En contra de lo que parecía más probable, Mario Draghi ha decepcionado en el día de hoy.
La atención del mercado se concentraba principalmente en dos puntos de su discurso (se daba por hecho que ninguna nueva acción iba a ser anunciada hoy).
El primero era la posible concreción del importe del programa de compras de ABS anunciado en septiembre (el consenso previo de Reuters apuntaba hacia los 200.000 millones).
El segundo punto, más subjetivo y cualitativo, tenía que ver con la valoración que Draghi hiciera de la situación económica en términos de crecimiento e inflación, y que permitiese calibrar las posibilidades de que nuevas medidas fuesen a ser anunciadas en el futuro. Esta era la cuestión principal, pues los inversores ansían un proceso de relajación cuantitativa en la Eurozona, dada la desaceleración económica de la Eurozona y la poca visibilidad que están teniendo las medidas ya tomadas.
El presidente del BCE no ha cuantificado el importe del programa de compras de ABS, y se ha limitado a lanzar un mensaje de unanimidad en la postura de tomar más medidas no convencionales si fuese necesario, careciendo este mensaje de novedad alguna.
La reacción de las bolsas (especialmente las periféricas), de los bancos, del Euro y de la rentabilidad de la deuda ha sido unánime, desatando una oleada de venta de activos.
Al contrario de lo sucedido en otras ocasiones, esta vez las cotizaciones no descontaban algo que finalmente no ha ocurrido (durante toda la mañana las bolsas europeas han estado en números rojos). Más bien, dentro de la tendencia claramente bajista de las bolsas a corto plazo, se veía en la comparecencia de Draghi una de las oportunidades más claras para detener los descensos.
Pero la decepción de hoy no cierra ninguna puerta. La historia reciente del BCE contiene varios ejemplos de gran volatilidad en la percepción de sus futuros movimientos.
El pasado mes de mayo, al comienzo de la comparecencia de Draghi, el mercado cotizó una gran decepción al ver la inacción del BCE cuando la inflación estaba cayendo de forma acelerada, y existían temores de que Europa entrara en deflación. El Euro llegó a subir hasta la zona de 1,40 en su cambio frente al Dólar. A lo largo de la comparecencia, Draghi deslizó la idea de que en junio podrían “sentirse cómodos” actuando. El Euro, las bolsas y el resto de activos se dieron la vuelta con gran estrépito. Un mes después, en junio, el BCE anunciaba un programa de actuaciones en distintos frentes (bajada de tipos, tasa de depósitos en negativo, programa TLTRO y estudio e compras de ABS) que superaba con creces las expectativas del mercado, y desbordaba las que existían un mes antes.
Aunque hoy los mercados se hayan sentido decepcionados con Draghi, las posibilidades de que aumente sensiblemente la liquidez en el sistema fruto de las políticas monetarias son exactamente las mismas que había 10 días atrás, cuando las bolsas tocaban máximos anuales el 19 de septiembre. El compromiso del BCE es llevar su balance a los niveles del año 2012, lo que supone que tendrá que ampliarlo en más de 600.000 millones de €.
Pero las caídas se aceleran, y una gran oportunidad para revertirlas se ha perdido.