Uno de los fenómenos para mí más significativos que rodean al genocidio que Israel (que ya era una "democracia racista y asesina" (1) , en palabras de Rafael Sánchez Ferlosio hace ya más de cuarenta años), está llevando a cabo en Gaza contra el pueblo palestino es el estruendoso silencio cómplice de la inmensa mayoría de naciones árabes y, en general, islámicas o musulmanas ante el mismo.
Y no, no sólo sus dirigentes políticos (los de Egipto, Marruecos, Jordania, Líbano, Irak, Arabia Saudí, Indonesia, Mauritania, etc.), callan ante la insoportable monstruosidad de lo que en Gaza está sucediendo, sino -y es lo más importante- también están mudas las gentes que pueblan esos países y que comulgan en la misma fe con los que están sufriendo diariamente un asesinato masivo, industrial, que nada tiene que envidiar al que los nazis cometieron con los judíos en la II Guerra Mundial.
No. No son las calles de esos países donde se oyen las protestas de las gentes ante tamaña barbarie. Son las calles de las ciudades de los países occidentales las que son testigos de la queja de los pueblos ante tamaña barbarie. Ni en El Cairo, ni en Rabat, ni en Moscú, ni en Pekin, ni en Islamabad, ni en Tokio, ni en Dacca, ni en Delhi... Ha sido en Londres, en Paris, en Nueva York, en Barcelona y en Madrid y en casi todas las ciudades europeas donde lo mejor de sus pueblos ha salido a las calles para protestar no sólo contra el genocidio sionista sino también contra sus cada vez más aisladas elites dirigentes que pretenden mirar al otro lado cuando no disculpar y avalar el inhumano comportamiento de esa democracia asesina y racista que es, hoy por hoy, Israel. Critican a Israel y a sus cómplices por lo que están haciendo y tolerando, pues en sí para un occidental todo genocidio es condenable independientemente de las características de aquellos a quienes se esté asesinando. Condenar sin paliativos a Israel por lo que está haciendo con los palestinos en Gaza no supone la aquiescencia con el comportamiento de algunos (los terroristas de Hamas) o la mayoría de los palestinos (la repulsiva discriminación que hacen sufrir a las mujeres).
Sirvan estas líneas como homenaje a estas gentes que protestan. Serán, seguro, una minoría pues hoy por hoy Occidente no pasa por uno de sus mejores momentos en la escala civilizatoria (2), pero sin duda son esos pocos o muchos occidentales que protestan ante la barbarie son la auténtica aristocracia -en el sentido clásico de la palabra, aristoi, los mejores- - del mundo. Son quienes hoy encarnan la civilización.
Pero, dicho esto, surge entonces la cuestión de que porqué han sido poblaciones de Occidente aquellas que están saliendo a las calles. Y la respuesta me parece obvia. Sólo en Occidente se han dado las condiciones culturales y espirituales para que tal cosa sea posible. Como señala Daniel J. Boorstin "la justificación del modo de proceder de Dios con el hombre no ha preocupado a todas las civilizaciones por igual. A las otras religiones universales no les inquieta particularmente explicar el sufrimiento de los inocentes o la existencia del mal". A los musulmanes, palabra que procede de islam que significa "sumisión a la voluntad divina", es una blasfemia cuestionar la realidad pues ello implica cuestionar a Alá sin cuya mediación, conocimiento y aquiescencia nada, ni el que se desprenda una hoja de un árbol, puede suceder. Con esta perspectiva, si los palestinos están sufriendo hoy un genocidio es en último término porque Alá así lo quiere.
El fatalismo islámico encuentra su correlato en el fatalismo oriental. Allí en India, China y Japón, las leyes del karma o cualquiera de sus variaciones "explican", o mejor, incluso justifican, lo que hoy les sucede a cualquiera de modo que si los palestinos caen hoy bajo las balas y bombas israelitas o mueren de hambre y de sed porque Israel no deja que se les socorra será, quizás, porque todos ellos en un vida anterior debieron hacer un acto condenable: ¿maltrataron quizás a un perro o a una gallina o a otro ser humano o Buda o Krishna o el Tao sabe a quién?.
