FERNANDO ESTEVE MORA
Con mucho la noticia más excelente a la vez que importante de este año y quizás de lo que llevamos de siglo apareció el 5 de agosto y narraba la aparición en la revista Nature, quizás la más prestigiosa del mundo científico, de un artículo de Bruce Yanker y su grupo, de la Universidad de Harvard, titulado así: "Lithium deficiency and the onset of Alzheimer’s disease". En él, los autores exponían los siguientes resultados:
1º) los niveles de litio eran significativamente más bajos en pacientes con deterioro cognitivo leve (DCL) y enfermedad de Alzheimer avanzada, en comparación con individuos cognitivamente sanos.
2º) de todos los metales analizados mediante espectrometría de masas —incluyendo sodio, cobre y zinc— solo el litio mostró una alteración significativa asociada a la progresión de la enfermedad.
3º) en las primeras etapas del Alzheimer, la beta-amiloide se une al litio y lo secuestra, provocando su desaparición funcional del entorno cerebral. Esta deficiencia inicia una serie de procesos patológicos: neuroinflamación, pérdida de conexiones neuronales, desmielinización (pérdida de la cubierta protectora de los axones) y, finalmente, deterioro cognitivo.
4º) El equipo también ha identificado una posible vía terapéutica. Mediante una plataforma de cribado molecular, descubrieron una forma de litio —el orotato de litio— que evade la captura por la beta-amiloide. En ensayos preclínicos con ratones, este compuesto no solo previno la aparición de síntomas de Alzheimer, sino que logró revertir la pérdida de memoria, incluso en animales con enfermedad avanzada, y todo ello a dosis miles de veces inferiores a las empleadas en psiquiatría, pues el litio se usa para tratar otras dolencias como el trastorno bipolar.
5º) mantener niveles adecuados de litio a lo largo de la vida podría actuar como un “escudo” frente a la enfermedad. De hecho, en ratones tratados con orotato de litio desde edades tempranas se previno por completo la aparición de patología relacionada con el Alzheimer.
(saco esta información de Andrea Rivero García, "El litio, clave oculta en la prevención temprana de la enfermedad de Alzheimer" en Gaceta Médica, 7/8/2025)
Con mucho la noticia más excelente a la vez que importante de este año y quizás de lo que llevamos de siglo apareció el 5 de agosto y narraba la aparición en la revista Nature, quizás la más prestigiosa del mundo científico, de un artículo de Bruce Yanker y su grupo, de la Universidad de Harvard, titulado así: "Lithium deficiency and the onset of Alzheimer’s disease". En él, los autores exponían los siguientes resultados:
1º) los niveles de litio eran significativamente más bajos en pacientes con deterioro cognitivo leve (DCL) y enfermedad de Alzheimer avanzada, en comparación con individuos cognitivamente sanos.
2º) de todos los metales analizados mediante espectrometría de masas —incluyendo sodio, cobre y zinc— solo el litio mostró una alteración significativa asociada a la progresión de la enfermedad.
3º) en las primeras etapas del Alzheimer, la beta-amiloide se une al litio y lo secuestra, provocando su desaparición funcional del entorno cerebral. Esta deficiencia inicia una serie de procesos patológicos: neuroinflamación, pérdida de conexiones neuronales, desmielinización (pérdida de la cubierta protectora de los axones) y, finalmente, deterioro cognitivo.
4º) El equipo también ha identificado una posible vía terapéutica. Mediante una plataforma de cribado molecular, descubrieron una forma de litio —el orotato de litio— que evade la captura por la beta-amiloide. En ensayos preclínicos con ratones, este compuesto no solo previno la aparición de síntomas de Alzheimer, sino que logró revertir la pérdida de memoria, incluso en animales con enfermedad avanzada, y todo ello a dosis miles de veces inferiores a las empleadas en psiquiatría, pues el litio se usa para tratar otras dolencias como el trastorno bipolar.
5º) mantener niveles adecuados de litio a lo largo de la vida podría actuar como un “escudo” frente a la enfermedad. De hecho, en ratones tratados con orotato de litio desde edades tempranas se previno por completo la aparición de patología relacionada con el Alzheimer.
