habían asignado. Los directivos al inicio desestimaron su importancia y después la rechazaron completamente porque competiría directamente con su principal negocio que eran la venta de rollos para cámaras.
Aunque Kodak sí ganó dinero durante muchos años gracias a la patente(1977), la verdad es que eso no fue suficiente para salvarla de la quiebra en 2012. Otras compañías aprovecharon mejor la tecnología disruptiva.
Las empresas en industrias con altas tasas de cambio casi siempre fracasan no porque quieran evitar un cambio disruptivo, sino porque son reacias a adoptar nuevos mercados prometedores que podrían socavar sus negocios tradicionales y que no parecen satisfacer sus requisitos de crecimiento a corto plazo.