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Hablemos de las comisiones bancarias.

El 18 de septiembre de 2015 McCoy (en El Confidencial) nos habla de las bondades de lo que se avecina con las comisiones bancarias. Para centrar el tema, parte de una premisa fundamental:

El problema de las comisiones no es su existencia, pues resultan legítimas en la medida en que son transparentes, ajustadas –sin duplicidades, por supuesto- y vinculadas a un determinado servicio

A partir de ahí nos cuenta que la banca tiene un problema: “Como la banca no hace dinero en su negocio tradicional, que es pidiendo prestado y prestando”. Eso le obliga a la banca a subir las comisiones, eliminando la “subvención encubierta” de los clientes que no usaban los servicios del banco a aquellos que sí. Finalmente, acaba concluyendo que la personalización extrema de los costes asociados puede llegar a ser un beneficio para todos, sin problemas para la “rentabilidad” de la banca. 

Voy a anticipar el final del post con mi conclusión: la personalización extrema de los costes será el panfleto y justificación (a tragar sí o sí) de que nos van a cobrar lo que les da la gana. Es un argumentario bananero para justificar una situación completamente surrealista derivada del ejercicio del abuso de poder. Particularmente estas cosas a mí no me acaban de gustar.

Lo triste es que el propio McCoy en todo su post lo explica de una forma meridiana (aunque es evidente que no era su objetivo). Por lo menos no utiliza (en esta ocasión) el concepto “industria” para referirse al sector y lo sustituye por “negocio”.

Comienza su post con unas reflexiones iniciales. Yo hubiese comenzado antes con lo de que son legitimas y demás; McCoy establece su inicio en:

“Si en su localidad existiera una sola entidad financiera, probablemente estaría dispuesto a pagar por dejarle en depósito su dinero con tal de no someterse al riesgo de tenerlo en casa y que se lo roben. La compra de seguridad justificaría el dispendio. Pagar al banco no le resultaría entonces tan extraño.”

Y yo traduzco: A todo el mundo le parece lo más normal del mundo pagar lo que sea al del monopolio de turno. Estos días estuve hablando del tema de agua, de pagar depuradoras que no existen y de sostener a otros a cuenta de un monopolio de manual. Por supuestísimo que obtengo un beneficio por disponer del agua. Es cierto que siempre hay beneficios en cualquier cosa que pagamos (y sobre todo cuando estamos hablando de bienes básicos como puede ser el agua, los servicios financieros o lo que sea). De la misma forma es cierto que lo que resultaría extraño a la gente es que en algo “obligado a pagar” en una situación de monopolio se pague lo justo.

De hecho, para que entendamos como está la situación, me parece normal (habitual) que los liberales patrios acepten con naturalidad los beneficios de los monopolios, advirtiendo de los peligros del “libremercado” como hace en el siguiente parrafo:

De hecho, la banca podría cobrarle por hacerlo si no se moviera en un entorno de competencia por unos recursos más escasos de lo que parece, ni supiera que de ese dinero va a obtener un resultado que justifica con creces ejercer gratis su labor de ‘custodia’, renunciando a tales ingresos

Pues otra vez estoy totalmente de acuerdo; cuanta mayor competencia menos podrá cobrar una empresa en todos y cada uno de los sectores que se nos ocurra y más tendrá que ofrecer. Juraría que esto es lo que justifica la bondad de los mercados libres y querría pensar que el problema (para la economía) es que un sector logre que el gobierno “obligue” a los participantes de un sector a concentrarse o que “obligue” a que no haya “guerras de precios por depósitos” o que “obligue” a que los ciudadanos tengan más necesidad del sector (por ejemplo con restricciones a los movimientos en efectivo y similares). Es decir, que todos los organismos “obliguen” a un sector a que gane dinero y no lo reparta (que es lo que significa recapitalización).

Estando pues de acuerdo en que los monopolios le vienen muy bien al que cobra; y que el que paga asumirá, con tanta naturalidad como cabreo, el hecho de pagar a un monopolio ¡por cojones!, vamos a tratar de analizar el punto al que hemos llegado para considerar las comisiones legítimas.

Para esto vuelvo a repetir la primera frase que pone McCoy: “Como la banca no hace dinero en su negocio tradicional, que es pidiendo prestado y prestando”. Lo hago para colocar el inicio donde corresponde. ¿Negocio tradicional?Voy a ser revolucionario y explicar que el negocio de los panaderos consiste en transformar harina, sal y agua en pan; el de los talleres de automóviles en coger unas piezas para conseguir que un mamotetro de tonelada y pico nos sirva para llegar al trabajo y el sector financiero consiste en canalizar los fondos de los ahorradores a los que necesitan financiación; o lo que es lo mismo “financiar a la economía”. Ya me pueden llamar antiguo, pero me gustaría que alguien me explicase para qué demonios queremos un sistema financiero que no financie a la economía. De hecho, a título de reflexión, ¿a ver si se llaman bancos zoombies a aquellos casos en el que el sistema bancario sobrevive en base a artificios, creaciones de monopolios y recursos que detraen de “algún lado” pero que no se dedican a su ahora denominado “negocio tradicional”?

