España no es Grecia. Ya
En mayo de 2009, Simon Johnson, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, publicó un largo ensayo en la revista 'The Atlantic' que tuvo una enorme difusión y un profundo impacto.
En su texto, titulado 'El golpe silencioso', Johnson denunciaba que la industria financiera había "capturado" al Gobierno de EEUU, una situación "más típica de los países emergentes", y señalaba que "si el personal del FMI pudiera hablar libremente diría lo que le dice a todos los países en esta situación: la recuperación fracasará a menos que rompamos la oligarquía financiera que está bloqueando las reformas esenciales".
Tres años después, y mientras la mayoría de los países desarrollados ha terminado, por las buenas o por las malas, el saneamiento de su sistema financiero, España está completamente enfangada. Y muchas de las lecciones de Johnson encajan con el caso español.
Todas las crisis son diferentes, tienen sus particularidades, su toque personal, pero para los funcionarios del FMI, explicaba, "todas parecen tristemente similares". Muchos países necesitan un préstamo, acceso al crédito y ayuda, pero más que eso, lo que de verdad necesitan es hacer grandes cambios, reformas completas "para que el préstamo pudiera funcionar".
La secuencia que describe Johnson para los países en desarrollo es la siguiente. La principal preocupación de los funcionarios del FMI, y el obstáculo más grande para la recuperación, es casi de forma invariable, los políticos.
¿Por qué?
- Por lo general, escribe, estos países están en una situación económica desesperada por una razón simple: las élites se extralimitaron en la época de vacas gordas y tomaron demasiados riesgos .
- Los gobiernos y sus aliados del sector privado suelen formar una oligarquía, dirigiendo el país como una empresa con fines de lucro en la que ellos son los accionistas mayoritarios .
- Inevitablemente, las oligarquías de los mercados emergentes despilfarran el dinero y levantan grandes imperios económicos y financieros sobre una montaña de deuda. Los bancos locales, presionados por los gobiernos, se muestran demasiado dispuestos a extender el crédito a la propia élite y a los que dependen de ellos.
- El sobreendeudamiento siempre acaba mal. Siempre. Ya sea para un ciudadano, una empresa o un país. Tarde o temprano, las condiciones crediticias se endurecen y nadie les presta el dinero, o no al menos en términos asequibles.
- La situación empeora, se corta el acceso al crédito, el país sufre, llega el miedo al impago y los gobiernos se ven obligados a tomar una decisión: reestructurar el sistema bancario. Es decir, "desprenderse de alguno de sus oligarcas".
- Las élites, desde luego, se resisten a los cambios.
- El problema es que como el país no tiene recursos suficientes para ocuparse de todo el mundo, la situación se convierte en el "juego de las sillas musicales", en el que, cuando la canción termina, el menos rápido se queda sin nada. Por lo que llega el turno de las instituciones internacionales, que deben decidir no si el país necesita el dinero, pues está claro que sí. Sino si es "lo suficientemente serio".
- El rescate se vuelve necesario. Pero, ¿basta con dinero? Por desgracia, no. Puesto que las instituciones financieras cuentan con una "manera desproporcionada de influir en la política pública", una nacionalización seguida de una reprivatización no cambia demasiado las cosas, ya que "en última instancia, el intercambio gradual de un conjunto de gestores sólo cambia los nombres de los oligarcas".
Si el riesgo es que los bancos puedan ser demasiado grandes para caer, en cualquier parte del mundo, y eso no va a cambiar, entonces lo que hay que impedir es que sean tan grandes.
¿Les suena el proceso? Tranquilos, no puede ser nuestro caso. España ha aprendido la lección. Porque España no es Grecia. Ya..