Tras la primera aproximación a tratar de determinar la responsabilidad de políticas de inspiración Keynesiana en la situación actual, me quedaba pendiente hablar de la parte de las políticas fiscales.
En lo que se refiere a la parte de política fiscal, tenemos dos grandes partidas; por un lado los impuestos y por otro lado los gastos públicos. Por lógica pura y dura, los estímulos supondrían una bajada de impuestos o una subida del gasto.
Pero más allá de la identificación: “bajada de impuestos” con “estímulos”, tenemos que acordarnos que existen diferentes impuestos, originados por diversos motivos y por tanto con distintos efectos. En este sentido, es cierto que se puede estimular la demanda bajando impuestos, pero para que se pueda considerar esto como cumplido nos tendríamos que encontrar en una situación en la que los impuestos a la demanda se hayan reducido.
Por el lado de los impuestos es sencillo entender que a pesar de que haya existido una bajada en la recaudación, la realidad es que los estímulos han consistido hasta ahora en la supresión de impuesto de patrimonio, la reducción por diversos motivos de la tributación de las empresas y la famosa deducción de los 400 euros, (durante un año y medio). Por otro lado han subido los impuestos al consumo, tanto IVA como la inmensa mayoría de los impuestos específicos y tasas.
De todo ello, lo que único que tiene cierta inspiración en las tesis keynesianas es la deducción de los 400 euros, porque las demás subidas de impuestos son claramente contraproducentes si lo que se busca es estimular la demanda. En este sentido tenemos que tener en cuenta que la deducción de los 400 euros, suponía oficialmente alrededor de 6.000 millones anuales, lo que palidece desde luego con las rebajas en impuestos de sociedades. Además tenemos que tener en cuenta que la deducción de los 400 euros, no fue otra cosa que un cuento chino para eliminar una subida fiscal encubierta que entró en vigor en 2008, (mismo año que los 400 euros), donde sin subir los impuestos se subían los impuestos cambiando la deducción del mínimo personal de la base a la cuota. (En este post antiguo trataba de explicar cómo y porque fue variando el IRPF).
En todo caso, si queremos ver los estímulos y como se produjeron, recomiendo echar un vistazo al repaso que hice de las recaudaciones de los distintos impuestos a lo largo de la década pasada, (incluidas las fases de la crisis). Con los datos y gráficas, (siempre se ven mucho mejor las cosas), es muy sencillo entender que la caída de la recaudación no tiene en absoluto que ver con ningún tipo de estimulo a la demanda, (ni tan siquiera los 400 euros tuvieron ningún tipo de repercusión por lo antes mencionado), y si con unos muy claros incentivos a la oferta. Por tanto, desde el lado de los impuestos es muy difícil entender que se han realizado políticas de corte keynesiano.
Nos queda la parte del gasto público; en este sentido, la teoría keynesiana, nos diría que el estado debe asumir la parte de la demanda que se retira en las recesiones, de forma que sustituya el consumo privado. Otra vez, la inspiración es apoyar la demanda para generar actividad con el multiplicador. Está claro que el gasto público se ha incrementado, por lo que otra vez podemos tener la sensación de que se hayan desarrollado políticas de inspiración keynesiana.
Pero otra vez tenemos que acudir a la letra pequeña; para esto primero hemos de distinguir entre tres tipos de gasto; Por un lado tendremos los que son automáticos o derivados de una situación determinada, y por otro lado son los gastos que se deciden en función de las circunstancias. La diferencia es muy obvia y se basa en que aquellos gastos automáticos son aquellos en los que el estado no interviene directamente, (por ejemplo las pensiones, prestaciones de desempleo o intereses de deuda pública), sino que son determinados por normas previas y por una situación determinada. Por otra parte cuando el estado decide gastar dinero en determinada actuación con carácter excepcional, estamos ante el otro tipo de gastos.
Si vamos a los segundos, comprobamos que se han decidido numerosas partidas de gasto, pero en realidad siempre estamos hablando de rescates y no de estímulos. Cuando se inyecta dinero en determinadas empresas o sectores, lo que se está haciendo no es estimular la demanda, sino que se está realizando una política de oferta de manual. Y en este apartado son especialmente llamativos los planes E, (y lo mismo para unos cuantos planes de obra pública, energías renovables y similares).
El plan E, fue un plan vendido con un marcado carácter keynesiano, sin embargo, debemos tener en cuenta que dicho plan consistió en la inyección de ingentes cantidades de dinero para que los ayuntamientos acometiesen obras públicas. Sin embargo, la diferencia entre un plan de estimulo a la demanda y un plan de estimulo a la oferta está en la cantidad de dinero que llega a la demanda y a la oferta. De esta forma la mayor parte de los fondos no acabaron en los trabajadores, por lo que por mucho marketing que lleve el nombre, lo cierto es que tampoco es demasiado keynes.
Y nos queda por último aquella parte de gastos automáticos. Entre ellos se encuentran los estabilizadores automáticos, (pensiones, prestaciones de desempleo…), que basan su existencia en la protección ante situaciones adversas. Evidentemente los estabilizadores automáticos sí que tienen una inspiración de tipo keynesiano. Por supuesto, al igual que otros gastos automáticos, (como los de intereses de la deuda pública), se han incrementado por las circunstancias. Pero sin embargo, contentarnos con esto para defender que se ha seguido una política keynesiana es tanto como decir que justificamos que hemos tomado una decisión en aquellos puntos en que no decidimos.
Es decir, mal podemos defender que se ha decidido algo sobre lo que en teoría no se decide. Y digo en teoría, porque en realidad sí que se han tomado algunas decisiones sobre estos estabilizadores automáticos, y en general han sido para reducir. Por tanto, aunque el volumen de gasto se haya incrementado, lo que está claro es que han existido toda clase de normas y decisiones que han debilitado los estabilizadores automáticos, de tal forma que es muy difícil defender que se han seguido teorías inspiradas en Keynes, cuando lo que se ha hecho es atacar de forma constante, el automatismo que Keynes proponía (ver el post al respecto).
En consecuencia, y tras estos dos post, creo acertado defender que independientemente de que Keynes estuviese o no en lo cierto, no es demasiado responsable de la situación actual ya que se ha hecho exactamente lo contrario a lo que se supone que habría que hacer. Realmente lo único de inspiración keynesiana ha sido el marketing.