(saco esta información de Andrea Rivero García, "El litio, clave oculta en la prevención temprana de la enfermedad de Alzheimer" en Gaceta Médica, 7/8/2025)
Por supuesto, todavía quedaría mucho para que oficialmente se reconozca el tratamiento con orotato de litio para prevenir y tratar el Alzheimer, pero
(a) dado que los tratamientos actuales son totalmente inefectivos no sólo en humanos sino también en modelos animales, y
(b) dado que el orotato de litio a las dosis recomendadas carece de efectos secundarios reseñables,
uno pensaría que no se debería tardar mucho en ofrecer el orotato de litio como tratamiento adicional a los inútiles y carísimos tratamientos que hoy se les da sin esperanza alguna de mejora a los enfermos de Alzheimer. Sería lo económicamente racional, e incluso me atrevería también a decir -aún sin ninguna capacitación para hacerlo-, lo médicamente racional. En cualquier caso, la posibilidad de que por fin haya un tratamiento contra esa destructiva y generalizada enfermedad es una noticia esperanzadora. Y todo el mundo debería alegrarse de este avance y considerar esa noticia como una importante y excelente noticia pues el Alzheimer es un mal que no respeta a nadie y destroza a quienes afecta y a sus familiares.
Pero ¿podemos esperar que todo el mundo se haya alegrado de esta noticia? Pues no. Sabemos que hay dos grandes e importantes colectivos que en nada se han alegrado sino todo lo contrario. Uno de ellos es la industria farmacéutica, y mas concretamente su increíblemente poderoso núcleo de gigantescas empresas cuasi oligopolísticas para las que ese avance implicaría literalmente tirar a la basura contable todas las ingentes inversiones que han dedicado en los últimos cincuenta años al objetivo de encontrar un remedio efectivo al Alzheimer, lo que hubiera sido caso de haber tenido éxito un auténtico pelotazo económico. Pues bien, está meridianamente claro que si este nuevo para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer enfoque se revelara finalmente como el adecuado, todas esas inversiones pasarían a no tener ningún valor, a devaluarse a cero, y en consecuencia a ser pérdidas.
El otro colectivo al que debe haber sentado bastante mal esta noticia es el formado por todos los grupos de científicos investigadores en Alzheimer que llevan todas sus vidas consagrados a abordar enfoques de la enfermedad, nada exitosos por cierto, pero a los que si el que el enfoque del grupo de Bruce Yanker se revelara exitoso, arrinconaría definitivamente al basurero de la ciencia. Y, claro está, el que toda una vida se vaya a la basura, el que todo ese capital humano tan penosamente acumulado se deprecie es algo terrible para quienes toda su vida se ha ido en ello.
Dicho de otro modo, uno: si el nuevo enfoque tiene exitoso ello supondría la descapitalización, la pérdida de valor de una increíble cantidad de inversiones en investigación que hasta ahora se han llevado a cabo. Y, más aún, sucede que si el orotato de litio se revelase un efectivo tratamiento contra el Alzheimer la pérdida económica para la industria farmacéutica sería brutal. Pues el orotato de litio es una fórmula de uso libre ya no patentable y además baratísima, puede hoy comprarse en herbolarios y en Amazon a un precio bajísimo, o sea, que las grandes farmacéuticas nada ganarían haciéndolo.
Dicho de otro modo, dos: existen unos poderosísimos intereses creados en el mundo científico y en el mundo farmacéutico para frenar el abordaje al Alzheimer que propone el grupo de Bruce Yanker.
Dicho de otro modo, tres: para los que no somos dueños de empresas farmacéuticas ni investigadores en callejones sin salida en Alzheimer, sólo podemos esperar que sea el sector público quien de modo activo impulse esta nueva propuesta para entender y tratar el Alzheimer. Nada puede esperarse del sector farmacéutico o del sector investigador ya existente a este respecto.
Pero aquí, una vez más, aparece de nuevo la larga mano de los intereses creados y de la búsqueda de rentas en forma de captura del regulador. Por ella hay que entender la situación en que la agencia reguladora de un sector económico -por ejemplo, el farmacéutico-, creada para proteger el interés público, termina sirviendo a los intereses particulares de los grupos o industrias que se supone que debe regular. Ciertamente, en muchos casos esa captura regulatoria (que adopta frecuentemente el conocido sistema de las puertas giratorias) es corrupción pura y llanamente. Otras veces, sin embargo, esa captura es tan sutil que ni siquiera los funcionarios capturados se dan cuenta de que lo han sido, de modo que siguen pensando de sí mismos que su comportamiento es intachable y que actúan guiados sola y exclusivamente por el interés de los ciudadanos siendo así inconscientes de que están siendo en la práctica manipulados, dirigidos.
