Las Bolsas europeas han vivido una jornada muy discreta, que podría haber sido mucho más bajista, a tenor de lo sucedido con los mercados chinos. La Bolsa de Shangai ha vuelto a desplomarse un 6%, tras conocerse un mal dato de precios de viviendas en el mes de julio, que ha castigado especialmente a los valores constructores.
El Banco Popular de China se ha visto obligado a inyectar hoy la mayor cantidad de liquidez en el mercado desde hace muchos meses, en un nuevo movimiento recubierto de cierta artificialidad, temiendo probablemente una fuerte salida de capitales de China, fruto de las últimas depreciaciones en la divisa.
Parece claro que el presente y el futuro inmediato de los selectivos europeos se escribe en mandarín. Todo empezó con una pequeña desaceleración del crecimiento chino (natural, por otro lado), que motivó una oleada de medidas expansivas por parte de las autoridades del país, y que llevó asociada una fortísima subida bursátil. El estallido de esa burbuja local, y el desplome posterior, ha magnificado la percepción de los problemas y desequilibrios de la economía china. Las Instituciones del país respondieron con cierta sobreactuación para frenar los desplomes bursátiles e incrementaron también las medidas cortoplacistas para relanzar el crecimiento, lo que no ha hecho si no atraer más atención y provocar más desconfianza.
Nadie sabe a ciencia cierta qué puede pasar en China, país que se rige por parámetros muy alejados de los cánones occidentales, y que ha llevado a cabo un experimento inédito que mezcla la planificación estatal de la economía con el ultraliberalismo.
De esta forma, los inversores no acaban de tranquilizarse, manteniendo en su subconsciente un miedo potencial a lo que pueda suceder. Cuando no son los datos macroeconómicos, es el tensionamiento de los tipos del mercado interbancario, o el comportamiento de las Bolsas chinas, o la quiebra de empresas puntuales, o el movimiento del Yuan, o las caídas de las materias primas generadas por cualquiera de los anteriores factores. Noticas aisladas de escaso alcance, pero que se van sumando, creando una sensación imprecisa de que algo no funciona en la economía que más crecimiento mundial genera.
Estos últimos temores están drenando la inercia alcista con la que se manejan las Bolsas, y que, en ausencia de los mismos, habría tenido mucho más efecto tras el acuerdo alcanzado con Grecia.
En las últimas cinco sesiones, las Bolsas europeas han cerrado muy alejadas de los máximos intradía que llegaron a registrar, prueba del temor y la desconfianza que se ha generado por la cuestión china. Lo cual constituye un patrón de comportamiento en el corto plazo que será necesario dejar atrás para volver a acercarnos a los máximos anuales, movimiento que se intentó en la segunda mitad de julio. Para que se repita, es preciso que la atención se disipe de China.