Hace un par de años, (como pasa el tiempo), coloqué un post a cuenta de la interpretación de los datos de confianza del consumidor, que nos habían facilitado una ronda de expertos del diario Expansión. Era simplemente absurdo todo.
Y parece curioso que se meta la pata de tal forma con el concepto de la confianza, cuando en realidad hace tiempo que todo se fía a la confianza. Que si estamos en un problema de confianza o si hay que restaurar la confianza o todo lo que se nos ocurra.
Pues la realidad es que la confianza empieza a ser el comodín total para todas las locuras que se nos ocurran ya que tiene grandes ventajas. Por un lado es un dato muy subjetivo y desde luego alterable. Incluso los datos que nos dan de la confianza no son más que una ecuación en la que metemos las respuestas de un buen número de gente a un buen número de respuestas. En definitiva, es un dato que admite una manipulación mucho mayor. Por supuesto cualquier dato que salga de un modelo estadístico o econométrico tiene la gran ventaja de que suaviza todas las caídas, derivado de que las formulas del modelo que sea buscan por definición medias o valores más probables, de forma que los extremos son siempre resultados muy improbables estadísticamente hablando.
Pero la gran ventaja está en que la confianza es tanto una causa como una consecuencia. Para entender a la confianza, (o falta de ella) como causa debemos entender que es indudable que la confianza es un elemento importante para decantar determinadas decisiones en determinados escenarios. Está claro que una persona para comprar un piso o un coche necesita tener confianza para comprar el coche o el piso. Dando la vuelta al razonamiento, es fácil entender que se pueden explicar que las personas no compren coches o pisos en base a la falta de confianza, y en consecuencia construir un discurso en el que se olvida todo lo que hemos olvidado en este análisis. Pensemos que lo mismo va para invertir en deuda pública, contratar trabajadores y demás.
La trampa de este argumento es que hemos olvidado el escenario en que estamos y lo hemos fiado todo a la explicación de la subjetividad o de las perspectivas. Y esto no es del todo exacto, ya que realmente el primer punto de la decisión de compra de un coche o un piso o lo que sea, lo determinan las posibilidades; ¿puede comprar el coche?. En este sentido a medida que los gastos de las familias se multiplican y sus ingresos se reducen está claro que la mayor parte de las familias simplemente no podrán comprar coches. Es por esto por lo que las matriculaciones de los vehículos de gama media y baja se han desplomado mientras que las matriculaciones de los vehículos de gama alta se han disparado, (contradiciendo por cierto la explicación de que la crisis se ha gestado por las compras de coches de gama alta). En general estamos ante un tónica en casi todos los bienes de tal forma que aquellos bienes que son característicos de la clase media se han desplomado, mientras que los de rentas bajas y altas se han incrementado. No es demasiado difícil relacionar esto con las medidas tomadas, quien ha soportado los costes y quien ha llevado los beneficios y la consiguiente distribución de la renta en un entorno en el que crecen las grandes fortunas y la pobreza.
Por tanto, lo primero que hace olvidar la explicación de la confianza es que una parte importante del derrumbe, se explica por la caída de la renta de las personas. Al haber menos personas con determinada renta, habrá menos personas con capacidad de compra.
Por supuesto la confianza tiene importancia entre aquellas personas que no hayan perdido el empleo y nomina digna que tuviesen, (que son cada vez menos). Está claro que estamos ante una situación dramática en la que se ha perdido mucho empleo, y se cuentan por millones las personas que están pasando dificultades. Sin embargo existen aún muchos más millones de personas que si podrían consumir, (quizás menos por la subida de los costes de la vida y la caída de los ingresos), En este caso, evidentemente sí que estamos ante una situación en la que muchas personas se han ajustado de tal forma que parece que estamos en economía de guerra. En este sentido está claro que el concepto confianza o perspectivas son absolutamente claves y según parece la confianza es consecuencia de la crisis actual.
Por tanto con este argumento cerramos todo el círculo del razonamiento; no se consume por la confianza, de tal forma que se paraliza la economía, (recordemos que pasamos de introducir el análisis de la situación de la demanda), de tal forma que nos encontramos con una crisis económica que se manifiesta en problemas en grandes empresas, bancos, empresas pequeñas, estado y familias. Como de las familias nos hemos olvidado completamente no vemos demasiado los efectos salvo la coartada del paro que nos sirve para justificar lo que sea, y generamos la receta infalible: solucionar el problema de los países, las grandes empresas y los bancos, luego se restaurará la confianza y problema solucionado.