¿Se acuerda alguien de lo que era un balance con su activo y su pasivo? Además de ser la tabla de números donde algunos ponen lo que les da la gana con total impunidad, me gustaría que se buscasen los conceptos de “proveedores” y “clientes”. Con estas manías de coaching de cambiar todos los nombres, a lo mejor no nos acordamos; los proveedores son los que nos proporcionan los elementos necesarios (tanto bienes como servicios) para desarrollar una actividad que permita ofrecer algo a nuestros clientes.

En un primer momento, voy a dejar de lado ciertas actividades (luego ya hablaremos de comisiones de gestión de fondos, planes de pensiones….) y me voy a centrar en lo principal: el banco coge el dinero de los ahorradores y lo presta a los que necesitan financiación. Pues los ahorradores son proveedores y los deudores son clientes. Los clientes pagan y los proveedores cobran, salvo en un único sector donde tanto los clientes como los proveedores se llaman clientes y en consecuencia pagan todos. Un sector que considera que esto es normal cuando en realidad es la anormalidad más absoluta. Claro que se acepta, pero precisamente por lo que McCoy nos explica: el poder de mercado (¡y que viva el liberalismo!).

¿Qué los depósitantes de dinero obtienen algo por llevar el dinero? Pues es de esperar ya que son proveedores. En teoría tendrían que retribuir a los depositantes; ¿O es que le extraña alguien que un taller le pague un dinerito al que le vende las pastillas de freno que instala en los servicios de mantenimiento? El banco necesita dinero para su actividad y, por tanto, ha de pagar por tal necesidad; y lo tendrá que hacer (en una situación “óptima”) cuando se lo pida al Banco Central de turno, a otro banco en el interbancario o a Pepe Pérez.

Por designios de la alta superioridad (¡que viva el liberalismo otra vez!), tenemos que recapitalizar los bancos (¡darles a ganar!), se impone que no se compita por los depósitos (sin que lo critiquen ni los liberales que hablan de dejar caer a los bancos, pero no se preocupan lo más mínimo de que se les faciliten las condiciones para que no caigan entendiendo que eso no es ayuda). Y, por tanto, resulta que la ventaja para el proveedor se limita a la prestación de ciertos servicios. Todo tan normal como liberal.

Para justificar esto de repente encontramos inaceptable que el proveedor obtenga ciertos beneficios (alguien tendría que recordar alguna vez el concepto de negocio).  Acabamos con aquello de “percibe una subvención encubierta”. ¿Y si reflexionamos? Pues nos daríamos cuenta de que tras todas estas prácticas podemos pensar que estamos en una especie de economía de trueque; el que lleva dinero a una entidad financiera tan sólo puede aspirar a poder sacarlo en otro cajero; y el que no haga uso de estas ventajas ¡está subvencionado según los participes del sistema financiera! Pues me parece que el que no hace uso de alguna cosa gratuíta que consiga a cambio de dejar su dinero allí no está siendo subvencionado; simplemente no consigue contraprestación alguna.

Todo esto viene del engorro que suponen “los clientes”. En realidad, son proveedores, pero es completamente cierto que suponen un engorro y dan trabajo (el famoso servicio al que están vinculados a veces existe). Esto normalmente se llama actividad de la empresa. El taller tiene que hacer los pedidos a los distribuidores de recambios, hablar con comerciales de estos, gestionar los albaranes…. Y después aún por encima tiene que ponerse el mono y pelearse con el coche.

Carrefour se dedica a vendernos las cosas que hacen otras empresas. Es evidente que para ganar dinero tiene que encargar productos, poner cajeras o cajeros automáticos, trucar las ruedas de los carros…. y toda una serie de actividades que suponen un esfuerzo y un coste. Es habitual que en las negociaciones con sus proveedores acaben usando el concepto del lineal para mejorar las condiciones. Es decir, tienen algo de valor y los fabricantes tendrán que tragar por acceder a vender en Carrefour y tragar más por vender en determinadas zonas. Pero claro, ¡cobrando! Es más que evidente que un ultramarinos no puede acudir a Gullón a pedirles “sacrificios” (en forma de precios y condiciones más favorables pero que siempre suponen cobro para el proveedor) basándose en el lineal. ¡Poder de mercado! (todo muy liberal… dicen).

Pues esto es lo que ocurre con la banca; el proveedor que tiene poder de negociación cobra por su dinero (imaginemos que van a hablar con un fondo de inversiones extranjero y le ofrecen una cuenta para gestionar su tesorería y le dicen que no le dan un euro y le crujen a comisiones porque les da trabajo y les dan un servicio); el que no tiene poder de negociación (la inmensa mayoría) paga. Lo de los servicios, el coste, que se necesitan recursos, lo de la individualización y todo lo demás, son gilipolleces para justificar un abuso de posición aceptable por unos cuantos liberales de toda la vida.

Ahora lejos de cabrearse porque estas cosas son normales (habituales), las ven normales (positivas).

Y aclarado el hecho de que la idea de que se cobre a proveedores (depósitantes del dinero necesario para su actividad) me produce sarpullidos y no encaja en ningún parámetro de nada parecido a la economía de mercado; me queda el resto de las comisiones y sobre todo los cachondeos de la “identificación”, “transparencia”, “idoneidad” y tonterías semejantes que también tienen telita.

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