La dictadura del capitaliado
Realmente que los ciudadanos creamos que en nuestras democracias occidentales el poder está en manos del pueblo tiene grandes similitudes con pensar que existen los Reyes Magos. A lo largo de la historia siempre han gobernado las élites, aunque con mayor o menor tolerancia con la plebe según la época. Eso ha sucedido con las teocracias, con la República de Roma, con los sistemas feudales, con los totalitarismos comunistas y se podrían dar muchos más ejemplos, aunque yo pretendo concluir en que en la actualidad tampoco es tan diferente.
En cualquier caso ya digo que en unas ocasiones se ha respetado más que en otras al pueblo llano y nuestros sistemas democráticos, al otorgarnos el derecho al voto, permiten que al menos nos traten con cierta consideración y tolerancia; nos concedan algunos beneficios, derechos y libertades y, resumiendo, nos tengan cierto respeto, aunque solo sea por el hecho de que se ven obligados a ello si quieren seguir en la poltrona. Pero de ahí a creer que están realmente al servicio del pueblo es pecar de una gran ingenuidad.
La historia no es lineal y ha tenido sus revoluciones y sus involuciones, y me temo que en la actualidad estamos en el segundo de los casos.
Normalmente en la vida las cosas no suelen ser ni blancas ni negras, sino que presentan diversas tonalidades. Esto tampoco quiere decir, opino, que, como decía Aristóteles la virtud esté en el término medio, aunque no creo que este trascendental filósofo pretendiera con su frase establecer con precisión matemática donde estaba éste (lo que muchos denominan la “dictadura del término medio”) sino más bien dar a entender que había que huir de los extremismos. Posteriores filósofos, como Hegel, establecieron una dialéctica, un debate de posiciones en ocasiones antagónicas, para tratar de llegar a una conclusión que, sin que tuviera que significar necesariamente la utópica virtud, al menos permitiera progresar.
El problema que tenemos en la actualidad es que no existen ideas alternativas reales al pensamiento único imperante (principalmente en materia económica) y esto nos puede conducir, si no estamos ya, a la antedicha involución.
El fiasco del comunismo ha llegado a considerar anatema toda la vasta obra de una inteligencia privilegiada como la de Karl Marx que realizó importantes aportaciones en campos como la filosofía, la economía, la sociología o la historia. Marx, como cualquier otro intelectual que haya dado la historia, hay que situarlo en su contexto histórico para comprenderlo. Él, ya en su obra, con evidente influencia hegeliana (aunque con una concepción materialista y no idealista), nos hablaba de la contraposición de la tesis y la antítesis para llegar a la síntesis. Después esta síntesis se convertía en nueva tesis y mediante un continuo debate (dialéctica) se producía el progreso social. El problema no es tanto Marx, sino aquellos que al considerarse marxistas entienden que su ideario es dogma de fe. No creo que nadie esté en posesión de la verdad absoluta y a Marx lo que hay es que valorarlo porque de todos se aprende. Evidentemente tratar de trasladar las ideas de un pensador del siglo XIX a la realidad del siglo XXI sin más, es el error en el que creo están los comunistas de IU (a Podemos es mejor no referirse porque ayer decían una cosa, lo que digan hoy es diferente y sus posiciones de mañana son toda una incógnita). En cuanto a la otra pretendida izquierda, que llevan en sus siglas la palabra socialista, pero que ahora se definen como socialdemócratas, carecen de ideas realmente transformadoras y se limitan a intentar dar un toque social, cuando pueden y no nos llevan a la ruina, al pensamiento único liberal imperante.
El capitalismo en sí mismo tampoco es que tenga que ser negativo ni mucho menos, sino puede que todo lo contrario. Para un lego en la ciencia económica quizá lo fundó aquel antepasado nuestro que cuando cazó dos conejos intercambió uno de ellos por varias manzanas con un vecino. A partir de ahí surge la especialización y el comercio que es lo que históricamente ha convertido las sociedades en prósperas (sobre todo cuando existe libertad para efectuar los intercambios). Pero esto ya lo hacían griegos y fenicios, y, que yo sepa, por entonces aún no había nacido el padre del liberalismo, Adam Smith, quizá el primer gran economista de la historia.
