Del pensamiento económico, muy avanzado ya en el siglo XIX, con grandes escuelas de pensamiento, y muy consolidado en el siglo XX, a diferencia de otras disciplinas académicas y profesionales con mucho más recorrido histórico en siglos anteriores, han ido surgiendo otras disciplinas académicas y profesiones mucho más jóvenes como todo lo relacionado con la Economía de la Empresa y en particular con la Economía de la Inversión y la Economía de la Financiación aplicadas al cosmos empresarial o Finanzas de Empresa, que se empieza a cimentar con una cierta estructuración en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX y se empieza a consolidar conceptual y metodológicamente en la década de los 70 del pasado siglo con notables avances en investigación empírica. A partir de ahí comienza ya un gran desarrollo de las Finanzas con especializaciones como la Dirección Financiera de Riesgos en la década de los 90 de dicho siglo. Las Finanzas clásicas, simplificando mucho, tienen origen filosófico-histórico en el carpe diem de los epicúreos por lo referido por ejemplo al principio de subestimación de los capitales futuros con respecto a los actuales de igual cuantía, con complementos de Heráclito por lo referido por ejemplo al entramado relacionado con el principio de cobertura de riesgos.
La innovación financiera, la internacionalización y la expansión de la informática en el mundo empresarial, económico y financiero ha traído desde finales del pasado siglo grandes avances académicos y profesionales, pero al mismo tiempo se ha ido observando la necesidad de un encuentro, ósmosis y relación interdisciplinar, quizás tenemos ya demasiados especialistas y hacen falta más generalistas e interrelacionadores del ámbito del Derecho, la Economía, las Finanzas y la Empresa.
Al mismo tiempo han ido surgiendo importantes complementos y avances que incluso podríamos denominar nuevos paradigmas, que requieren de nuevos especialistas académicos y profesionales, como las Finanzas Sostenibles o las Finanzas del Comportamiento, todo ello derivado de a) la creciente concienciación y presión histórica de exigencias éticas, sociales y ambientales, especialmente por parte de organizaciones de consumidores y especialmente ecologistas, así como también movimientos empresariales de gran concienciación como ha sido el caso de los países nórdicos, por supuesto también del mundo académico siempre muy receptivo a la innovación y al avance social b) la necesidad de complementar los marcos normativos hipotético-deductivos, axiomáticos o postulacionales con la realidad empírica de unos decisores económicos, financieros y empresariales que a veces se mueven con comportamientos irracionales, lo que en ocasiones se ha denominado “exuberancia irracional”, y que ha llevado a la necesidad de una aproximación con otras disciplinas como la Psicología, Historia y Sociología.
Luis Ferruz / Escritor y economista /