Ahora bien, el polo opuesto a la ignorancia benigna es la ignorancia asumida. Por exceso de confianza, por comodidad o simplemente por tener una fe ciega en tesituras erróneas, mucho inversor se priva de afrontar las vicisitudes de mercado y prefiere permanecer ajeno a la realidad. Después vienen las sorpresas desagradables.
No cabe duda, las maquinas están aquí para quedarse, pero su empleabilidad es indisociable del factor humano, pues éste no es sólo quien las programa sino por encima de todo quien las interpreta.
Decía Schopenhauer que “Los individuos son efímeros, como el agua en el arroyuelo, y, en cambio, las ideas permanecen, como los remolinos de esa agua, que sólo desaparecen con el agua misma”. Con independencia del peso de la persona , lo cierto es que no hay mayor victoria que el que las señas de uno le supervivan, que aún cuando no esté su esencia se mantenga.