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El Gran Estadista

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El Gran Estadista

Ha ya mucho tiempo que me di cuenta de que España no era aquella gran nación que nos explicaban en la escuela postfranquista, pero el actual nivel de irrelevancia internacional de nuestro país creo que queda muy lejos del que la lógica atribuiría a un país de cierta importancia.

La verdad es que el nivel como estadistas de nuestros dirigentes en democracia (con alguna excepción) es realmente para que nos lo hagamos mirar.

Tras la muerte del dictador el nuevo rey al heredar de Franco la Jefatura de Estado era consciente de que para la supervivencia de la Monarquía era preciso que nos convirtiéramos en una democracia homologable a la del resto de países de nuestro entorno. El elegido para ello, Adolfo Suárez, decepcionó tanto dentro como fuera de nuestro país al ser un político que provenía del régimen franquista. Sin embargo, y el tiempo le dio la razón, la elección fue certera porque era necesaria una persona pragmática que no levantara recelos en exceso entre aquellos que todavía tenían la mentalidad de que como vencedores de la guerra no tenían por qué hacer ninguna concesión.

Adolfo Suárez era ambicioso y de esos políticos adaptables a las modas de cada momento; de tal manera que si los nuevos tiempos exigían democracia, el sería un demócrata de toda la vida y se puso a la tarea de una empresa a las que pocos auguraban éxito. Tuvo que lidiar con la herencia de las Cortes franquistas, con una crisis económica a la que se le empezó a ver el rostro, con una extrema derecha que no se resignaba y con unos terroristas en el País Vasco que hasta hace poco jugaban a conseguir la involución en el país con el fin de lograr su pretendida independencia. Su éxito fue indudable y aunque todos destacan al anterior rey como el que frenó el intento del 23-F (pudiera ser así, aunque cuando de aquí a alguna década se desclasifiquen algunos documentos, quizá los historiadores puedan aclarar las sombras que se ciernen sobre su verdadera actuación) fue Suárez el que con su valor ante las metralletas de Tejero mantuvo la dignidad de la legitimidad de nuestra democracia. Consiguió vencer las dudas internacionales sobre su figura, aunque para conseguir el reconocimiento en nuestro país es condición sine qua non haber fallecido.

El único verdadero estadista que en mi opinión ha tenido hasta ahora nuestra democracia ha sido Felipe González (poco más se le podía exigir a Suárez de lo que hizo y Calvo-Sotelo apenas tuvo tiempo de calentar la poltrona) aunque no sea santo de mi devoción y tuviera sus sombras, sobre todo al final. Felipe ha sido el político más carismático que ha tenido nuestro país, pero además era inteligente, tenía los pies en el suelo, era realista y por tanto sabía el lugar que nuestro país ocupaba en el ámbito internacional. No es lo más destacable la integración en la CEE, ya que aquello fue la culminación de un proceso que venía del pasado. Lo principal fue que un político que generaba dudas por su juventud e inexperiencia en los principales líderes europeos se ganó el respeto tanto de Mitterrand, como de Kohl y finalmente hasta de Thatcher. Un líder con personalidad puede conseguir logros por encima del país que representa. Probablemente pase a la historia como el principal gobernante de largo en nuestro país del siglo XX, aunque para ello parece exigible el requisito previo de su fallecimiento.

A partir de ahí parece que nos ha mirado un tuerto. Su sucesor Aznar ha sido para muchos (principalmente los sectores de la derecha que deben estar necesitados de ello) un gran estadista, opinión que no comparto. No voy a mencionar el “extraordinario” servicio que prestó a nuestro país calificando de pedigüeño a Felipe cuando se estaba batiendo el cobre en Europa, negociando unos fondos estructurales y de cohesión que tantos beneficios han supuesto en el despegue económico de nuestro país. Su hoja de servicios como presidente es suficiente por sí misma. Evidentemente la sombra del legado de Felipe era alargada y este acomplejado señor se vio en la necesidad de superarlo.

