De vez en cuando escuchamos ciertos análisis que explican los problemas presupuestarios de los países en base a las teorías de inspiración keynesiana que se han desarrollado a partir de 2008, para tratar de frenar la crisis financiera. En este sentido, algunos hablan de “culpa”, asumiendo que acordarse de keynes fue un gran error, y otros hablan de “responsabilidad”, ya que nos cuentan que en realidad en 2008 no quedaba otra opción.
Y alguna vez alguien tendría que preguntarse si esto es cierto, o si bien es otro de los casos, en los que por algún tipo de razón o simplemente por incompetencia, se lanzan mensajes que no responden demasiado bien a la realidad. Independientemente de que se esté de acuerdo con los postulados de Keynes o no se esté de acuerdo, creo que lo primero es tratar de entender un poco si las medidas tomadas han seguido algún tipo de inspiración keynesiana. El razonamiento es simple: bien sea para culpar o bien sea para responsabilizar a las teorías de inspiración keynesiana de la situación actual, es condición sine qua non el hecho de que se hayan llevado a cabo.
El argumento para defender que lo que hemos tenido es un seguimiento de las políticas de keynes parte de la base de que este defendía que en períodos de recesión, el estado debería incrementar el gasto público, para buscar que la demanda del sector público compensase la caída de la demanda del sector privado. En definitiva, defendía la necesidad de realizar políticas anti cíclicas estimulando la economía en períodos de recesión y enfriándola en momentos de expansión.
Por tanto, teniendo el concepto “estimular la economía” encima de la mesa, no hace falta más que escuchar todas las declaraciones de los bancos centrales, que siempre se basan en estímulos a la economía, o estímulos por el empleo para llegar a la conclusión facilona: “han existido ingentes estímulos a la economía” y “keynes hablaba de estimular a la economía frente a sus detractores que defendían la no intervención” para llegar a la única conclusión posible: keynes es en cierto modo responsable de la situación actual.
El problema a dicha justificación es cuando tratamos de analizar un poco más a fondo lo que se ha hecho. Y lo que se ha hecho es inundar de liquidez los mercados financieros. Es decir, cuando nos han dicho aquello de los estímulos económicos, en realidad lo que han hecho es toda suerte de estímulos monetarios. Oficialmente nos cuentan que los motivos de todas estas actuaciones han sido para finalmente que el estímulo llegase a la economía real; sin embargo, un par de detalles nos llevan a indicar que en realidad esto no era así. Por ejemplo, recientemente el Banco Central Europeo inyectó ingentes cantidades de euros a tres años. La razón que nos han dado para tal medida es que era para reactivar el crédito y estimular la economía. Sin embargo cuando unos días después se le pregunta a Draghi por los riesgos inflacionistas de semejante inyección monetaria, nos cuenta que no existe estos riesgos porque la inmensa mayoría de los fondos serán usados por las entidades para sus necesidades de financiación y que no llegarán a la economía real, de tal forma que no supondrán inflación. El hecho de que se alterne el discurso de “tenemos ciertos indicios de que el dinero llega a la economía real”, cuando se critica la inutilidad de las medidas, con el de “el dinero llega a la economía real”, cuando se critica la expansión monetaria y los riesgos inflacionistas, sólo tiene una conclusión posible: lo de los estímulos económicos no es más que un cuento chino para justificar el rescate continuo a los bancos, y entre esto y estimular la demanda, existe una notable diferencia.
Pero aún asumiendo que los estímulos efectivamente tuviesen como objetivo la economía, ¿sería compatible dicho instrumento con lo que recomendaba Keynes?. La respuesta es muy simple, ya que el sesgo hacía el uso de políticas fiscales frente a políticas monetarias es más que evidente. En consecuencia, parece difícil que un contexto en el que se use masivamente la política monetaria encaja muy mal con una inspiración de corte keynesiano.
De hecho debemos recordar que es del propio Keynes la definición de la trampa de liquidez, que se define como aquel punto en el que la política monetaria deja de tener cualquier tipo de efecto, que es aquel punto en el que existe una situación de sobre liquidez. Aunque particularmente crea que no estamos en una situación de trampa de liquidez, es difícil entender que exista en estos años cualquier tipo de inspiración en un economista que afirmaba que a partir de un determinado tipo de interés, o de una determinada oferta monetaria, las inyecciones o bajadas de tipos adicionales no tendrían ningún tipo de efecto, sobre todo cuando es esto exactamente el eje principal de las políticas de todo el mundo occidental.
Por tanto, en una primera aproximación podemos tener en cuenta que existen motivos fundados para dudar de la responsabilidad de keynes en la situación actual. Sin embargo, aún quedan algunos flecos, ya que aunque de un impacto e importancia mucho menor, tanto cualitativa como cuantitativamente, ciertas políticas fiscales si se han realizado. ¿Han seguido una inspiración keynesiana?.