A algunos lectores les molestan estos ejercicios de discernimiento, posiblemente porque no quieren que nadie socave los cimientos donde tienen acomodados sus dogmas de fe. Comprendo que no quieran abandonar la inmensa paz de espíritu que produce aceptar las verdades establecidas sin cuestionarlas. Comparto que se nieguen a dejar el confortable calor que ofrece la pertenencia a la mayoría y la aceptación irrevocable de sus “dogmas científicamente demostrados”, pero como mínimo quiero que vislumbren el riesgo de su actitud a largo plazo.
Un buen operador debe de comprobar personalmente toda la información que le llega, y si no puede, usar sólo la parte que menos quebranto le produciría si esa información fuera falsa. Como ya se dijo, la fe y la esperanza no son una opción para un buen operador.
En el término medio está la virtud. Ni hay que creerse todo lo que dice el telediario a pies juntillas, ni se debe rechazar todo lo que llega sin aportar más argumentos que la desconfianza. No hay que creerse que la C.N.M.V. impedirá los juegos malabares en el AIAF, o que la MIFID protege al pequeño inversor, pero tampoco se debe de tomar la postura de abandonar los mercados para siempre por esos motivos. Teniendo en cuenta las normas impuestas y las trampas del juego, y asumiendo sus ventajas y sus peligros, se puede trazar una estrategia que descanse sobre una base sólida y que reduzca los riesgos de ser timado a niveles manejables.
Con el ejercicio de hoy no pretendo que nadie tome una postura radical hacia ninguno de los lados de la balanza, me conformo con abrir un resquicio de duda razonable que impida en el futuro que el lector comulgue con ruedas de molino cuando intenten colocarle la próxima “verdad” fabricada exclusivamente para ser creída.
No importa si el tema propuesto tiene que ver con las finanzas o no, de lo que se trata es de ejercitar los músculos mentales que a los “constructores de dogmas” les interesa que se atrofien. De hecho, todas las “grandes verdades” que se “venden” en campañas masivas por televisión tienen unas enormes implicaciones económicas, de otra forma nadie estaría interesado en difundirlas y acuñarlas con el sello de la infalibilidad.
Agradeceré los comentarios a favor o en contra del tema propuesto, pues a mi también me gusta disponer de abundancia de argumentos que defiendan ambos lados para poder discernir a gusto. Tomar partido sin haber sopesado una cantidad importante de información de ambas partes sería asumir innecesariamente un riesgo alto de error.