Lo realmente triste es que otra vez hay un olvido o una simplificación imperdonable; Las empresas no contratan trabajadores por qué no tienen confianza, pero suele ser un concepto más concreto: es decir, no contratan trabajadores porque ni los necesitan ni hay perspectivas de que los vayan a necesitar. Podrían contratar perfectamente mediante contratos temporales sin el menor compromiso y no lo hacen. De la misma forma, no se invierte, porque más allá de un problema macroeconómico, para que una empresa decida invertir tiene que ver la posibilidad de financiación y sobre todo la posibilidad de obtener unos beneficios, (lo cual suele venir de ventas).
Y cuando decimos que los consumidores no tienen confianza, no nos referimos a un concepto estratosférico en el que son todos analistas, sino que nos referimos a una situación en la que se comprueba que la estabilidad del trabajo no es tal, que los ingresos de los trabajadores no son tales, que tenemos que rescatar a todo el mundo y a nosotros no nos va a rescatar absolutamente nadie, que se va a especular con todo aquello que sea un bien necesario de tal forma que tenemos que prepararnos para unas subidas de precios en bienes básicos e impuestos completamente desquiciantes, en combinación con un entorno en el que puedan prescindir de nosotros con una facilidad pasmosa (esto ya es la situación actual) y con un coste irrisorio.
El problema de la confianza de los consumidores no es otro que el hecho de que todos y cada uno de los días tenemos unas cuantas noticias que amenazan nuestra economía, (la de aquellos que aún estén en pie), de tal forma que todo gasto que no sea absolutamente imprescindible queda postergado. Y ante esta situación evidentemente no hay absolutamente nada que hacer. Porque las recetas de salvar bancos y grandes empresas a costa de los consumidores, lo que está consiguiendo es paralizar cada vez más toda posibilidad de recuperación.
Pero si este problema es cada vez más evidente, lo que no parece tanto es que este fenómeno empeora a cada paso que se da en un proceso lento y que no se acaba de ver, que no es otro que la formación de la confianza en cada uno de los consumidores. En este sentido estamos en una situación en la que las reglas de la situación están cambiando de una forma impresionante, lo cual afecta a la formación de la confianza.
Pongamos el ejemplo más extremo que es el de un funcionario pensando en comprar un coche. En 2005 un funcionario cree que tiene un empleo estable y unos ingresos estables. Es decir, la preocupación viene del lado de los gastos. Pues si ponemos a esta persona en 2012, con los mismos ingresos y gastos, tendríamos que la decisión para comprar el coche sería mucho más difícil porque los riesgos se han incrementado de forma considerable. Por supuesto esto va para todos aquellos que tuviesen cierta estabilidad, que en definitiva son los consumidores que tienen capacidad de compra.
En los últimos años se han tomado una serie de decisiones que antes eran impensables, y que ahora no lo son, (por razones más que evidentes), por lo que la formación de expectativas de cada uno de nosotros incorpora esta nueva información. Si a esto añadimos el hecho de que en todos y cada uno de los casos se nos han colado atentados salvajes como si fuese algo favorable, tendremos el problema completo.
Aunque se tomen las medidas adecuadas, (que son exactamente las contrarias a las que se están tomando), resulta que cada uno de nosotros tardaremos en creerlo, (la credibilidad de los políticos está bajo mínimos ante tanta mentira) y además los escenarios en los que nos basaremos para analizar cualquier decisión habrán cambiado. Esto es lo que nos lleva a la conclusión de que aunque se mejore la situación de los consumidores, los efectos tardarán, y además tardarán más cuanto mayor sea el degenere de la situación.
Por esta misma razón, en los años 30 se lanzó un programa, (que por cierto no tenía nada de keynes), que se llamó New Deal, en el que se buscaba mejorar las condiciones de los consumidores y los trabajadores. Quizás deberíamos recordar que el nombre, responde exactamente a este proceso, ya que era importante la combinación entre un nuevo gobierno y un programa que significase una ruptura con las decisiones tomadas en el pasado. En definitiva se trataba de convencer a los trabajadores de que había un “nuevo trato”, que es lo que fue realmente el new deal, en lugar de un plan Marshall que es lo que según mucha gente fue.