Tengo para mí que esta última situación es muy habitual en el terreno que aquí nos ocupa, es decir, en el terreno de la gestión de los nuevos medicamentos. La aprobación de nuevos medicamentos es materia de Agencias del Medicamento nacionales e internacionales que se rigen para ello por unos estríctísmos protocolos que atienden exclusivamente a criterios médicos guiados por el principio clínico de "no hacer daño", o al menos guiados por el objetivo de ponderar adecuadamente los beneficios clínicos con los efectos secundarios no deseados de los nuevos medicamentos.
El problema es que en las Agencias del Medicamento no hay economistas que introduzcan también algunas consideraciones de lógica económica cuyos efectos que podrían sorprender a los probos funcionarios que las gestionan. Y es que sucede que, pese a lo que creen, su trabajo como evaluadores de medicamentos no puede guiarse solamente por criterios de efectividad clínica en la medida que en un entorno económico definido por el sistema de patentes, y sucede aquí que la interacción entre los costosísimos y larguísimos protocolos clínicos exigidos a la industria farmacéutica para la aprobación de un nuevo medicamento y el sistema de patentes surgen consecuencias nada deseables para el bienestar de las gentes. De nuevo estamos aquí en una situación dende los mejor es enemigo de lo bueno, o en términos de jerga económica, una situación donde la persecución de la eficacia técnica (clínica en este caso) es ineficiente desde el punto de vista del bienestar, es decir, desde el punto de vista de la eficiencia económica.
En efecto, ingenuamente, las agencias del medicamento tienden a pensar que la dureza en los protocolos que establecen para la aceptación de los nuevos medicamentos les sientan mal a las empresas farmacéuticas. Se equivocan de extremo a extremo. Nada hay que le convenga más a una empresa farmacéutica que se endurezcan los procedimientos para que se acepte un nuevo medicamento.
Y ello por tres razones básicas (hay más, pero no las trataré aquí). En primer lugar, porque ese endurecimiento hace más cara la aceptación de un nuevo medicamento, lo cual desincentiva la aparición de competidores. Es decir, que los procedimientos de aceptación largos y costosos son una barrera de entrada que beneficia a las empresas ya instaladas. En segundo lugar, unos procedimientos que alargan los tiempos antes de la aceptación de un nuevo medicamento alargan la vida económicamente útil de los viejos medicamentos a los que el nuevo vendría a sustituir y sobre los que las empresas pueden en consecuencia seguir fijando precios monopolísticos durante más tiempo amparadas en el sistema de patentes. En tercer lugar, los procedimientos de aceptación de nuevos medicamentos más largos y costosos justifican económicamente las exigencias de las empresas para que puedan operar con márgenes de beneficios más largos y a lo largo de más tiempo.
Y es que el sistema de patentes, tal y como hoy está establecido, cada vez es más reconocido entre los economistas que es un completo absurdo económico. Es ineficiente en la medida que favorece la concentración empresarial debilitando la competencia, lo que desincentiva la innovación a la vez que explota económicamente a los consumidores/enfermos y a los estados que han de pagar las facturas de los medicamentos recetados por la sanidad pública.
Y para acabar, volvamos al orotato de litio. No soy yo quién para recomendar ya su uso generalizado en las dosis en las que ahora se ofrecen y recomiendan como producto de venta libre en herbolarios y Amazon y demás empresas on line. Habría que esperar a saber más de su efectividad. Pero si, como preveo, la alianza entre los intereses creados del sector farmacéutico e investigador con las agencias del medicamento opera en la forma que, como economista, preveo dilatando sine die el estudio y evaluación científica de la propuesta terapéutica del grupo de Harvard, y veo que pasan los meses sin saber nada más, yo, ya lo digo aquí claramente, por mi cuenta y riesgo y como consecuencia de lo que creo es una decisión racional empezare a tomar el orotato de litio. Sencillamente, con el Alzheimer no se juega pues al Alzheimer con las terapias actuales no se le gana, por lo que conforme pasa el tiempo y puesto que uno es adverso al riesgo, es una irracionalidad no apostar por esa nueva terapia aunque aún no se haya demostrado fehacientemente su eficacia total o parcial en humanos.
