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El 6 de noviembre de 2012, en “el economista”, nos encontramos con una interesante noticia en la que se habla de Islandia. El 7 de noviembre de 2012, también en “el economista” nos encontramos otra interesante noticia en la que se habla de Irlanda.

La noticia que habla de Islandia se titula: “¿Es la recuperación de Islandia un espejismo?. El peligro de una nueva burbuja inmobiliaria.”, y la noticia del día siguiente acerca de Irlanda, primero se ha titulado: “el sector inmobiliario en Irlanda comienza a pasar página. ¿de que depende la recuperación?”, aunque en el momento de escribir estas líneas ya se titula: “El sector inmobiliario de Irlanda sale del coma gracias al dinero en efectivo”.

En las dos noticias, lo que se hace es analizar un dato común en las dos economías que es el incremento del precio de los pisos que se observa en los dos países. ¿Qué ocurre para que exactamente el mismo dato sirva para llegar a conclusiones diametralmente opuestas?.

Pues básicamente lo que ha ocurrido es que Irlanda ha seguido a pie juntillas las recomendaciones de todo el mundo, mientras que Islandia no. Es así de simple. Lo que nos venden como análisis económicos, financieros o información, al final casi siempre es un ejercicio en el que lo que se trata es de seleccionar información presentándola de forma que se cree una opinión en la que unos serán los buenos y en consecuencia tendrán la promesa de un cielo que nunca llega, mientras que otros serán los malos que tendrán el peor de los infiernos en el que todo alivio no será más que un espejismo.

De esta forma, nos encontraremos con cuatrocientos mil análisis, que además crecen cuando las condiciones empeoran, con aquello de “motivos para los alcistas”, o “se espera que tras el sacrificio tengamos un crecimiento sano”, o los famosos brotes verdes,  que proscritos ahora mismo se han convertido en “signos esperanzadores”, para aquellos casos en los que se han seguido a pies juntillas las recomendaciones de “los mercados”, (a saber, personas que tienen puestos de responsabilidad en cualquier actor del sistema financiero); mientras que todo son amenazas para los que no.

En esencia, el proceso es exactamente el mismo que el usado en los cuentos clásicos; un argumento con una idea principal, (no mientas), una historia en la que hay un castigo si se realiza la actividad, (cuando venga el lobo nadie te acudirá a ayudar), para llegar a la moraleja, que no ha de faltar. La lástima es que mientras los cuentos clásicos se definían como cuentos al servicio de la educación en determinados valores, ahora nos encontramos con informes que no son más que cuentos, al servicio de la manipulación en la que los supuestos valores de los que siempre se predica no son más que otro cuento.

El problema es que al final nos encontramos en una situación un poco surrealista. Porque independientemente de que estas cosas sean cuentos o no, la realidad es que al final esto no es más que un proceso dentro de aquello de “el mercado valorará”. Por no hablar del pequeño problema de que se necesita información fiable, objetiva y esto es claramente algo incompatible con expertos pontificando y seleccionando datos y explicaciones de acuerdo a la necesidad de transmitir una idea en particular que en informar.

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