Ser mediador de seguros tiene miga. Mucha.
Probablemente hay pocas actividades en las que haya tanta buena gente oculta, sepultada, bajo una maraña de ineptos, estúpidos, estafadores, mafiosos, chorizos y encantadores de serpientes.
Esos que realmente merecen ser calificados de profesionales dedican horas al estudio, invierten en medios tecnológicos y en personal cualificado para aportar a su cliente lo que saben que no hallarán fuera de ese selecto círculo que son los mediadores profesionales. También sacrifican producción por no colocar a su cliente aquello en lo que no creen.