Seamos productivos, bajemos los costes
Siempre se nos ha tachado de ser un país con una baja productividad, y a tenor de los datos emitidos por los organismos supranacionales y los nuestros propios, las matemáticas no fallan.
¿Cómo conseguir aumentar nuestra productividad?
La mano de obra
Durante los años noventa hasta ahora, desde la patronal y desde algunos sectores gubernamentales, siempre se ha acentuado la necesidad de bajar los salarios y el despido como método de aumentar el incentivo en el mercado laboral además de disminuir los costes y tener mayor productividad.
Una disminución en los costes salariales, favorece a las empresas a que puedan fabricar a un coste menor, y puedan ser más competitivos en los mercados internacionales. De hecho, se ha podido observar como desde la primera mitad de los noventa hay un aumento de la externalización de la producción hacia países con menores costes salariales. En España hemos vivido estas circunstancias, como por ejemplo en el sector automovilístico, donde muchas plantas de producción han decidido abandonar España e irse a países con unos salarios más bajos, para poder seguir compitiendo en los mercados internacionales.
El aumento de las garantías sociales, así como el crecimiento moderado que han experimentado los salarios en los últimos 25 años han propiciados que muchas multinacionales que vinieron atraídas por nuestro retraso hoy ven con mejores ojos otros países de la Europa del Este.
Es cierto que unos menores salarios pueden ayudar a que los costes disminuyan, pero además se entra en un terreno perverso, puesto que si nuestros salarios disminuyen nuestro poder de compra es menor. Esto provoca cierto malestar social ante este tipo de acciones, y puede provoca una disminución en la cadena de producción que haga peligrar la productividad de ciertos sectores industriales donde la mano de obra es un factor clave en la innovación y creación de nuevos productos. Además, ¿estamos dispuestos a trabajar más por un menor salario?
Materias primas
Todos conocemos nuestra dependencia sobre el sector energético, y cuanto daño hace las subidas del petróleo en nuestros costes y en nuestros precios. Nuestra balanza por cuenta corriente sigue siendo negativa, esto implica que importamos más que exportamos.
A si mismo, este hecho tiene una repercusión en nuestros costes. Ya no solo por el precio energético sino en si mismo, por lo caro que nos resultan las materiales para la fabricación en los mercados mundiales. Esto provoca un aumento en nuestros costes y por tanto en nuestra productividad.
¿Quiero ser competitivo y tu?
Como he comentado antes, la competitividad repercute sobre el precio del producto. Por ejemplo, el sector textil se ha visto perjudicado por la producción y venta del textil chino en los últimos años. Y es que los chinos son unos grandes imitadores, y muchas multinacionales no tienen en cuenta, que cuando vamos a china a producir, los chinos aprenden el método de producción y luego son ellos quienes copiando pueden sacar marcas propias a precios más bajos.
Hay empresas de móviles chinas que han copiado enteramente las placas de los móviles Nokia. Ellos cogen un móvil Nokia lo destripan, lo estudian, y simplemente lo plagian.
Por tanto, externalizarse nos ofrece ventajas competitivas en cuanto a costes, pero damos ideas a los chinos para que por su cuenta puedan crear una industria propia aún más grande.
Hay además problemas con al tecnología, y con la innovación. Si somos capaces de innovar y de no importar las ideas, seremos capaces de tener una ventaja con respecto al resto. El mercado mundial es nuestro mercado local. No solo debemos enfocar nuestras estrategias con nuestro competidor de al lado, sino también con nuestro competidor alemán, francés, chino o australiano.
La competitividad es un factor clave para poder ser lideres en los mercados internacionales y para ello, no solo sirve la rebaja de costes, sino además saber interpretar el mercado e innovar nuevos planteamientos que ayuden a tener una ventaja competitiva sobre el resto de empresas globales.