Mucho se habla, se ha escrito y se escribe sobre la España despoblada, que ahora se llama España vacía o España vacíada, y antes se llamaba la España profunda o España negra. Los mismos perros con diferentes collares, nada nuevo bajo el sol, el eterno retorno de lo mismo y la reversión a la media. La España despoblada es la mejor forma descriptiva de la realidad, incluso mejor que la España vacía ya que hay más especificidad y concreción que en el concepto mucho más genérico de vacía; mientras que la España vaciada es en genral a mi entender una instrumentación mediático-política de nuestros tiempos.
Al respecto, lo mejor es echar un vistazo a la Literatura, a la Historia y al Arte. Desde la perspectiva histórica y de la literatura yo comenzaría con Doña Perfecta, de Benito Pérez Galdós, donde ya se observa esa explosividad y conflicto entre la ciudad y el pueblo, la atracción que la ciudades conllevan para los pueblos con su exuberancia de servicios, de modernidad, de negocios, de ocio, frente a la España profunda o negra, en expresión de Galdós y de su época, la ciudad del ingeniero Pepe Rey frente a la España de Doña Perfecta. Seguiría con muchos más y llegaríamos hasta la actualidad, pero mejor en otro momento.
En otra ocasión entraremos también desde la perspectiva histórica, sociológica y económico-financiera en factores explicativos, aunque ya hemos citado en este artículo alguno, pero ahora simplemente nos queremos detener en la correlación entre la España profunda y despoblada y el deterioro de pequeñas joyas del Arte Románico que han sido también abandonadas a su suerte. En el Valle del Aragón, en la Edad Media Valle de Aruej, hay muchos ejemplos, como el despoblado de Cenarbe y el despoblado de Aruej.