El sector inmobiliario vuelve a las andadas y se conforma como una burbuja, es decir con una diferencia importante entre precio y valor de manera que existe una sobrevaloración que entendemos es fundamentalmente por un problema de escasez de oferta y no de demanda, a lo que habría que añadir componentes meramente de rentabilidad de la inversión, así como especulativos y de valor refugio en contexto de ahorro previsión a largo plazo.
Cuando indicamos que no es un problema de demanda es porque la presión de demanda sigue igual o algo mayor en estos últimos meses y en lo que podríamos denominar era Covid19. Esto es por el nivel de ahorro que siempre propician y estimulan las crisis, además de un contexto de tipos de interés artificialmente bajos afectando a los préstamos hipotecarios, en plena guerra en el sector, que están muy influenciados a la baja por las políticas monetarias de los bancos centrales. De manera que tanto las familias como inversores y grupos de inversores, en general con cierto poder adquisitivo, han neutralizado la contracción de demanda por parte de niveles de población con menor poder adquisitivo incluyendo los que han perdido parte de ese poder adquisitivo con la crisis, siendo estos últimos los que han sido uno de los factores de presión al alza de los alquileres.
El contexto de impulso al teletrabajo en la crisis ha revalorizado la idea de propiedad inmobiliaria y el sentirse a gusto en una residencia a ser posible con más relación con la Naturaleza, de manera que se constata un cambio en los gustos de los consumidores hacia un entorno inmobiliario más ecológico y sostenible. Al mismo tiempo la publicidad sobre la rentabilidad de los activos inmobiliarios ha propiciado una cierta propensión a su compra por parte de inversores y grupos de inversores.
Luis Ferruz Agudo / Escritor y economista /