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El recadero de Bush - Política

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El recadero de Bush - Política

Corría el año 2.013 de nuestra era cuando el presidente más acomplejado que hemos disfrutado recientemente, José María Aznar López, en adelante Aznarín, pretendió situar a España en el lugar que “históricamente le correspondía”.

Otro presidente de la misma brillantez, en este caso en EE.UU. , George Bush, en adelante Bushito, entendió que su nación debía cumplir el papel que la historia le había encomendado y debía librar a la humanidad de la amenaza de Saddam Hussein, que se estaba dedicando a fabricar armas de destrucción masiva.

Como sucede actualmente, España formaba parte del Consejo de Seguridad y Bushito, se lo soplaría algún asesor, pensó que España debía tener un gran ascendiente sobre la comunidad iberoamericana por lo que le interesaba de aliado. Bushito que sabía que no iba a poder sacar adelante una resolución del Consejo de Seguridad (se conocía la intención de vetarlo por Rusia, China y Francia), quería obtener una legitimidad moral para la intervención. Necesitaba al menos conseguir nueve votos favorables a la misma (número de votos necesarios para aprobar una resolución si no hubiera vetos) y se daba la circunstancia de que México y Chile también eran miembros temporales del club. Por tanto el César envió al Gobernador de Hispania a que convenciera a Lagos y Fox. Estos le dijeron, en lenguaje diplomático, que nasti de plasti y que cogiera el avión de vuelta. El ridículo de nuestro país, aunque los medios de la derecha consideraban que Aznarín era un gran estadista, fue mayúsculo. Aznarín da para relacionarse con Gadafi, no para más. Ni llegaron a presentar la propuesta de resolución al Consejo.

La intervención se produjo sin resolución y por ninguna parte aparecieron las terribles armas. Así nos lo hizo saber, entre sonrisas, Bushito. La CIA ha tenido a lo largo de su historia sonadas meteduras de pata, pero en aquella ocasión no se trató de un error. Aquella intervención tuvo (a fin de cuentas es lo que mueve el mundo) motivaciones económicas. El programa “petróleo por alimentos”, suponía un lucrativo negocio (amén de para Saddam), para Francia, Rusia Y China (países que iban a vetar, curiosamente) y las empresas norteamericanas no participaban del pastel. Por otra parte el lobby armamentístico norteamericano (después de la decepción que les supondría el final De la Guerra Fría) necesita de conflictos para dar salida al stock de armamento, y así poder vender a su gobierno los nuevos avances tecnológicos de su industria. Todo ello unido a que la Casa Blanca era republicana (más belicosos y receptivos a los intereses de las grandes empresas) provocó que a pesar de la gran oposición de la población mundial , del Consejo de Seguridad y de una gran mayoría de países se invadiera Iraq.

De aquellos polvos esto lodos y ahora Iraq es ingobernable y ha surgido en su territorio el Estado Islámico con el enorme problema que supone para nuestra civilización.

El Gendarme del Mundo estaba acostumbrado a imponer dictaduras afines a sus intereses cuando los gobiernos de otras naciones (aunque como en Chile fueron democráticamente elegidos) no eran de su agrado. Pero no es lo mismo una dictadura militar en la que imponiendo determinados niveles de terror sobre la población se puede controlar un país, que imponer la democracia (excusa que utilizaron, amén de la de acabar con el terrorífico arsenal iraquí). Una democracia supone otorgar el poder al pueblo y dotarlo de libertades. No siempre se puede controlar lo que vota y el uso que haga de la libertad adquirida un pueblo.

La democracia se debe establecer por convencimiento, no por imposición. El mundo musulmán se encuentra en su Edad Media (curiosamente el año 1.435 de su era) y no existe aún una separación entre la religión y el poder político. Hasta que ésta no se produzca es difícil que puedan tener sociedades homologables a la occidental. Esto se conseguiría aumentando el nivel cultural de su población para que surgieran nuevos pensadores amén de los que existan, como sucedió en Europa, que impusieran nuevas formas de entender la religión, y no lanzando misiles tomahawk. Éste será un proceso costoso y a largo, largo plazo. Pero el problema del radicalismo islámico es más acuciante.

EE.UU. como potencia hegemónica ha de procurar mantener los equilibrios internacionales y no provocar otros nuevos como hicieron en Iraq, país que la mano férrea del tirano tenía controlado, y que aquella actuación sumió en el caos. Más inteligente ha sido Obama al no apoyar militarmente en Siria a los rebeldes consciente que caído Bashar al Assad sus sucesores serían peores para su pueblo y provocaría nuevos desequilibrios regionales (lo que más interesa evitar) con el ascenso del Estado Islámico.

De momento, en gran medida gracias a la sabiduría de algunos gobernantes, el radicalismo islámico se extiende y supone una gran amenaza para nuestras libertades. Tampoco es de temer que el Islam se lance a la recuperación militar de Al-Andalus, pero como se generalicen los atentados terroristas en nuestros países corremos el riesgo de que nuestros políticos limiten derechos y libertades (como sucedió tras el 11S). Ya sabemos que se muestran prestos a la hora de limitarlos y remisos a la de concederlos. Si además tenemos en cuenta que nosotros los tenemos a tiro de piedra, y que el amigo americano con la fracturación hidráulica no tiene tanta necesidad energética, quizá seamos nosotros los que tengamos que poner los muertos en esta ocasión.

Si no fuera porque no dudo de la virtud de doña Barbara y cierto parecido físico aún no me explico como un hombre de la capacidad de George Bush (no confundir con Bushito) pudo procrear semejante engendro. Misteriosa y compleja ciencia, la genética.

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