Frente a todos estos desvaríos que sostienen esas culturas y civilizaciones intrínsecamente fatalistas, se erige Occidente. Ha sido en Occidente donde todos esos fatalismos fueron sometidos a crítica y a escarnio (3). Y no es que no haya habido en el Occidente fatalismo y determinación y predestinación e idea de castigo divino como explicación/justificación de la existencia del mal, sino que todas esas patrañas han sido puestas en solfa históricamente por la ciencia y la filosofía occidentales que han buscado y encontrado para la presencia del mal causas claras y causantes terrestres humanos, demasiado humanos. De nuevo, ello no significa que Occidente y sus naciones no hayan cometido genocidios: la colonización de América y de África es un buen ejemplo de esa barbarie, pero han sido sus mejores quienes tras arduas luchas históricas han generado, al menos como desideratum, construcciones como la Declaración de los Derechos del Hombre que, al menos, despojan de cualquier posible justificación cultural o religiosa o de otro tipo (económica, política, racial, territorial) a cualquier genocidio.
Sin duda ése ha sido la gran construcción del liberalismo hijo de la Ilustración. Y es que la negación del fatalismo en cualquiera de sus formas abre el paso a la autodeterminación, al reconocimiento de la libertad como fundamento de la definición del hombre.
Pero este es un blog de Economía, y aquí se impone introducir una muy importante acotación. Y es la de que, espuriamente, los neoliberales han tratado desde siempre y sistemáticamente de introducir de matute en ese paquete de libertades que conforma la gran caja del liberalismo, la libertad de mercado, como si el liberalismo civilizador implicase la aceptación del libre mercado. Y no. Como se demuestra históricamente(4) y hoy ya está meridianamente claro, y cada vez es más aceptado por los neoliberales, la democracia liberal es enemiga del libre mercado en su forma capitalista, y puestos a elegir si llega el caso entre una y otro, los neoliberales sin la menor duda eligen al capitalismo. El golpe de estado contra Salvador Allande en Chile en 1973 no fue una anécdota sino una categoría. Y los ejemplos de los países exsocialistas (Rusia, Polonia, China, Hungría, etc.) muestran a las claras que, para los neoliberales, el capitalismo funciona mejor o incluso exige lo que se conoce como "democracias iliberales", selectísimo grupo al que -a lo que parece- aspira entrar los EE.UU. de Donald Trump.
No es por ello nada extraño que, de modo característico, sean hoy los neoliberales quienes mayoritariamente más sostienen al estado de Israel y justifican las atrocidades que está llevando contra la población indefensa de Gaza. Y es que, paradojas de la historia, no es el socialismo ni el comunismo bolivariano el enemigo más claro del liberalismo, sino el neoliberalismo. No hay que dejarse engañar ni ninguno de los ilustrados escoces o franceses del siglo XVIII, ni Adam Smith, ni James Mill ni John Stuart Mill ni ninguno de los grandes liberales del XIX y del XX incluido John Maynard Keynes querría nunca ser incluido en una foto de familia con los nuevos adalides del neoliberalismo. ============================================================================= (1) Subrayo lo de Israel como democracia racista y asesina para `poner de manifiesto que es inverosímil por falaz teórica e históricamente la habitual cobertura de la derecha política cuando, para exculpar a Israel, señalan que es una democracia de corte occidental. Sí. También las democracias pueden embarcarse en genocidios y tropelías. Nada impide que la mayoría de una ciudadanía tenga el alma tan corrompida y sádica como para avalara políticas genocidas. Y la historia abunda en ejemplos de democracias inhumanas, empezando por el genocidio del pueblo de la isla de Melos que perpetró la democracia ateniense en el 416 a.C
(2) El mural de Bansky recién censurado/destruido por el gobierno laborista británico
(3) No deberíamos de extrañarnos por tanto de que todos los revolucionarios y rebeldes de otras culturas y civilizaciones que, con mayor o peor fortuna y acierto, han encabezado movimientos de liberación en esos países de culturas fatalistas lo han sido tras haber sido educados en Occidente .
(4) No hay que olvidar que históricamente los más claros partidarios del libre mercado eran los empresarios que defendían su derecho a traficar libremente con seres humanos: los empresarios esclavistas a los que todavía se les conmemora en algunas calles y plazas en nuestro país. De igual manera, la extensión del libre mercado, del capitalismo, no fue un fenómeno natural sino que se llevó a cabo en todas partes manu militari tanto a nivel internacional como internamente. (Aquí no puedo sino recomendar encarecidamente el libro de Bernard Harcourt, The Illusion of Free Markets: Punishment and the Myth of Natural Order)