El otro día me recordaban que el PIB es igual a la inversión más el consumo más el saldo con el sector exterior, (exportaciones menos importaciones), por lo que de la simple aritmética nos encontramos con que la mejora del saldo comercial hace subir el PIB. Además esto es especialmente importante en un entorno en el que el consumo, (tanto privado como público) se desmorona, al igual que la inversión, (también tanto privada como pública).
Parece evidente que la aritmética es lo que es, y que en síntesis el argumento de que como todo está mal, apoyemos las exportaciones para que sume el PIB, parece tener pocos agujeros; sin embargo, el fallo más evidente de este razonamiento es que la realidad lo contradice rotundamente, tanto si analizamos diversos países, como si analizamos el caso de España, que en definitiva es lo que he hecho en los dos últimos post. En definitiva, se han tomado en varios países y en España unas medidas que buscaban incrementar la competitividad de las empresas, que a su vez han logrado incrementar el saldo comercial, (por lo tanto podemos hablar de éxito hasta esta parte del razonamiento), pero resulta que a pesar de que la formula es simple, resulta que al final las rentas del país se han desplomado, tanto en España, como en Irlanda como en Grecia.
Por tanto, lo que tenemos que tratar de entender es porque un argumento tan simple y falla, porque entiendo que el hecho de que no ha funcionado en la realidad es difícilmente contestable.
El problema efectivamente está en las dichosas ceteris paribus, que son muy usadas en muchos campos de la economía, aunque no tanto en la macroeconomía. Es decir, cada vez que usamos un razonamiento al respecto de una formula, asumimos siempre que el resto de variables no varía. Por tanto, está claro que si un país logra mejorar el saldo comercial, suponiendo que el resto de variables son constantes, efectivamente tendríamos una subida del PIB; pero si lo que se hace es tomar una serie de medidas que afectan a varias de las variables de la ecuación el argumento se cae irremisiblemente.
Es decir, se han tomado toda una serie de decisiones, bajo unas premisas determinadas, que son en síntesis todas las que aparecen en la traída ley de Say. Lo importante es tomar medidas que apoyen a la oferta, lo cual se traduce a su vez en numerosas modificaciones que afectan a las relaciones de empresas con trabajadores, consumidores y desde luego con la administración pública. Se está hablando muchísimo de los recortes, pero más daño incluso que los recortes están provocando lo que se define como “reformas necesarias para el crecimiento”.
Todo este esquema, en el que los cambios fiscales impactan directamente, (tanto por el lado de los impuestos, como del precio de servicios públicos), en la renta disponible que además se ve afectada por la evolución de sueldos y precios, (consecuencia de muchos años y medidas en una única dirección), tienen incidencia en la formula en cuestión.
En definitiva, la caída en consumo no es algo que “surja” de repente, como si fuese algo que no podríamos esperar y que viene invariablemente. Por entendernos, resulta que todo el mundo hace unas cuentas rápidas; se propone bajar sueldos, porque las empresas asumen que los ingresos van a ser los mismos, y como los sueldos son parte del gasto, esto supondrá incremento de beneficios. Luego resulta que se comprueba que los ingresos de las empresas caen por “debilidad de la demanda”, pero no logramos relacionar esto con el resultado lógico e inmediato de la decisión que acabamos de tomar.
Respecto a la inversión, nos encontramos además con el hecho de que se unen las dificultades financieras por la caída de la actividad económica y el hecho de la caída en el consumo y un entorno deflacionario. ¿Para qué se va a invertir si luego no se podrá vender?.
Por lo tanto, lo que debemos entender es que las medidas que provocan el incremento del saldo comercial, (el aspecto positivo en la formula), son las que a su vez provocan el desplome de los otros valores.
Se podrá alegar que entonces, para la salida de la situación tendríamos que conseguir que el incremento del saldo exterior sea superior a los otros desplomes. Sin embargo, existen varias razones para entender que esto nunca podrá ocurrir.
La primera es que el sector exterior siempre es menor que el sector interior; incluso en el caso de países que estén en la situación de Irlanda en la que numerosas multinacionales de fuera de la zona euro se instalan para “exportar” desde allí. Pensemos que por mucho que se exporte, la columna vertebral de cada país está en millones de personas que trabajan en empresas dedicadas a prestar servicios a la sociedad, que nunca podrán ser internacionalizados. Una panadería, un taxista, la gestoría, la imprenta, los médicos, la seguridad, todo el comercio, los medios de comunicación, … Por esto la parte interna siempre supone un porcentaje del PIB muy superior al de las demás variables. Esto es importante porque si mejora un 10% la parte pequeña y empeora un 10% la parte grande, el resultado aritmético es simple.
Pero es que además del puro resultado aritmético, debemos recordar el efecto del multiplicador, que expliqué en su día dependía de la propensión marginal al consumo y de la evolución impositiva. Dado como han ido las reformas, los recortes y la regresividad fiscal, se está destrozando el multiplicador, por lo que las caídas en consumo e inversión, (las partes más grandes), son por aritmética simple mayores en porcentaje, (y recordemos que sobre una base mayor), que las mejorías en el sector exterior.
Por esta razón, cargándose la clase media, (que es lo que están haciendo las reformas) y exagerando los desequilibrios que llevaron a esta crisis, (sueldos contenidos derivada de unas políticas laborales para las empresas más especulación salvaje en bienes básicos más unas políticas monetarias salvajes), no se va a solucionar este problema.