La campaña de moda ahora mismo está en intentar eliminar las clausulas de vinculación de los salarios a la inflación, y vincularlos a la productividad. Como siempre estamos olvidando muchas cosas y malinterpretando otras.
En la más pura teoría, la vinculación de los salarios al IPC, (Indice de precios al consumo), se basa en mantener el poder adquisitivo de los sueldos; aspecto importante para tratar de evitar que el poder adquisitivo caiga en picado. La razón de esta clausula es más que evidente; la caída de poder adquisitivo de los sueldos, implica matemáticamente la caída de mercado potencial de las empresas. O dicho de otra forma, lo que los consumidores pueden comprar es exactamente lo que los productores pueden vender.
¿Sería aconsejable que los sueldos queden vinculados a la productividad en lugar de al mantenimiento del poder adquisitivo?. Pues es una pregunta que no tiene sentido según esta redacción; porque la realidad es que actualmente los sueldos están vinculados de alguna forma a la productividad. Y voy a intentar explicar el proceso.
Uno de los primeros post de este blog trataba de explicar las razones por las que la evolución del IPC no reflejaba fielmente la pérdida de poder adquisitivo. Me gustaría llamar la atención sobre una de las razones que exponía que es el efecto “calidad”.
Este efecto viene derivado de un ajuste que se realiza en el proceso de elaboración del índice de precios al consumo, y parte de la base de que las subidas de precios de los productos no son toda inflación, sino que existen dos factores que hacen subir los precios, la calidad y la inflación pura y dura.
Este proceso se ve muy sencillo en determinados artículos que han sufrido avances importantes o que presentan una ruptura importante; por ejemplo en el mercado de automóviles; Cada vez que una marca sustituye un modelo por su evolución, existe una variación en los precios, (y desde luego que el modelo nuevo pase a ser un poco más caro que el antiguo), pero la subida de precios se justificará por la mejora de equipamiento o por un proceso de inflación.
En la práctica, este ajuste busca provocar y provoca una reducción del ipc, equivalente a las mejoras en los productos y servicios que se ofrecen en el mercado. Dicho de otra forma, el IPC sale de detraer a las subidas de precios de los bienes, las mejoras producidas en estos bienes.
El problema es que el principal método para el cálculo de la resta está en la comparación de los precios de los bienes en el momento. Es decir, en muchos casos, existe un momento en el que un producto o una gama de productos, coexiste en el mercado con el que le va a sustituir, (ejemplo, cuando se sustituye el 206 por el 207 existe un momento en el que podemos encontrar las últimas unidades del modelo antiguo y las primeras del modelo nuevo). En estos casos, el efecto calidad vendría determinado por esta diferencia.
Esto significa que si el nuevo modelo sube un 5% el precio respecto al antiguo, pero en el momento en el que coexisten los dos, el antiguo es un 10% más barato; nos encontraremos con que el IPC recogerá una variación de precios final del -5%.
Este efecto no se limitará solo a este sector sino que se usará para todos aquellos bienes que se vayan sustituyendo.
Este ajuste, tiene dos efectos perversos; el primero es un efecto directo, y supongo que es evidente. Un problema es que cuando los bienes se sustituyen por otros de mejor calidad, el período de tiempo en el que coinciden los nuevos y los antiguos es muy breve, y a partir de ahí la única opción pasa a ser el nuevo. Dicho de otra forma, una vez se sustituya el 207 por el 206; existe un tiempo limitado en el que el antiguo modelo sigue a la venta, por lo que a partir de ese período, no existe la opción del “anticuado”. Exactamente lo mismo coincide con casi todos los bienes; hasta el punto que si nos hemos dado cuenta se usan los bienes que van a sustituir.
Por tanto a pesar de que es cierto que una parte de la subida de precio, no sea pérdida de poder adquisitivo, (al suponer que nos llevamos más), en realidad al no existir la opción del producto antiguo, no existe elección y por tanto a pesar de que los precios estadísticamente se reduzcan el esfuerzo se incrementa, de forma que el poder adquisitivo es menor que lo que las estadísticas nos muestran.
Y el segundo efecto es el que tiene que ver con la productividad; esto es un poco más rebuscado y desde luego indirecto, pero desde luego no por ello es menos evidente.
Los incrementos de la productividad son los que están detrás de los avances en los bienes que están en el mercado. A nadie puede escapar que existe una relación clara entre innovaciones, mejoras en productos y servicios y capacidades de tener precios en el mercado con muchas mejoras en calidad, a la vez que se reducen los costes.
Por tanto, cuanto mayor sea la productividad y los avances, nos encontraremos que en muchos casos, los avances de los productos sean mejores, de tal forma que las diferencias entre las dos gamas de productos, (el sustituto y el sustituido) serán mucho mayores, a la vez que la diferencia de precios va a ser inferior. Basta pensar en los sectores que mayor productividad y valor añadido generan y comprobar la evolución de los productos, (pensemos en tecnología de consumo, automóvil,…).
Si nos damos cuenta, la existencia de estos productos, provocan que el ajuste de calidad, (que recordemos no deja de ser un ajuste teórico), es mucho mayor, de tal forma que la cantidad que se resta a la subida de precios de los bienes es mayor. Dicho de otra forma, el IPC se reduce en mayor proporción en aquellos momentos o casos en los que la productividad se dispara.
Como sea que los sueldos se vinculan al IPC, estos dos efectos nos llevan a que los sueldos se contienen cuando concurren estas circunstancias. Y curiosamente gracias a este efecto hemos tenido una situación en la que los precios se han duplicado, mientras los sueldos se contenían, y los bancos centrales pudieron presumir de contener la inflación, a la vez que mientras se supone que todo el mundo mantenía el poder adquisitivo este se ha desplomado.