Cuando los primeros rayos de sol pintan el Atlántico frente a Palm Beach, Ken Griffin sale de su mansión para revisar los mercados en un iPad blindado. El mismo hombre que en 1987 conectó un módem de 1.200 baudios a la línea telefónica de un dormitorio en Harvard dirige hoy Citadel LLC y Citadel Securities, colosos que procesan más operaciones bursátiles que la Bolsa de Nueva York. Su historia combina genialidad matemática, ambición sin freno, crisis, polémica y donaciones filantrópicas de cheques con nueve ceros. Este relato—mitad crónica, mitad novela—explora la trayectoria empresarial de uno de los personajes financieros más influyentes (y controvertidos) de Estados Unidos.
Amanecer en Daytona: infancia y primeras chispas
Kenneth Cordele Griffin nació el 15 de octubre de 1968 en Daytona Beach, Florida, hijo de un gestor de proyectos de General Electric y nieto de una abuela que heredó pozos petroleros y tierras agrícolas. Pasó la niñez entre Florida, Texas y Wisconsin, absorbiendo la disciplina de los números en el club de matemáticas del instituto Boca Raton Community. Allí, con apenas 15 años, montó su primer micro-negocio: arreglar radios y vender software educativo por correo desde su dormitorio familiar.
El magnetismo de las pantallas verdes
La fascinación juvenil por los ordenadores coincidió con la explosión del IBM PC en Boca Raton. Griffin devoró manuales de programación y biografías de inversores legendarios. A los 17, se abrió una cuenta en un broker online; a los 18, leyó un artículo sobre puts y apostó contra Home Shopping Network: consiguió 5 000 dólares de ganancia antes de pisar Harvard. (Fuente: Wikipedia)
Harvard 1986-1989: parabólicas, puts y pizza fría
Una antena en el tejado
En el otoño de 1987, la habitación C-11 de la residencia Cabot House vibraba con el zumbido de una impresora matricial. Griffin convenció al bedel de instalar una antena parabólica en el tejado para captar cotizaciones en tiempo real. El 19 de octubre, “Lunes Negro”, sus puts generaron 80.000 dólares mientras el Dow Jones se desplomaba un 22%. La leyenda del estudiante-trader corrió por el campus.
La llamada de Frank Meyer
El eco llegó a oídos de Frank Meyer (Glenwood Partners), que le entregó un millón de dólares de capital semilla. Griffin terminó Economía en 1989 y rechazó ofertas de banca de inversión: ya tenía un hedge fund embrionario.
Citadel 1990-2007: de un cubículo a un imperio algorítmico
Nacimiento del bastión
Con 22 años abrió Citadel Investment Group en Chicago; gestionaba 4,6 millones y seis empleados. En menos de una década superó los 2.000 millones gracias a arbitraje convertible, futuros y un ejército de programadores. En 2006 emitió 2.000 millones en bonos, segunda emisión pública de un hedge fund tras Fortress.
Cultura de la puerta giratoria
El creciente rotación de personal en Citadel se volvió parte del mito: Griffin despedía sin inmutarse al 30% de la plantilla cada año; solo sobrevivían los ganadores, como aclaró en 2024.
Arte, áticos y algoritmos
Entre operaciones de trading de alta frecuencia, Griffin compró un Jasper Johns por 80 millones y batió récords inmobiliarios en Nueva York, Londres y Palm Beach, presumiendo de una cartera residencial valorado en más de 1.000 millones.
Crisis y renacimiento 2008-2013: cuando el coloso tambaleó
Octubre 2008: el filo de la navaja
Durante la Gran Crisis Financiera las principales estrategias de Citadel cayeron un 35-40 %. Los CDS sobre su deuda cotizaban peor que los de Lehman antes de la quiebra; los rumores hablaban de “Citadel toast”. Presionado, Griffin dio una conferencia telefónica pública para aplacar el pánico y bloqueó reembolsos de clientes.
Lecciones del abismo
La firma sobrevivió —cerró 2008 con pérdidas de 55 % en su buque insignia Wellington— y rebotó con retornos del 62 % en 2009. Griffin juró nunca más depender de financiación externa y creó Citadel Securities como entidad separada de market-making.