El problema surge cuando se considera al capitalismo liberal como el estado de máxima perfección económica, ya que si lo hemos alcanzado carece de sentido intentar progresar. Como de las virtudes del pensamiento único ya se encargan muchos de repetirlas hasta aburrirnos, tampoco pasa nada por enumerar algunas de sus carencias o defectos, que al menos en mi opinión, se me ocurren:
1. La ley de la oferta y la demanda es una buena manera de fijar el precio de los bienes, quizá la mejor que se conoce, pero no es perfecta en absoluto. Aunque si creemos que la aportación a la sociedad de Messi es superior a la de cualquier premio Nobel en alguna de sus disciplinas me callo. Caso contrario cabría valorar un justo sistema fiscal como un necesario elemento corrector de desigualdades.
2. Los agricultores para evitar la caída de precios de sus productos se ven obligados a destruirlos en muchas ocasiones. Esto provoca la aberración de que en un planeta que tiene capacidad de producir alimentos para toda su población un alto porcentaje de la misma pase hambre, en muchas ocasiones severa.
3. Es razonable pensar que el comercio lleva a la prosperidad. Pero eso es una cosa y otra la vorágine consumista a que nos vemos abocados, para que el sistema no colapse. Eso provoca que adquiramos, por ejemplo, ordenadores o móviles con unas prestaciones que la mayoría solo utiliza en un pequeño porcentaje. O que en un país como el nuestro, donde la velocidad máxima está limitada a 120 Km./h., se permita la comercialización de deportivos con capacidad de casi triplicar dicho límite sin instalarle algo tan tecnológicamente simple como un limitador de velocidad, pongamos de hasta 150 ó 160 Km./h. Lógicamente de hacerlo perjudicaría notablemente al sector automovilístico y provocaría problemas al sistema productivo. Es preferible multar y recaudar con ello, que hacer lo anterior y así evitar muchos accidentes mortales.
4. La desregulación que exige el liberalismo provoca que se intercalen los períodos expansivos con las contracciones económicas cuyas consecuencias sufren las clases más desfavorecidas por regla general. En ocasiones las bases del crecimiento económico son de poca consistencia y la crisis que le sigue es de caballo, como sucedió con la Gran Depresión norteamericana o con la liberalización del suelo en nuestro país por parte del milagrero Rato (aunque realmente se trate de una crisis a nivel mundial). En el primer caso necesitaron de una guerra para superarla. En la actualidad ahí estamos, aunque es comprensible que no se tomen medidas más drásticas dado que no corremos el riesgo de que los japoneses desembarquen en California como temían los norteamericanos.
5. La libre competencia es muy positiva, pero cuando se da entre países con realidades económicas y derechos sociales realmente dispares, la competencia se produce de forma distorsionada lo que nos conduce a que ésta se produzca en forma de regresión de derechos sociales. No debiéramos permitir que la libertad de movimientos de capitales, que es positiva, no viniera acompañada de un control internacional que corrigiera estas distorsiones.
6. Nos obliga a perder la perspectiva humanista y el sentido del ser humano como individuo que busca su desarrollo personal. Así el trabajo, que en realidad no debiera ser más que un medio, se convierte en un fin. Ya no se trabaja para vivir, se vive para trabajar.
7. Por mucho que pretendan convencernos los empresarios nunca han tenido, ni tienen actualmente, el más mínimo interés en difundir los valores democráticos occidentales allá donde invierten. Su interés es simple y llanamente obtener el máximo beneficio con una visión cortoplacista y miope de sus consecuencias a medio/largo plazo. Esto ha supuesto que hayamos convertido a un régimen atroz para con su pueblo, en un gigante (y quizá con los pies de barro) económico. De tal manera que nuestra chinodependencia ya es irreversible y la ralentización que actualmente sufre su economía pueden provocarnos unas consecuencias en las que los economistas no se ponen de acuerdo, pero que ya conoceremos más pronto que tarde. No niego a China (actualmente una verdadera dictadura del capitaliado) su derecho a ocupar el papel internacional que le corresponde, pero sí reivindico el derecho de su ciudadanía a unas libertades y derechos que se aproximen en algo a los occidentales. Hecho en el que nosotros debiéramos ser los primeros interesados, por la cuenta que nos trae.
