El otro día comentaba que existe toda una suerte de teorías basadas en las tesis de Malthus que siguen una curiosa línea. A pesar de que los incumplimientos y los errores son manifiestos, en muy pocas ocasiones se duda de ellas. Aparte de tener cierto atractivo apocalíptico, la realidad es que en el fondo estamos más ante el poder de transmisión de los que controlan los recursos o bienes, que ante una realidad contrastada. Pero sin embargo, el pódium de las teorías que a pesar de ser incumplidas de forma manifiesta, sigue y ha seguido siempre de plena actualidad es aquella de la Ley de Say, que se resume en aquello de que “la oferta crea siempre su propia demanda”. Para ello, me gustaría tirar de wiki y copiar y pegar el extracto que aparece acerca de esta ley:
[...] Un producto terminado ofrece, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos por todo el monto de su valor. En efecto, cuando un productor termina un producto, su mayor deseo es venderlo, para que el valor de dicho producto no permanezca improductivo en sus manos. Pero no está menos apresurado por deshacerse del dinero que le provee su venta, para que el valor del dinero tampoco quede improductivo. Ahora bien, no podemos deshacernos del dinero más que motivados por el deseo de comprar un producto cualquiera. Vemos entonces que el simple hecho de la formación de un producto abre, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos.(J.B. Say, 1803).
El esquema por tanto es sencillo; alguien produce algo, como lo ha producido lo vende, de forma que si lo vende lo que hace es tener dinero que va a gastar, de tal forma que se convierte en demanda para otro producto, que a su vez es lo que vende otro. Si nos damos cuenta, estamos ante otro círculo de la economía, que tiene la peculiaridad y la diferencia respecto a lo que estableció cierto tiempo más tarde keynes de que gira en sentido contrario.
Las implicaciones de la ley de Say son más que evidentes; Si es la oferta la que tira de la demanda, no pueden existir crisis por falta de demanda, sino que las crisis vienen derivadas de producción. Por tanto en una crisis siempre se tienen que realizar políticas de oferta, para de esta forma incrementar la producción y de esta forma incrementar la demanda y reactivar el círculo.
En teoría sería completamente imposible la existencia de una situación de sobreproducción o lo que es lo mismo, es imposible desde este punto defender la existencia de problemas de demanda, por lo que no tiene ningún sentido tratar de mirar en absoluto para este punto.
Por supuesto, el hecho de que teóricamente no puedan existir momentos en los que la demanda esté débil y en que existan casos flagrantes de caídas de la producción es la mejor prueba de que esta ley simplemente no funcionan. Es más que evidente que a pesar de que el deseo de cualquier productor es vender el producto que fabrique la realidad es que en ocasiones no lo consigue y en otras ocasiones puede interesarle vender menos a un precio mayor. Esto va por que el interés del productor no es vender el producto, sino que se trata de ganar más dinero. Esto a veces implica producir más o a veces implica producir menos, y desde luego en ocasiones puede significar aguantar las ventas, (véanse los bancos negándose a vender pisos) o incluso destruir las mercancías, (tradicional táctica de agricultura).
Pero es que después de este pequeño detalle, que por cierto se exagera con las políticas de oferta, que permiten que gracias a los estímulos los oferentes puedan incrementar su capacidad de negociación y en consecuencia mantener los productos o subir los precios para compensar las bajadas de ventas, tenemos el otro detalle de la acumulación de dinero. En este sentido este esquema funciona sólo y tan sólo no existen ahorradores. Ojo con la diferencia; no es que se necesite que no exista ahorro en la economía, (como puede ser el caso Español), sino que no existan ahorradores, lo que significa que todas y cada una de las personas que obtienen dinero no ahorrarán y lo convertirán en otros bienes.
Evidentemente cuanto mayor sea la concentración de las rentas, y por tanto la concentración del patrimonio en algunas manos, mayores serán los fallos de la citada ley. Los fallos no son de ahora y normalmente se han explicado en el plazo; a corto plazo está claro que la citada ley no funciona, pero siempre se defiende su validez en el largo plazo, (¿nos recuerda esto de sentar las bases del crecimiento sano?). El problema es que el largo plazo es igual que el futuro, no existe. (¿Recordamos aquello de “en el largo plazo todos muertos”?).
Aparte del plazo, también se suelen explicar los fallos por las rigideces; sin embargo, la realidad es que en un entorno en el que se recomiendan políticas de oferta, las únicas rigideces que se tratan de solucionar son las que no entran en contradicción con aquello de recomendar medidas que beneficien a los productores, o lo que es lo mismo, estaríamos ante la necesidad de flexibilizar los trabajadores, (recordemos que la demanda no importa demasiado).
Por tanto, al igual que en lo que se refiere a las teorías de Malthus estamos en una situación en la que tanto los procesos como los resultados no se parecen demasiado a la realidad. Para entender porque a estas alturas del partido se siguen defendiendo estas corrientes, tenemos que volver a entender otra vez los mecanismos de poder y de comunicación. Está claro que los gobernantes escuchan a la oferta, que a su vez tiene mayor facilidad y oportunidad de generar corrientes de opinión favorables a su interés. Está claro que una teoría que nos dice que lo importante es apoyar a la oferta, va a ser muy bien acogida y distribuida por esta. El hecho de que sea realista, que debería ser superada o si es adecuada para explicar la realidad es un tema secundario.