El periódico Globe en diciembre de 1.981 relata el robo de 7.000 toneladas de oro de Fort Knox con todo lujo de detalles.
Como es natural, la noticia pasó inadvertida, pues los ladrones volvieron a casa para cenar con la mayor normalidad.
Cuando estaban allí, se dieron cuenta que el oro no les cabía en el taxi y llamaron a 300 camiones para que se llevaran la mercancia. Le dieron el recibo al portero de Fort Knox, cerraron la cámara acorazada y pusieron la llave debajo de un pico y una pala, que es el único sitio en el que los políticos no miran nunca.
Aunque tuvieron el honor de haber cometido el mayor robo de toda la historia de la humanidad, el robo cometido a la especie humana en los últimos cinco años hace parecer al robo de las 7.000 toneladas de oro como una cagada de mosca en el océano.
Como ahora ya no pueden robar otra vez el oro, porque Fort Knox está vacío, no les queda más remedio que hundir el precio en horas de poca actividad del mercado, para que los que tienen oro lo suelten atemorizados como si les hubieran pegado con un martillo en el codo.