La diferencia fundamental entre un inversor y un jugador de Bolsa está en la forma de pensar. Mientras que el primero considera a la Bolsa como una institución financiera en toda regla en la que los beneficios se obtienen tras mucho tiempo de formación y de toma de decisiones correctas; el segundo, la considera, más o menos, como un casino donde las ganancias vienen por la vía de la suerte y de la intuición, siendo, cualquiera de ellas, malas consejeras. Estas diferencias de pensamiento son las que harán que el ahorrador llegue al éxito o al fracaso económico.
La aureola que rodea al inversor tiene que estar siempre plagada de positivismo, independientemente de la evolución que tenga el Mercado. Esto se consigue porque el riesgo debe de estar bajo control para así poder mejorar la cifra del patrimonio que se dedica a los negocios bursátiles. La situación es modificable en cualquier momento; por eso, se debe de asumir que la responsabilidad sea siempre del que expone su patrimonio y no del entorno. El jugador, por el contrario, siempre les echará la culpa a terceros sin darse cuenta de que los beneficios vendrán por la calidad del trabajo: no se trata de comprar un determinado valor y dejarlo ahí para que otro lo gestione y recibir los beneficios sin esfuerzo. El horizonte de visión debe de llegar más allá de la obtención simple de beneficios, se trata de aumentar el patrimonio no de mejorar el salario.
El hasta dónde queremos llegar tiene que estar en simbiosis con la voluntad de querer. Es imposible conseguir un patrimonio financiero sin la convicción de que somos capaces de poder lograrlo. Posteriormente, no servirá la voluntad de gestión para salir del paso, del día a día, se trata de gestionar el patrimonio conseguido para que aumente y se mantenga en el tiempo. El patrimonio será para el inversor su arma de trabajo que nunca y nadie debe despojársela.
El inversor crea constantemente patrimonio, justo todo lo contrario que el jugador: el jugador sueña con conseguirlo.
El nuevo inversor, que entra eufórico en el Mercado, con el pensamiento de que esto no es más que un simple estar ahí porque ha oído que a su amigo le va bien este tipo de gestión para su dinero, se equivoca. Y si la primera operación que haga, le sale bien, creerá que todo el monte es orégano sin considerar que el manejo del patrimonio, para que sea eficiente, implica un control total tanto emocional como material. El inversor no llega a ser inversor por arte de magia. Llega porque ha adquirido una formación financiera lo suficientemente buena como para crear y mantener su riqueza (mucha o poca, es indiferente), controla las emociones para que no tenga que arrepentirse de la decisión tomada sin ningún criterio excepto el que le dictó el corazón. Por lo anterior, el inversor tiene claro de hasta dónde puede llegar y dónde no debe de meterse porque no sepa controlar las adversidades que le puedan llegar.
La confianza en uno mismo es primordial. No se trata de pensar que nada vaya a salir mal, se trata de pensar que si algo no va bien hay que tener recursos de forma inmediata para salir del atolladero lo menos manchado posible. Sin confianza ni convicción en lo que se está haciendo es llegar, sin posibilidad de retorno, a la autodestrucción. Aunque parezca insólito, la forma de gestionar la parte financiera de nuestra vida está en el subconsciente y éste debe tener grabado en su registro el patrón del éxito. Cuidado, aunque digo patrón, me refiero a patrón individual y no colectivo. Cada individuo tiene el suyo y salirse de él es caer al abismo.
La inversión financiera no se discute en la barra de un bar, con caña y ración de aceitunas incluida, cuan si partido de futbol se tratase o charla de política de quién lo hace o haría mejor. Los inversores discuten y cambian de pareceres en otro tipo de situaciones con la precaución de no desvelar sus intenciones ni su método de gestión patrimonial. Invertir es personal, no se comparte. Y no se comparte porque nos jugamos nuestro propio patrimonio que con esfuerzo hemos ido acumulando.
El éxito es contagioso, por eso es necesario rodearse de personas positivas
Al final, el inversor no trabajará por dinero, todo lo contrario: conseguirá que el dinero trabaje para él. Y en esta faceta de la vida hay que tener muy claro que los beneficios vienen condicionados por nuestros resultados, no por el tiempo empleado en ello. No se trata de tirarse horas y horas delante de la pantalla viendo gráficos o estudiando los fundamentales de las compañías, que es necesario, se trata de gestión y aplicación eficiente de la inversión. Se trata de superar los resultados obtenidos en la inversión anterior. No existe el conformismo, se va más allá: hasta el final. Y así, el inversor será una persona positiva y próspera en las finanzas personales.
Siempre se estará dispuesto a cambiar, pues el entorno así nos lo demandará constantemente. Piensa: cuando sales a la calle no sales siempre con la misma ropa, y no me refiero a que sea diferente en color o forma, me refiero que estará adaptada al clima que exista en ese momento. Todos tenemos asumido que en invierno hace frío y en verano calor, entonces ¿por qué el inversor aficionado o jugador quiere ir en contra de esta situación? En invierno, aunque veas lucir el sol, hará frio por mucho que te empeñes en que tú lo aguantas bien y puedes salir en pantalón corto. No hay que ir en contra de la vida. El mundo no está al revés. El Mar de los Mercados Financieros recoge con suma precisión la similitud que acabo de contar. No pienses en ser más listo que le Mercado, no lo eres, no pierdas el tiempo en eso, gánalo uniéndote a él. Comprométete a seguirlo y si no quieres o no eres capaz, salte de este mundo: estás abocado a ser comido irremediablemente por los tiburones.
En importante rodearse de personas positivas y con éxito, es contagioso. Este hecho, será una oportunidad de motivación para tomarla como modelo de superación propia. No prejuzgues a los que tienen éxito como que ha sido algo relacionado con la suerte. Sigue sus pasos y así conseguirás tú también los mismos resultados. Al menos inténtalo para que nunca puedas arrepentirte. Y si al final consigues el éxito, no te juntes con el fracasado, también es motivo de contagio.
El inversor, y ya termino, crea constantemente patrimonio, justo todo lo contrario que el jugador: el jugador sueña con conseguirlo. ¿Ves la diferencia?