El otro día ponía un post a cuenta de las declaraciones de Jesús Aguirre en las que de forma burda decía que las medidas del PP habían logrado reducir la pobreza infantil a niveles menores a los del inicio de la crisis. Además de la pobreza, Jesús Aguirre afirma también que la desigualdad social se ha reducido. La primera frase quedaba contundentemente desmentida por la introducción del plan nacional para la inserción social. Respecto a la parte de la desigualdad, lo cierto es que el citado plan también es bastante claro:
“En los últimos años se ha producido un aumento muy acusado de la desigualdad en la distribución de la renta. En 2012, el 20% de la población con mayores rentas tenía unas rentas 7,2 veces más altas que el 20% de la población con rentas más bajas (5,7 en 2008).
El Índice de Gini pasó de arrojar un valor de 31,2 en 2008 a situarse en 35 en 2012. Esto es, en sólo tres años ha aumentado en un 12%.
El indicador de distribución de la renta S80/S2019 se ha ampliado de forma acusada. Este indicador se define como el ratio entre la renta total disponible equivalente del 20% de la población con mayor renta y la renta del 20% de la población con menor renta. El indicador ha pasado de un valor igual a 5,7 en 2008 (la renta del quintil superior era 5,7 veces superior a la del quintil inferior) a situarse en 7,2 en 2012.”
En realidad este resultado es perfectamente explicable si tenemos en cuenta el total de las medidas tomadas; tres aspectos fundamentales afectan a la distribución de los ingresos;
Lo primero, y habitualmente conocido por lo único, está compuesto por la distribución de los impuestos. Está claro que cuanto mayor sea la progresividad fiscal, más redistribución de la renta existe, lo que significaría reducir la desigualdad, y al revés. Los gobiernos (recordemos que han sido tanto el PP como el PSOE) han subido los impuestos indirectos y ha introducido copagos de forma espectacular de tal forma que al final la regresividad se incrementa. El peso de los impuestos a rentas bajas es cada vez menor, por lo que el resultado es claro.
El segundo aspecto es el tema de gasto. Según las partidas en las que se gaste, tendremos mayor progresividad o no. No es lo mismo gastar en subsidios de desempleo que en deuda pública o en rescates a grandes empresas. En este punto, está perfectamente claro que el balanceo en los presupuestos ha supuesto también un mayor peso para aquellas partidas que introducirían desigualdad.
Y el tercero, olvidado siempre, está en el efecto de las reformas que han cambiado el entorno para todo el mundo. Finalmente las rentas de todo el mundo dependen de lo que pagan y lo que ingresan. Para las personas, estamos hablando de sueldos como fuente de ingresos y precios e intereses como gastos, (estas dos partidas serían los ingresos de las empresas y de las entidades financieras respectivamente). En la medida en que las reformas han ido condicionadas a bajar los sueldos y subir (o que no bajen), los gastos, está claro que se ha producido una tercera fuente de traspasar renta de unos sitios a otros.
Todo ello, nos lleva a que obviamente se ha incrementado la desigualdad de una forma extrema y de que el hecho de que ahora nos cuenten que se ha reducido a niveles anteriores a la crisis no es más que puro cachondeo.