(a) dado que los tratamientos actuales son totalmente inefectivos no sólo en humanos sino también en modelos animales, y
(b) dado que el orotato de litio a las dosis recomendadas carece de efectos secundarios reseñables,
uno pensaría que no se debería tardar mucho en ofrecer el orotato de litio como tratamiento adicional a los inútiles y carísimos tratamientos que hoy se les da sin esperanza alguna de mejora a los enfermos de Alzheimer. Sería lo económicamente racional, e incluso me atrevería también a decir -aún sin ninguna capacitación para hacerlo-, lo médicamente racional. En cualquier caso, la posibilidad de que por fin haya un tratamiento contra esa destructiva y generalizada enfermedad es una noticia esperanzadora. Y todo el mundo debería alegrarse de este avance y considerar esa noticia como una importante y excelente noticia pues el Alzheimer es un mal que no respeta a nadie y destroza a quienes afecta y a sus familiares.
Pero ¿podemos esperar que todo el mundo se haya alegrado de esta noticia? Pues no. Sabemos que hay dos grandes e importantes colectivos que en nada se han alegrado sino todo lo contrario. Uno de ellos es la industria farmacéutica, y mas concretamente su increíblemente poderoso núcleo de gigantescas empresas cuasi oligopolísticas para las que ese avance implicaría literalmente tirar a la basura contable todas las ingentes inversiones que han dedicado en los últimos cincuenta años al objetivo de encontrar un remedio efectivo al Alzheimer, lo que hubiera sido caso de haber tenido éxito un auténtico pelotazo económico. Pues bien, está meridianamente claro que si este nuevo para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer enfoque se revelara finalmente como el adecuado, todas esas inversiones pasarían a no tener ningún valor, a devaluarse a cero, y en consecuencia a ser pérdidas.
El otro colectivo al que debe haber sentado bastante mal esta noticia es el formado por todos los grupos de científicos investigadores en Alzheimer que llevan todas sus vidas consagrados a abordar enfoques de la enfermedad, nada exitosos por cierto, pero a los que si el que el enfoque del grupo de Bruce Yanker se revelara exitoso, arrinconaría definitivamente al basurero de la ciencia. Y, claro está, el que toda una vida se vaya a la basura, el que todo ese capital humano tan penosamente acumulado se deprecie es algo terrible para quienes toda su vida se ha ido en ello.
Dicho de otro modo, uno: si el nuevo enfoque tiene exitoso ello supondría la descapitalización, la pérdida de valor de una increíble cantidad de inversiones en investigación que hasta ahora se han llevado a cabo. Y, más aún, sucede que si el orotato de litio se revelase un efectivo tratamiento contra el Alzheimer la pérdida económica para la industria farmacéutica sería brutal. Pues el orotato de litio es una fórmula de uso libre ya no patentable y además baratísima, puede hoy comprarse en herbolarios y en Amazon a un precio bajísimo, o sea, que las grandes farmacéuticas nada ganarían haciéndolo.
Dicho de otro modo, dos: existen unos poderosísimos intereses creados en el mundo científico y en el mundo farmacéutico para frenar el abordaje al Alzheimer que propone el grupo de Bruce Yanker.
Dicho de otro modo, tres: para los que no somos dueños de empresas farmacéuticas ni investigadores en callejones sin salida en Alzheimer, sólo podemos esperar que sea el sector público quien de modo activo impulse esta nueva propuesta para entender y tratar el Alzheimer. Nada puede esperarse del sector farmacéutico o del sector investigador ya existente a este respecto.
Pero aquí, una vez más, aparece de nuevo la larga mano de los intereses creados y de la búsqueda de rentas en forma de captura del regulador. Por ella hay que entender la situación en que la agencia reguladora de un sector económico -por ejemplo, el farmacéutico-, creada para proteger el interés público, termina sirviendo a los intereses particulares de los grupos o industrias que se supone que debe regular. Ciertamente, en muchos casos esa captura regulatoria (que adopta frecuentemente el conocido sistema de las puertas giratorias) es corrupción pura y llanamente. Otras veces, sin embargo, esa captura es tan sutil que ni siquiera los funcionarios capturados se dan cuenta de que lo han sido, de modo que siguen pensando de sí mismos que su comportamiento es intachable y que actúan guiados sola y exclusivamente por el interés de los ciudadanos siendo así inconscientes de que están siendo en la práctica manipulados, dirigidos.
