FERNANDO ESTEVE MORA
Leo hoy en La Vanguardia la siguiente información:
https://www.lavanguardia.com/local/girona/20241019/10033379/lloret-mar-sigue-radar-turismo-ucraniano-pesar-guerra.html
Me quedo estupefacto. Pero cómo es posible esto, me digo. Pero...¿acaso no se pasa la vida el eximio presidente de Ucrania, "el de la sempiterna camiseta militar", el Zelensky ése, yendo de un país a otro mendigando ayudas, todo tipo de ayudas? Y no sólo él. Hace unos días un grupo proucraniano estaba pidiéndome dinero para ayudar a una Ucrania sin recursos a fin de auxiliar (ésa era la palabra) a que las familias allí no pasen frío este invierno a consecuencia de los destrozos en la red eléctrica causados por los bombardeos rusos. Y, ahora, voy y me entero de que ya, en lo que va de año y sólo a LLoret de Mar han ido casi 20000 turistas ucranianos muchos más de los 15000 que fueron en 2023,por lo que a este paso prontos irán tantos como en 2019 (27000), como si no (les) hubiera pasado nada. En el artículo se nos informa también de que no nos vayamos a creer que estos turistas son de la élite ucraniana, no son gente de clase "media".
Y estos sólo son los que están en LLoret. Me pregunto cuántos habrán ido a otras costas españolas. A Alicante, Malaga y demás. Y no me quedo aquí. Me pregunto también cual será la cifra de turistas ucranianos en Italia, por no decir en lugares más baratos y cercanos a Ucrania, como Grecia, Turquía, Rumania, Chipre o Egipto.
A la inversa, se que el turismo ruso se ha desvanecido. No se si por miedo a no ser bien recibidos en Occidente o por las restricciones internas del propio gobierno de Putin, el caso es que los rusos parecen comportarse de la manera que uno en principio espera se comporten los ciudadanos de un país en guerra.
Me indigno: ¿cómo es posible que el gobierno de un país que va pidiendo ayuda de todo tipo permita que sus ciudadanos dediquen recursos no al esfuerzo bélico sino a actividades y bienes que los economistas clasifican como "de lujo" como son los viajes turísticos internacionales? Y, como ciudadano de un país que ha ayudado de forma masiva a Ucrania y que recientemente se ha comprometido en una ayuda adicional de 1000 millones de euros en forma de armamento al margen de toda la que ya le ha dado, me siento estafado. Así, con todas sus letras.
Me "desindigno": Me repito, una vez más, que he de ver las cosas como un economista. No como un moralista. Y ocurre, además, que lo que hacen los ciudadanos ucranianos con su dinero (y que su gobierno, aunque estén en guerra, les deja hacer en vez de usar ese dinero para financiar su esfuerzo bélico) yéndose de vacaciones al extranjero me viene muy bien al caso para ilustrar cómo una tesis que defendí en una entrada anterior en este mismo blog, se aplica punto por punto a contrario.
En efecto. Dediqué una entrada de 2016 (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/3279077-shadow-financing-economia-limosnas-financiacion-terrorismo) a desmitificar la idea, difundida entre las organizaciones humanitarias, que en un conflicto puede haber una ayuda "blanca", "limpia", moralmente intachable. Justifiqué que no. Que por más que la ayuda se defina como humanitaria o sea, en forma de medicamentos, alimentos, vestidos, etc, bienes "civiles" en suma, daba igual, pues ese tipo de ayuda, indirectamente, también era una ayuda militar por la sencilla razón de que toda ayuda es fungible: se puede convertir en cualquier cosa.
El argumento es básico y elemental. Si a alguien que es un combatiente en un conflicto o es cercano a uno le das alimentos o medicinas, eso le permite no tener que comprarlos, no tener que dedicar a esos bienes recursos lo que los libera para financiar lo que se necesita para luchar: armas. Obvio, ¿no? La llamé "shadow finance", financiación oculta o en la sombra, a la financiación de la violencia que hacen las organizaciones humanitarias pese a sus proclamadas buenas intenciones o mejor dicho, causada por la puesta en marcha de sus buenas intenciones. ¡Perro mundo éste!, sin duda.
De lo que no hablé en aquella entrada era el caso simétrico (o mejor, antisimétrico) pero conceptualmente idéntico. El de cómo la financiación -esta vez- abierta o directa de tipo militar para que un combatiente adquiera armas posibilita, sin embargo, que parte de esos recursos se "desvíen" o financien de igual manera actividades civiles, como por ejemplo los viajes turísticos de los ucranianos a Lloret de Mar. Y la razón es la misma. Dado que a Ucrania le sale gratis el adquirir esos paquetes de armamento, puede dedicar todo o parte de los recursos que iba a dedicar a adquirirlos a compara otros bienes, o sea, bienes de uso civil. Dicho de otra manera, la financiación abierta y a la vista de todos el mundo de armamento para Ucrania financia en la sombra la adquisición de bienes civiles por los ucranianos en la medida que no han de dedicar tantos de sus recursos propios a financiar su gasto militar
El argumento y su demostración gráfica serían las mismas que aparecen en ese post y para seguirlo bastaría con cambiar en el gráfico lo que miden los ejes. Concretamente, en el eje de abcisas se mediría el gasto en armamentos y en el eje de ordenadas el gasto en bienes ¨civiles" como los viajes turísticos. Una ayuda militar por valor de A desplazaría la restricción presupuestaria de Ucrania, por lo que su "equilibrio" pasaría de un punto como el 0 al 1. Correspondientemente, el gasto en armamento de Ucrania crece pero también el gasto en bienes civiles que pasa de To a T1.
Y para acabar. El que parte de la financiación destinada a uso militar acabe indirectamente financiando bienes de uso civil puede parecer moralmente correcto o no, apropiado o no dada la situación de guerra que en Ucrania se vive tras la invasión rusa. Pero es esa una discusión no económica y para la que no hay sitio en este blog. Pero, desde un punto de vista económico, no hay -creo yo- vuelta de hoja: los impuestos de los ciudadanos españoles que se han usado y se van a usar para financiara armas y otros artículos relacionados con la guerra para Ucrania sirven también para financiar las reformas de las cocinas, los televisores de plasma o los viajes turísticos a Lloret de ciudadanos ucranianos. Es lo que hay. Al menos, cabe apuntar, los gastos que dedican a esta última rúbrica -a ir a Lloret- no perjudican a nadie y retornan en parte a España