Cuando un cliente le dice a su Corredor que su banco le obliga a suscribir los seguros donde ellos elijan, se siente una especial sensación de vacío en el estómago. Resulta muy difícil de entender que alguien con estudios, con una posición moderadamente aceptable en su comunidad como es el Director de una Sucursal bancaria acabe cayendo tan bajo.
Si además el cliente te dice que tal obligación lo es porque en caso contrario no le renuevan su póliza de crédito, que precisa para seguir con el negocio, o le endurecen las condiciones de préstamo hasta unos límites totalmente fuera de mercado, entonces la sensación se comparte con el cliente: pasa a ser odiosa.
Si a ello le sumas que por lo que te está mostrando, salvo contadas excepciones, lo que el banco o caja está "asesorando" no tiene nada que ver con la realidad del riesgo a asegurar, que se asegura el valor hipotecado y no el de reconstrucción, por ejemplo... llegas a la conclusión de que los malos, además de cutres son ignorantes.
Cuando resulta que no es uno quien te viene con esta canción sino que ya podrías formar un orfeón donostiarra y comentandolo con colegas y entidades este tipo de situaciones se cuentan por miles, es porque ya el asunto trasciende de la actitud mafiosa de un Director de sucursal y ha pasado a ser la estrategia de distribución de un mercado financiero, salvo honrosas excepciones.
Si a todo eso le añades que, por lo visto, se ha puesto de moda la devolución de recibos de seguro domiciliados para que ipso facto el asegurado reciba una llamada de su entidad de crédito diciéndole que le mejoran las condiciones en precio, el asunto toma un color pútrido que ofende a estómagos muy curtidos.
Mientras tanto, los clientes asustados no denuncian. Aún. Mientras tanto, la Administración no se entera: parece estar mirando hacia otro lado. Espero que sea casual.
Si además el cliente te dice que tal obligación lo es porque en caso contrario no le renuevan su póliza de crédito, que precisa para seguir con el negocio, o le endurecen las condiciones de préstamo hasta unos límites totalmente fuera de mercado, entonces la sensación se comparte con el cliente: pasa a ser odiosa.
Si a ello le sumas que por lo que te está mostrando, salvo contadas excepciones, lo que el banco o caja está "asesorando" no tiene nada que ver con la realidad del riesgo a asegurar, que se asegura el valor hipotecado y no el de reconstrucción, por ejemplo... llegas a la conclusión de que los malos, además de cutres son ignorantes.
Cuando resulta que no es uno quien te viene con esta canción sino que ya podrías formar un orfeón donostiarra y comentandolo con colegas y entidades este tipo de situaciones se cuentan por miles, es porque ya el asunto trasciende de la actitud mafiosa de un Director de sucursal y ha pasado a ser la estrategia de distribución de un mercado financiero, salvo honrosas excepciones.
Si a todo eso le añades que, por lo visto, se ha puesto de moda la devolución de recibos de seguro domiciliados para que ipso facto el asegurado reciba una llamada de su entidad de crédito diciéndole que le mejoran las condiciones en precio, el asunto toma un color pútrido que ofende a estómagos muy curtidos.
Mientras tanto, los clientes asustados no denuncian. Aún. Mientras tanto, la Administración no se entera: parece estar mirando hacia otro lado. Espero que sea casual.