8. Etc.
El liberalismo imperante (hijo de Adam Smith) atribuye exclusivamente el desarrollo económico (y hasta el social) experimentado por la humanidad en los dos últimos siglos a sus virtudes ideológicas. No dudo de la importante aportación a la economía de Adam Smith, pero lamentablemente (y creo interesadamente) olvidan algunas cuestiones:
1. Contemporáneo de Smith fue un tal James Watt que inventó la primera máquina de vapor, invento clave para que se produjera la Revolución Industrial con la utilización de los combustibles fósiles. Esta revolución es equiparable en importancia a la que dio origen al Neolítico (desde el Paleolítico) al descubrir el hombre la piedra tallada, desarrollar la agricultura y ganadería, y pasar de ser nómada a sedentario.
2. Principalmente durante el siglo XIX surgieron figuras como la de Karl Marx que crearon una conciencia de clase entre los trabajadores (proletariado) que pasaron al activismo político y sindical. No creo que si el conservador Von Bismark no hubiera llegado a verle las orejas al lobo hubiera creado el primer germen de seguridad social de la historia.
3. Marx, cuando incitaba a la revolución en su obra, apostaba porque la misma se produjera en los países más avanzados de Europa como eran Francia, Reino Unido o Alemania, pero no imaginaba que la misma se daría en el país más atrasado, Rusia. Evidentemente la semilla revolucionaria germinó en un país donde la nobleza y el clero tenían sometida a la población a una situación prácticamente esclavista. En los países más avanzados ya habían procurado ponerse algo las pilas ante lo que veían venir.
4. El estado del bienestar del que tanto presumimos en Europa (y que peligra realmente) tuvo su origen precisamente en el temor que inspiraba en EE.UU. la expansión soviética en una Europa empobrecida tras la guerra. Desde que la amenaza soviética desapareció en 1.989 (y no tanto desde la actual crisis) parece que lo que antes se podía permitir ahora ya no es posible. No hay más que ver que lo que les parecía bien para Europa, los norteamericanos no vieron tanta necesidad de hacerlo en su propio país.
Al principio ya decía que dudaba de que los políticos que elegimos estén realmente al servicio del pueblo al que se supone representan. Si así fuera no se explica que los paraísos fiscales se encuentren ubicados en lugares que o pertenecen o están en el ámbito de influencia de las democracias más poderosas del planeta. Si tenemos en cuenta que se calcula que en torno a un tercio del PIB mundial se encuentra depositado en ellos no creo que sea necesario tan siquiera saber sumar dos y dos. Los “formadores” de opinión lo consideran como parte del paisaje, algo que hay que aceptar porque las cosas son como son y no se pueden cambiar. Así lo expresa el amigo Eduardo Inda. Alfonso Rojo destaca que el gasto social en Europa supone el 60% del que existe en el planeta, entendiendo que es éste el problema y no el hecho de que en el resto del planeta solo suponga el 40%. Por parte de la socialdemocracia a lo más que aspira ya es a conseguir la “igualdad de oportunidades”, de tal manera que para ellos a los menos capaces, a los más desfavorecidos, poco menos que les puede partir un rayo. Y si te marchas más a la izquierda, sí lo denuncian, pero tienen unas propuestas económicas que asustan, sobre todo si se llevan a cabo unilateralmente. Ayer Paco Marhuenda declaraba en “La Sexta Noche” que Europa caminaba hacia la decadencia. Yo más bien considero que no es que camine sino que está. El modelo social europeo está en claro peligro, cuando se imponga el norteamericano ya vemos las tensiones sociales que provoca su insolidaridad, y si fuera el chino hago las paces con Artur Mas y le pido asilo en la Luna.
El problema que tenemos en nuestras actuales democracias es que elegimos a políticos que parecen más preocupados por sus futuras colocaciones que por servir a sus electores, o que tenemos un sistema de financiación de los partidos en que se permite la injerencia de los poderes económicos. Ya escribí algo al respecto en su momento:
http://libreopinion.forospanish.com/t99-financiacion-publica-vs-financiacion-privada
Debiéramos comprender que si queremos democracia de verdad algo debemos pagar por ella. Y aunque ignorante en economía soy consciente de que cuando hay voluntad política de hacer las cosas, éstas se hacen y la historia está llena de ejemplos. De la misma manera que cuando no se presentan alternativas, cuando se impone un solo modelo, cuando no gobiernan los políticos (de verdad) sino los tecnócratas, se produce la involución que es en lo que estamos.