Citadel Securities: la revolución del flujo de órdenes
Cuando la comunidad de Reddit convirtieron GameStop en emblema anti-Wall Street, Citadel apareció en cada teoría conspirativa: había financiado con 2.750 millones a Melvin Capital (short seller) y, según los foros, habría presionado a Robinhood para frenar compras. Un tribunal desestimó la demanda por colusión, pero el daño reputacional fue real.
Griffin declaró ante el Congreso negando cualquier injerencia, pero en memes de Twitter su rostro coronaba carteles de “villano final”.
En febrero 2025 vació su última oficina en la torre homónima de Chicago; la mudanza cerró un capítulo de 32 años.
Controversias silenciadas: divorcio y pugnas políticas
El divorcio de los 35 millones
Su separación de la gestora Anne Dias en 2015 llenó las primeras planas: el acuerdo previo al matrimonio le garantizaba 1 millón por año de matrimonio y 22,5 millones de suma global; ella reclamó 1 millón al mes por jets y vacaciones. Sellaron la paz horas antes de un juicio público.
“Sugar daddy” electoral
Griffin ha inyectado más de 250 millones en campañas republicanas desde 2010: financió la derrota del impuesto millonario en Illinois (54 millones gastados) y, en 2024, donó 1 millón al Buckeye Values PAC en Ohio, distanciándose de Donald Trump y coqueteando con candidatos moderados.
Su lobby filantrópico chocó con republicanos populistas en 2025, cuando la Cámara propuso gravar las fundaciones grandes; Griffin advirtió de un “golpe letal” a la caridad.
Portfolio de oro: arte, ladrillo y récords
De 220 Central Park South (238 millones, récord de EE. UU.) a Carlton Gardens 3 en Londres (122 millones) y una colección de casas contiguas en Star Island, Griffin ha gastado 1.500 millones en ladrillo. Planea un mega-compuesto de 50 000 pies² en Palm Beach tras adquirir terrenos por 450 millones.
Filantropía Catalyst: ¿redimir el capitalismo?
Hasta 2025 ha donado 2.300 millones —bajo la marca Griffin Catalyst— al arte, la educación y la ciencia:
400 millones (con David Geffen) al Memorial Sloan Kettering (2023).
50 + 50 millones a centros oncológicos y neurológicos de la Universidad de Miami (2024).
125 millones al Museum of Science and Industry de Chicago, que lleva ahora su nombre.
No todo es gratitud: en 2024 congeló aportaciones a Harvard acusando a la universidad de “traicionar los valores occidentales” en su respuesta a protestas anti-israelíes.
Cultura Citadel: la élite de los “problem solvers”
En charlas con adolescentes de su antiguo instituto en 2025, Griffin confesó que suspender química fue una señal de alerta y que prefiere candidatos que sepan “hablar cara a cara” y ganar partidas de Call of Duty sólo “cuando importa”. La anécdota ilustra la mezcla de exigencia y épica que imprime a su firma.
Sin embargo, las jornadas semanales de 80 horas y la volatilidad del bonus mantienen la rotación alta y alimentan foros anónimos de ex-empleados.
Ken Griffin ha sido calificado de genio, depredador, mecenas y kamikaze fiscal. Sus números son irrefutables: 63.000 millones bajo gestión, 570.000 millones en transacciones diarias, 2.300 millones en donaciones, una fortuna personal cercana a 40.000 millones. Pero detrás de cada dato late una contradicción: el mismo hombre que critica la desigualdad financia campañas que bajan impuestos a los ultra-ricos; el filántropo que salva museos se enfrenta a estudiantes que cuestionan su influencia; el paladín del libre mercado pide regulación dura contra trading 24/7.
Quizá Griffin lo sintetizó mejor en un panel de la Milken Global Conference 2025: “Mi trabajo es anticipar puntos de inflexión; si no incomodas a nadie, probablemente llegaste tarde”.
Entrevista a Ken Griffin en la Milken Global Conferenca 2025
La historia continúa: en 2027 se alzará su torre de cristal sobre Biscayne Bay y, con ella, nuevas crónicas de audacia, riesgo y —cómo no— controversia. Mientras tanto, cada amanecer en Florida seguirá encontrando a Ken Griffin pegado a una pantalla, buscando la próxima curva en un gráfico antes que el resto del mundo.