Tengo para mí que esta última situación es muy habitual en el terreno que aquí nos ocupa, es decir, en el terreno de la gestión de los nuevos medicamentos. La aprobación de nuevos medicamentos es materia de Agencias del Medicamento nacionales e internacionales que se rigen para ello por unos estríctísmos protocolos que atienden exclusivamente a criterios médicos guiados por el principio clínico de "no hacer daño", o al menos guiados por el objetivo de ponderar adecuadamente los beneficios clínicos con los efectos secundarios no deseados de los nuevos medicamentos.
El problema es que en las Agencias del Medicamento no hay economistas que introduzcan también algunas consideraciones de lógica económica cuyos efectos que podrían sorprender a los probos funcionarios que las gestionan. Y es que sucede que, pese a lo que creen, su trabajo como evaluadores de medicamentos no puede guiarse solamente por criterios de efectividad clínica en la medida que en un entorno económico definido por el sistema de patentes, y sucede aquí que la interacción entre los costosísimos y larguísimos protocolos clínicos exigidos a la industria farmacéutica para la aprobación de un nuevo medicamento y el sistema de patentes surgen consecuencias nada deseables para el bienestar de las gentes. De nuevo estamos aquí en una situación dende los mejor es enemigo de lo bueno, o en términos de jerga económica, una situación donde la persecución de la eficacia técnica (clínica en este caso) es ineficiente desde el punto de vista del bienestar, es decir, desde el punto de vista de la eficiencia económica.
En efecto, ingenuamente, las agencias del medicamento tienden a pensar que la dureza en los protocolos que establecen para la aceptación de los nuevos medicamentos les sientan mal a las empresas farmacéuticas. Se equivocan de extremo a extremo. Nada hay que le convenga más a una empresa farmacéutica que se endurezcan los procedimientos para que se acepte un nuevo medicamento.
Y ello por tres razones básicas (hay más, pero no las trataré aquí). En primer lugar, porque ese endurecimiento hace más cara la aceptación de un nuevo medicamento, lo cual desincentiva la aparición de competidores. Es decir, que los procedimientos de aceptación largos y costosos son una barrera de entrada que beneficia a las empresas ya instaladas. En segundo lugar, unos procedimientos que alargan los tiempos antes de la aceptación de un nuevo medicamento alargan la vida económicamente útil de los viejos medicamentos a los que el nuevo vendría a sustituir y sobre los que las empresas pueden en consecuencia seguir fijando precios monopolísticos durante más tiempo amparadas en el sistema de patentes. En tercer lugar, los procedimientos de aceptación de nuevos medicamentos más largos y costosos justifican económicamente las exigencias de las empresas para que puedan operar con márgenes de beneficios más largos y a lo largo de más tiempo.
Y es que el sistema de patentes, tal y como hoy está establecido, cada vez es más reconocido entre los economistas que es un completo absurdo económico. Es ineficiente en la medida que favorece la concentración empresarial debilitando la competencia, lo que desincentiva la innovación a la vez que explota económicamente a los consumidores/enfermos y a los estados que han de pagar las facturas de los medicamentos recetados por la sanidad pública.
Y para acabar, volvamos al orotato de litio. No soy yo quién para recomendar ya su uso generalizado en las dosis en las que ahora se ofrecen y recomiendan como producto de venta libre en herbolarios y Amazon y demás empresas on line. Habría que esperar a saber más de su efectividad. Pero si, como preveo, la alianza entre los intereses creados del sector farmacéutico e investigador con las agencias del medicamento opera en la forma que, como economista, preveo dilatando sine die el estudio y evaluación científica de la propuesta terapéutica del grupo de Harvard, y veo que pasan los meses sin saber nada más, yo, ya lo digo aquí claramente, por mi cuenta y riesgo y como consecuencia de lo que creo es una decisión racional empezare a tomar el orotato de litio. Sencillamente, con el Alzheimer no se juega pues al Alzheimer con las terapias actuales no se le gana, por lo que conforme pasa el tiempo y puesto que uno es adverso al riesgo, es una irracionalidad no apostar por esa nueva terapia aunque aún no se haya demostrado fehacientemente su eficacia total o parcial en humanos.