¿Es el principio del fin la UE y el euro?
La pesquisa sobre por qué el Reino Unido deja la UE no tiene por qué ser muy larga. David Cameron, el primer ministro británico, parece ahora haber calculado condenadamente mal al convocar un referéndum cuando no tenía un claro liderazgo en las encuestas. Ahora ha pagado ese error con su empleo. Angela Merkel, la canciller alemana, cometió un error catastrófico al no ofrecer al Reino Unido más en su renegociación. Una cláusula de salida voluntaria en torno al libre movimiento de trabajadores, o incluso un freno de emergencia en torno a las cifras, habría acabado con el tema de la inmigración -y habría conseguido la victoria para el Remain. Ambos comparten a partes iguales la culpa de lo que ha ocurrido.
El caos reinará sin oposición en los mercados durante la mayor parte del día, mientras los traders reaccionan a un acontecimiento que puede que hayan tenido en mente, pero que en realidad no esperaban. La libra ya está cotizando en mínimos de las tres últimas décadas, mientras que el índice de referencia FTSE ha caído más de un 7 por ciento. No se sorprendan si la libra y los valores británicos siguen cayendo durante el resto del verano. Para cualquiera que quiera elevar sus horizontes más allá de los próximos días, sin embargo, la conclusión debería ser clara. Después de la paliza que han recibido los activos británicos, es la hora de comprar en Gran Bretaña. Pero es hora de vender Europa. El Reino Unido pronto estará en camino de resolver sus problemas. Para el resto de Europa sólo acaban de empezar.
El impacto económico del Brexit se ha exagerado extremadamente, especialmente para el resto del mundo. El Reino Unido supone el 3,5 por ciento del PIB global. Sus exportaciones a Europa suponen el 14 por ciento de su economía. Así, incluso en el improbable caso de que la UE bloquee ahora completamente las exportaciones británicas, estará en riesgo menos del 0,5 por ciento de la economía mundial. Eso casi ni siquiera llega a un error de redondeo. En realidad, el Reino Unido encontrará alguna forma de acuerdo comercial, y seguirá igual que antes. Algunas empresas se irán a otro sitio, con mejor acceso al mercado de la UE. Pero las empresas pequeñas crecerán más rápido con menos regulación -y algunas serán atraídas por un Reino Unido más aperturista. En términos netos, no habrá mucha diferencia. El caos político tardará tiempo en resolverse, y Escocia podría separarse. Pero ninguna de esas cosas resultará fatal. El Reino Unido ha tenido un Gobierno estable durante mucho tiempo. No hay razón para que eso deba cambiar ahora.
Será al otro lado del Canal de la Mancha donde se verán los problemas reales. Es muy difícil ser la primera persona que se va de una fiesta. Es mucho más fácil ser la segunda. Una salida británica de la UE no hará más que envalentonar a los partidos populistas de Italia, España, Francia, y quizás incluso Alemania. El punto importante es éste. El Reino Unido tenía relativamente pocas razones para dejar la UE. Es un país próspero, exitoso, con niveles récord de empleo. Prácticamente todo el mundo que quiere consigue un trabajo, aunque no esté tremendamente bien pagado. Y aún así, pese a eso, la presión de la migración masiva y la contracción de los salarios reales que ha creado, ha convencido a los votantes británicos para irse.
Gran parte de la UE está en un estado económico mucho peor. La economía de Italia es menor ahora que allá en 2000. España ha estado cerca del filo de la bancarrota, y ha visto cómo el desempleo se disparaba por encima del 20 por ciento de su fuerza de trabajo. Francia está atascada en una recesión interminable, y lucha por mantener la competitividad contra Alemania. Países más pequeños como Finlandia y Países Bajos no están consiguiendo mantener vivas sus economías dentro de una moneda única disfuncional. En esos países, la gente tiene razones legítimas para estar enfadada con la UE. Si los británicos pueden salirse y la economía sobrevive, como así será, ¿entonces por qué no los italianos y los franceses? Será más y más difícil justificar quedarse.
La UE debe cambiar y hacerlo rápido si quiere mantenerse unida. Hasta ahora ha mostrado muy poca capacidad para hacerlo. Si quiere mantenerse unida, debe entender el alcance del desafío al que se enfrenta. Debe permitir frenos temporales al libre movimiento de personas. Debe negociar un acuerdo comercial generoso con los británicos. Debe reformar la moneda única, de modo que o bien se integre lo suficiente para volver a crecer, o bien se pueda desmantelar razonablemente. Sobre todo, debe encontrar una manera de conseguir que la economía vuelva a crecer: sea mediante reformas estructurales, o un estímulo fiscal, o alguna combinación de ambos.
El Reino Unido es ahora el primer país en marcharse, pero ciertamente no será el último. A medida que esa presión crezca y crezca, y que el euro empiece a fracturarse, la región va a tener un conflicto aún mayor. Para Navidad, el Reino Unido habrá empezado a resolver su futuro económico. Pero el resto de Europa estará lidiando con las consecuencias durante años -y eso hará virtualmente imposible invertir en ella-.