Lunes, 11 de junio.
El promotor inmobiliario esperaba impaciente en la Sala de Espera de la Notaria. Había quedado con el notario para preparar el fin de obra de una de sus promociones y este se estaba retrasando. Joder, parecía mentira con todo el dinero que le hacía ganar y ahí estaba, como uno más, en la sal de espera. La oficial de la Notaria le había informado de que una herencia en la que estaba inmerso el Notario se estaba complicando, pero que en cuanto acabase el siguiente era él.
Después de ojear las revistas (más que revistas eran incunables, dada su antigüedad) se dedico a observar a sus compañeros de habitación. Había 4 personas con él:
1. Un delegado de una Red Inmobiliaria nacional al que conocía de vista. El típico arribista que había llegado al sector con el boom inmobiliario. Había tenido algún contacto con él pero que no prospero. No tenía estomago para poner su producto en manos de alguien sin experiencia, y sobre todo, sin escrúpulos. En las manos llevaba una profusión de anillos y pulseras de pésimo gusto, en claro contraste con el traje y corbata. Y es que a algunos les sale de dentro su verdadero yo, se pongan lo que se pongan, pensó.
2. Una parejita de chavales jóvenes sudamericanos. No más de 30 años. Muy humildes y tremendamente callados. Claro que dada la locuacidad del comercial inmobiliario era de agradecer. Parecían tremendamente nerviosos. Del soniquete del comercial extrajo que se trataba de los adquirentes de la vivienda de de la 4 persona que figuraba allí, un paisano de edad avanzada, unos 70 años. Por lo que se ve, vendía un piso bastante machacado en un barrio poco recomendable. Parecían una pareja maja, seguro que salía adelante.
Este grupo estaba esperando al apoderado del Banco que les concedía la hipoteca a los jovenes. Mientras tanto, el comercial inmobiliario seguía rellenando el tiempo con su monologo. Finalmente, llego el representante del Banco, aunque realmente era un gestor externo habilitado para tal fin, que no los había visto nunca.
El promotor recibió una llamada en su móvil. Era su oficina. Le informaban de que debían modificar una serie de extremos en la declaración de obra nueva. Le habían mandado por mail el nuevo borrador a la oficial de la Notaria. Suspiro, eso le retrasaría aún más.
Justo en ese momento el Notario acabo y le invito a pasar. El se excusó, y le comento que aún tenían que darle una vuelta a la escritura. Hicieron pasar entonces al otro grupo, que entro en bloque en la sala de firmas, mientras él se adosaba al PC de la oficial para ir sacando su minuta.
Al de un rato oyó como salían de la firma la pareja sudamericana y el resto del grupo. Las frases de rigor: enhorabuena, para lo que necesitéis, aquí tenéis una copia simple,...etc.
El promotor siguió a lo suyo.
Martes, 12 de junio.
Nuestro conocido promotor estaba alegre pegando la hebra con los clientes con los que iba a firmar la entrega de una promoción. Había juntado 4 firmas y comenzaba a firmarlas a las 10. Siempre era mejor empezar pronto, que así no se acumulan los retrasos, como en la otra Notaria del día anterior, que en parte por culpa y en parte por culpa suya, salieron a las 1.000.
En esta Notaria, más nueva y alejada del centro, parecía que todo iba mejor. Sin embargo alguien se le había adelantado. La primera firma de la mañana ya estaba dentro. Una compraventa con hipoteca sencillita, le dijeron. Tu tranquilo, que enseguida entras. Por si acaso, estaba en el pasillo a la espera de colarse en la sala en cuanto terminasen los primeros. Efectivamente, más pronto que tarde, la puerta se abrió, y fue entonces cuando también se abrió su boca.
De la sala salieron el comercial inmobiliario y sus pulseras, la misma parejita de hispanoamericanos del día anterior, un apoderado de otra entidad financiera, distinta a la del día anterior y un tercero desconocido, que entendió que era otro vendedor. A continuación la misma escena del día anterior, los parabienes, los hastsiempreshastanuncas, etc....
Por un momento su mirada se cruzó con la del inmobiliario, donde creyó ver una sonrisa burlona, y con la de la pareja, donde percibió miedo.
No pudo quitarse de la cabeza la escena durante todas las firmas del día. ¿Qué había pasado allí?, ¿Habían comprado dos inmuebles una pareja tan, aparentemente humilde? No entendía nada.
Miércoles, 13 de junio.
Había quedado a comer con el responsable bancario de su cuenta en el Banco Y. Le unía una cierta amistad después de muchos años de compartir altos y bajos, y al margen del negocio, compartían encuentros casuales, partidas de cartas y algún que otro pelotazo al paddle. Mientras apuraba su copa de Alión no pudo reprimirse más, y aún a riesgo de parecer un panoli, le soltó lo acontecido en los dos días anteriores, y su perplejidad. No entendía nada. En ese instante vio en los ojos del Bancario el mismo brillo que noto en los del comercial cuando se cruzaron el segundo día. Una sonrisa se dibujaba en su cara, y empezó a desgranarle el fondo del asunto.
Verás, es que tú das por hecho que esa pareja es una pareja. Lo dudo mucho. Esa pareja, en el mejor de los casos son familiares o conocidas. En el peor, gente que ha puesto en contacto la inmobiliaria. Realmente el compro un piso y ella otro. Y no van a vivir juntos. El motivo de hacerlo así es que individualmente no les concederían sus créditos por sus ingresos. Bien porque son en gran parte en dinero b sin justificar, bien porque sus auténticas parejas están en España pero carecen de residencia legal y todos sus ingresos son en B o también, simple y sencillamente porque sus ingresos son escasísimos y todo se basa en un futuro alquiler del piso a terceros.
Nuestro amigo el promotor estaba con la boca abierta. El otro continúo.
Pero juntos sí que pueden darles un préstamo para adquirir una vivienda. Así que se firman mutuamente. El intermediario inmobiliario se encarga de mover ambas operaciones entidades distintas y simultáneamente. Es imposible que los Bancos descubran que se van a firmar dos operaciones paralelas (la Cirbe tiene un retraso de 2 meses) salvo un golpe del destino, o que se les escape algo a los clientes (por lo que evitan en la medida de lo posible presentarlos hasta el día de la firma). Después de las firmas hay distintas posibilidades, aunque lo más normal es que firmen una escritura en otro notario distinto disolviendo la copropiedad (otro porrón de gastos+posibles implicaciones fiscales), o bien un documento privado. Eso sí, lógicamente no pueden ir al Banco a solicitar la liberación, por lo que si el que debe pagar no paga, el otro empezara a salir en listados de morosidad, y podrán establecerse acciones judiciales contra él. Por eso lo suelen hacer con gente de confianza.
Sin embargo, el mercado se ha maleado tanto que ha llegado la profesionalización. Un ejemplo: Yo no voy a comprar el piso por lo que no necesito que tú me hagas un favor, pero a cambio de firmar contigo en el préstamo, te cobro un X por ciento. Existen especialistas en captar y comercializar con gente de este pelaje. ¿Te lo imaginabas?
No. No se lo imaginaba. En ese momento entendió la picara mirada del intermediario, la indefensión de las entidades financieras, y lo lejos que se puede llegar para conseguir una vivienda. Levanto la manó llamado al camarero y dijo:
A esta invito yo.