Ya se sabe que EE.UU. es un país donde su prosperidad está muy por encima del nivel cultural medio de su población. Ello provoca que su electorado en ocasiones se sienta abrumado ante los currículos de determinados candidatos como Al Gore o John Kerry, y prefieran a alguien así como ellos: campechano, simpático y más simple, es decir, Bush hijo. Los lobbies y poderes fácticos ya se encargan de financiar las campañas y suelen conseguir presidentes más manipulables y receptivos a sus intereses. Se unieron el hambre con las ganas de comer; Aznar para darse ínfulas de importante y Bush para conseguir el apoyo de un miembro del Consejo de Seguridad que además pudiera tener algún ascendiente en la comunidad iberoamericana. A partir de ahí el espectáculo Aznar se daba día tras día. Su nuevo jefe lo envió a convencer a Lagos y Fox para que Chile y México (también miembros entonces del Consejo) apoyaran su propuesta de invasión de Irak. De su misión volvió con el rabo entre las piernas. Después del fiasco que supuso la inexistencia de las susodichas armas no le quedó más remedio que reconocer que su convencimiento se basaba exclusivamente en la información que le había facilitado Bush. Es un ser humano donde todavía desconozco donde queda su sentido del ridículo. Todos recordaremos cuando se puso a hablar español en el imperio con acento texano demostrando tener la personalidad de una ameba. Como para él eso del reconocimiento es lo que debe realizarle como individuo, pagó del erario público a los imprescindibles lobbies para captar votos y que le concedieran la Medalla de oro del Congreso de los EE.UU. En el discurso que dio en el Capitolio la falta de interés de los parlamentarios en escucharlo provocó que alguien de protocolo ordenara a los funcionarios que rellenaran el auditorio y actuaran de figurantes. En definitiva el para no sé quién gran estadista, a otros nos hacía sentir vergüenza no ya ajena (cada cual está en su derecho de hacer el ridículo cuantas veces considere oportuno), sino propia porque lo hacía representando a nuestro país. Aún estará a la espera de que le concedan la dichosa medallita.

Salimos de Guatemala y entramos en Guatepeor. Zapatero no tendría muchas expectativas de conseguir la victoria y entre sus promesas estaba la retirada de las tropas de Irak. Las circunstancias le concedieron una victoria con la que no creo que soñara y empezó la demostración de su nivel. De Zapatero ya sabemos que no destacaba por su preparación en economía, pero yo me pregunto si tenía idea de algo. Es cierto que había hecho una promesa pero un gobernante debe saber gestionar sus actuaciones políticas, por lo que sorprendió la inmediatez con la que ordenó la salida del ejército. No sé sabe si sería un calentón o qué lo que le llevó a tomar la decisión de forma tan abrupta. Un político serio negocia con mesura y trata de buscar una salida equilibrada donde pudiera cumplir su promesa aunque hubiera que hacer alguna cesión. Pero ahí se le acabaron las bravatas, se pasó el resto de la legislatura lampando por la atención del César y con el pobre Moratinos desesperado tratando de buscar alguna solución. Para recuperar su estatus de “líder mundial” presentó ante la ONU su propuesta de “Alianza de Civilizaciones”. Creo que las carcajadas silenciosas se producirían en todos los idiomas que por allí se hablen excepto el español (y solo el de España) y el turco; teniendo en este último caso su explicación en el interés de Erdogan en conseguir la integración en la UE y le parecería conveniente unirse al nuevo iluminado internacional. Aquello fue languideciendo, hasta el turco se aburrió y quedó en nada. Lo único inteligente que le recuerdo a Zapatero fue que adelantara las elecciones por el bien del país (corríamos el riesgo de que lo de Grecia a nuestro lado fuera una broma) y no presentarse para evitar una mayor debacle de su partido.

A Rajoy sus dos anteriores predecesores le dejaron el nivel tan difícil de superar, que al menos hay que reconocerle que se mantiene en la línea trazada. Entre sus “logros” está el conseguir que España sea el primer y único de los cuatro países pilares del euro que no está representado en el Consejo Ejecutivo del BCE. Ya se sabe que es el alumno más aventajado de Angie y al que no se lo conoce la más mínima queja pública a las políticas de Frau Merkel. Cabría esperar alguna contrapartida ante tanta lealtad y servilismo y así parece que sería. Antes de las europeas los conservadores europeos acordaron apoyar al elegido de la Frau, Juncker, como presidente de la Comisión Europea con el entusiasmo de Rajoy que esperaba obtener como contrapartida darle buenas colocaciones a Arias Cañete y De Guindos. Cañete parece un hombre competente y capaz; pero es también mayor, de mentalidad conservadora y lenguaraz. Le traicionó el subconsciente en el famoso debate, y como la colocación de comisario la tenía ya prometida costó Dios y ayuda que le dieran una Comisaría de segundo orden en una Europa donde tanto nivel de machismo no tiene tanta comprensión como aquí; y gracias a que votaron al promotor de la evasión fiscal de grandes empresas en Europa, Jean-Claude Juncker. Ya solo quedaba De Guindos. Resultado: agua de nuevo. Como Rajoy solo aparece para dar buenas noticias (razón por la que se le ve tan poco) ha encargado a sus voceros que busquen enemigos externos. Da la casualidad de que la diferencia era de un voto, por tanto el primero que se les ocurrió fueron los griegos (si Grecia vota a uno de los países que han sido más beligerantes con ellos hubiera pasado a los anales de los despropósitos). Siguieron buscando y ahora la culpa es de los antipatriotas socialistas. Con tal de no asumir su fracaso son capaces, como Felipe II, de culpar hasta a los elementos. Y es precisamente ahí donde radica el quid de la cuestión, en los elementos. Los “elementos” que nos gobiernan, lógicamente.

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