Rajoy el sibilino
Desde que Rajoy consiguió la victoria en las generales a final de 2.011 ha seguido la estrategia de mantenerse en segundo plano. A Rajoy, como presidente de gobierno que es, la Constitución le atribuye la facultad en exclusiva de proponer al rey el nombramiento y separación de los miembros de su Gabinete. Es decir, quien los nombra y separa en la práctica.
A lo largo de lo que llevamos de legislatura se han aprobado, o propuesto, leyes controvertidas. Ahí tenemos la LOMCE que defendió Juan Ignacio Wert, la reforma laboral cuya cabeza visible era Fátima Báñez, las restricciones del aborto de Gallardón que parece que acabarán retirando, entre otras. El peso de la defensa de estas leyes recae sobre los respectivos ministros, pero evidentemente la responsabilidad última es de Rajoy que es quien los ha puesto ahí.
Sus apariciones públicas son escasas. Por ejemplo, a lo largo de la legislatura y dada la gravedad de la crisis que provocaba continuos aumentos del desempleo la encargada de dar tan nefastas noticias era Báñez. Eso sí, en agosto, ante unos mejores resultados en las cifras de paro fue él quien dio la buena nueva. Salió ante los medios y se congratuló de que su política económica y laboral estaba empezando a dar frutos.
Evidentemente esto tiene una clara intención electoral. El cabeza de cartel en las próximas elecciones será él, no sus ministros, por lo tanto le interesa dar una imagen de estar por encima del bien y del mal. No asumir excesivas responsabilidades ante la ciudadanía. Dar una imagen de buenismo similar a la que ofrecía el anterior rey. Solo si las noticias son positivas da la cara para apuntarse el tanto. Por tanto nos debe preocupar verlo tan poco.
Esta actitud no es casual sino propia de una estrategia diseñada por él y sus asesores. Aunque lo cierto es que tenemos otros ejemplos diametralmente opuestos. El máximo exponente de ello es Pablo Iglesias, líder y cabeza visible de Podemos quien, gracias fundamentalmente a su omnipresencia en los medios, ha conseguido unos inesperados y sorprendentes resultados electorales. De ello ha tomado nota Pedro Sánchez quien procura también salir en los medios. Controvertida ha sido su intervención esta semana en el Programa de Telecinco “Sálvame”. Pero, evidentemente, él va donde están los votos.
¿Quién sigue la estrategia adecuada? El tiempo lo dirá, pero parece que a los votantes les gustan los políticos que dan la cara, que se explican y que ofrecen sus ideas y sus propuestas en los medios. Intervenir solo en la tribuna del Congreso puede ser insuficiente, ya que los debates resultan largos, tediosos y predecibles. Las personas que los siguen son escasas.
En cualquier caso esta estrategia de Rajoy, equivocada o no, puede tener su lógica. La que puede parecer paradójico, por no decir contradictorio es el hecho de haber convertido a García-Margallo en el principal portavoz del gobierno acerca de la cuestión catalana. Esta semana ha sido el encargado de dejar caer, sugerir la posibilidad de la aplicación del artículo 155 de la Constitución si Mas persevera en su actitud. Y no es la primera vez, ya había tenido llamativas intervenciones al respecto. Curiosamente el ministro de Asuntos Exteriores. Esto es una clara una decisión estratégica. Es extraña pero ha de tener alguna explicación que se me escapa.
El asunto catalán es en realidad una partida de ajedrez en la que Mas juega con blancas y, por tanto, lleva la iniciativa. Pero en cualquier partida cada jugador lleva previstas antes de realizar los movimientos varias jugadas y alternativas. ¿Cual será la celada que tengan preparadas las negras para desactivar el proceso? ¿Acertará Rajoy?
Parece ser que existen unas inteligencias superiores (dirigentes políticos) que mueven los peones (ciudadanos) sin importarles su sacrificio con el fin de ganar la partida.
En fin:
“Los designios del Señor son inescrutables”.
“Dios escribe derecho con renglones torcidos”.