Simplificando mucho, podemos definir una inversión rentable como aquella que nos proporciona unos ingresos superiores a los costes en que incurrimos acometiéndola, (en puridad incluyendo como coste el no destinar esos recursos a otros proyectos, aunque para no complicar demasiado la historia esto lo voy a obviar). Y una inversión viable es aquella que podemos hacer.
Aunque evidentemente rentabilidad y viabilidad están íntimamente relacionadas, lo cierto es que no son ni mucho menos una identidad, y por supuesto, no lo son porque no dependen de los mismos factores. Al final la rentabilidad es un concepto que depende y mucho de la cuenta de pérdidas y ganancias, mientras que en la viabilidad entra en juego la cuenta de tesorería.
Por supuesto, la relación no es simétrica y de hecho es posible que sea viable acometer en determinadas circunstancias determinadas inversiones no rentables. En determinados momentos, podemos asumir una inversión que no sea rentable, siempre que tengamos capacidad para soportar las pérdidas, y a su vez nos facilite el desarrollo de otro proyecto que genere una rentabilidad suficiente, para compensar las pérdidas. Evidentemente en este caso, podríamos cambiar la definición de la inversión para analizarla como una inversión compleja o secuencial y la aparente paradoja quedaría solucionada.
Más grave son los proyectos que a priori son rentables, pero que pueden tener problemas de viabilidad. Estos son mucho más frecuentes y generan unos efectos devastadores que no se suelen ver hasta que es demasiado tarde. El caso más corriente es el de inversiones elevadas que pueden ser rentables desde el punto de vista económico, pero que no podemos asumir porque no tenemos financiación para ello. Y en esto tenemos ejemplos a patadas.
La realidad es que en todo momento, existen los beneficios y los costes por un lado y por otro lado los flujos de caja. Para que un proyecto, una empresa, o una inversión sea rentable, se necesita que los beneficios sean mayores que los costes; mientras que para que se pueda realizar una determinada inversión, lo que debemos tener claro es que deberemos tener disponibilidades de fondos suficientes para cubrir los períodos en los que tengamos flujos negativos de caja.
Esta confusión se está fomentando y mucho en la situación del sector financiero, en el que nos encontramos con una curiosa mezcla de beneficios y problemas de liquidez en lo que parece una contradicción, pero que sin embargo no lo es.
Debemos pensar que cuando las entidades hacen una refinanciación de una operación que difícilmente se pagará, los efectos sobre la cuenta de pérdidas y ganancias son positivos, ya que normalmente sube el diferencial a pagar por el deudor, de forma que el beneficio de la entidad se incrementa. Pero sin embargo, esa subida del tipo implica en numerosos casos una mayor dificultad para el deudor, de forma que al final resulta que las probabilidades de que ese beneficio no se concrete en un flujo de fondos se incrementan. Dicho de otra forma, tiene un beneficio mayor, a costa de un riesgo mayor de no cobrarlo.
Cuando hablamos de las provisiones, normalmente se nos va la idea hacía “una cantidad que se aparta para afrontar pérdidas futuras”, lo cual no es del todo incorrecto, pero que nos puede llevar a la idea de que las provisiones se convierten en fondos disponibles para atender imprevistos, lo cual es un error ya que las provisiones lo que tratan es de reflejar una situación de la cuenta de pérdidas y ganancias. El esquema es sencillo, el banco presta dinero a un tipo de interés y desde ese momento se genera un beneficio, que no siempre se realiza debido a que para que se complete ha de cobrarse. El esquema de provisiones es tratar de reducir el beneficio generado y anticipar las posibles pérdidas.
Por supuesto, con el tema de provisiones evitamos en el futuro que tengamos problemas derivados de pérdidas inesperadas. Pero por supuesto, con el tema de provisiones no evitamos los problemas de tesorería, que no vienen derivados de la cuenta de pérdidas y ganancias (aunque evidentemente los beneficios ayudan a conseguir fondos). En este sentido es posible que las entidades financieras tengan unos beneficios extraordinarios, e incluso provisiones dotadas por un nivel elevado; pero que se encuentren con una situación en la que no pueden financiarse, que es lo que las puede llevar a una situación de suspensión de pagos.
Exactamente el mismo problema está en los ratios de capital, solvencia y en general en lo que sabemos de los test de stress a la banca. En realidad, todos estos ratios se basan en las pérdidas máximas que puede asumir la banca, y de alguna u otra forma, nos están tratando de mostrar el colchón de las entidades ante pérdidas derivadas de la cuenta de pérdidas y ganancias. El problema es que, aún teniendo en cuenta que los balances y las cuentas de pérdidas y ganancias recojan la situación real de las entidades, no tenemos información de ningún tipo sobre la parte de tesorería.
Por tanto, todos y cada uno de los ratios están preparados para determinar posibles riesgos de balance, pero no facilitan ningún tipo de información sobre tesorería y acceso a fondos. Esto es especialmente grave en la situación actual donde el problema es que la banca tiene un grave problema de liquidez, ¡no de rentabilidad!, por lo que los aspectos a controlar principalmente deberían ser lo que pueden aguantar las entidades, y no tanto lo que pueden ganar.
Si nos damos cuenta, la liquidez es hoy el valor fundamental y en consecuencia, además de analizar los ratios de capital y las cuentas de resultado, necesitaríamos información mucho más precisa de aquellas situaciones que puedan implicar un colchón muy ajustado en las cuentas de tesorería de las entidades.
¿Cuál es el valor de los activos que pueden servir como colaterales?, ¿Cuál es el margen de tesorería del que disponen las entidades?. La única información disponible es aquella que nos encontramos en las cuentas anuales, en la que nos cuentan el estado de previsión de tesorería, pero que nos habla de las necesidades netas de financiación, pero realmente las distorsiones y la información hacen que sea prácticamente una información inútil. ¡Y eso sin tener en cuenta que cualquier previsión bajo unos supuestos de 31 de diciembre de 2009, hoy están completamente desfasadas.
En definitiva, alguien debería pensar que hoy la clave es la financiación y de esta forma, nos encontramos con agentes vendiendo a perdidas, con tal de conseguir liquidez, y en los bancos mostrando unos ratios y unos beneficios increíbles, pero que han necesitado de unas ayudas claves para subsistir, porque el problema no es la obtención de beneficios, sino que estos se puedan cobrar y desde luego que se pueda aguantar la estructura hasta realizarlos.
Por esto nos encontramos con la situación de que la mayor ayuda que se ha prestado a los bancos, simplemente no ha sido una ayuda.
Al final la liquidez extraordinaria y el dinero nuevo es lo que se necesita para que las entidades sean viables. ¡Y eso no es poco!.