El otro día Josephine ponía un extenso comentario en el que exponía varias dudas y acababa haciendo tres preguntas;
“¿Hay razones verdaderas para tanto pesimismo?.
¿Hay soluciones que eviten un paso atrás en la economía y en nuestro bienestar actual?. ¿Cuáles?.
Y si ese paso atrás es inevitable... ¿cómo darlo con la mínima fractura social y económica?”
Para contestar a las preguntas, lo que primero debemos es centrar un poco el tema en las dos grandes cuestiones, planteadas en el cuestionario. Por un lado la situación de Japón, que se ha colocado en una posición extrema tras el terremoto, tsunami y el incidente nuclear, y por otro lado las posibilidades de las políticas monetarias que pueden realizar cada uno de los países. Ambas situaciones llevan a una situación que es la deuda, que es considerada un problema en todos lados.
Empecemos con Japón; en este sentido recoge una opinión, (de la que duda) en la que se defiende que el endeudamiento de Japón es con los propios japoneses, por lo que parece que no debería ser un problema tan grave. Lamentablemente no puedo estar de acuerdo con este análisis, por varios motivos; el principal es que el problema es el endeudamiento, no tanto el con quien. Ya con la vista en este post, coloqué en el pasado el post “¿es el gran ahorro una fortaleza?”; en el que básicamente trataba de introducir un concepto un poco distinto; A pesar de que estemos bombardeados por el concepto: “crisis de deuda”; parece que no queremos entender que la deuda no es más que la primera consecuencia de un desequilibrio. Y cuando hablamos de crisis de deuda, lo que estamos diciendo es que el desequilibrio es realmente grave.
En particular en Japón, (y es un proceso desde luego generalizado), tenemos a un sector público muy endeudado; y luego tenemos personas (bien individualmente, bien a través de empresas o vehículos o instituciones financieras) tremendamente endeudadas, acompañadas de otras con grandes fortunas. Un gran ahorro, coincidente con una gran parte de la población con problemas de deudas, lo que supone es un desequilibrio fuerte en la distribución de la renta.
En lo que respecta al país, tenemos ahora la necesidad de afrontar un gasto ingente en la reconstrucción de infraestructuras, lo que provocará invariablemente que las necesidades financieras crezcan. Desde este punto de vista, el desequilibrio se incrementa.
Como sea, que la deuda se va a incrementar, el gobierno ha de buscar ingresos entre los contribuyentes o reducir una serie de gastos. Si decide aplicar una subida de impuestos tendrá que elegir cuales y cómo, que no van a ser más que otra forma de determinar quién va a pagar. El problema que nos encontramos es si lo vemos al revés; El estado necesita conseguir fondos, (el “como” es la duda), y ante esta situación echará un vistazo y encontrará una serie de personas muy endeudadas, (lo que significa que la capacidad recaudatoria en este caso sería muy pequeña); y otra serie de personas con grandes ahorros de los que una gran parte están invertidos en activos financieros. El problema es que en este grupo, las capacidades de recaudación son mínimas ya que ante las subidas de impuestos, las deslocalizaciones de los fondos, (que no de las personas), serán una amenaza real.
Si optamos por el lado de los gastos, (desde el punto de vista del estado), estaremos ante una disyuntiva similar; con la única diferencia de que una parte de los gastos van a quedar completamente fijados, que son aquellos fondos dedicados a la reconstrucción del país. Si cuando hablábamos de los ingresos fiscales, la pregunta en realidad era “quien” va a pagar los impuestos, en el caso de los gastos debemos entender la doble naturaleza de estos.
Por un lado generan posibilidades de negocio y dinamizando la economía, balance que dependerá del ratio entre beneficios y sueldos generados. Es decir, cuando se inyecta una cantidad de dinero en la economía, (por ejemplo Plan E), se generan posibilidades de negocios y por otra parte se genera actividad, que a su vez genera empleo, lo cual genera incrementos de renta disponible. En función del reparto entre las dos variables tenemos el reparto del beneficio del gasto público y su capacidad de multiplicación de la economía. Cuanto mayor sea el importe que se gaste en sueldos, (tanto directos como indirectos), mayor será el porcentaje de gasto público que llega a aquellas personas con mayor consumo en función de la renta, (la capacidad de ahorro recordemos que está muy vinculada a la renta).
Por el otro lado, tenemos otra parte del gasto, que es el denominado gasto social, (en riesgo de desaparición), pero que ayuda a mantener la renta disponible de las capas bajas de la población, (bien en forma de ingresos o bien en forma de reducciones de gastos). La reducción de estos gastos, lleva a que en el conjunto de la sociedad la parte de renta consumida se reduce, de forma que tenemos un impacto negativo sobre la creación de dinero.
Me queda todo lo relacionado con la inflación y la creación de dinero por parte de los bancos centrales, (los aspectos monetarios de las políticas económicas), pero ya con aquella parte de la economía referida al ámbito fiscal, (quien contribuye al erario público y como se gasta), la realidad es que si que existen razones para el pesimismo, porque todas y cada una de las medidas que se anticipan, (bajada de gastos sociales, subidas de impuestos al conjunto de la sociedad e inyecciones de dinero muy localizadas en el sector financiero y grandes constructoras), no llevan a otro lado que una profundización de los desequilibrios, (a través del proceso que expliqué en el post de “¿Explica la macroeconomía las decisiones tomadas y los resultados en crecimiento, déficit y consumo?”.
Existen razones para el pesimismo, porque mientras no cambie el esquema de pensamiento económico, y se corrijan todos los dogmas que se están derrumbando, las decisiones tomadas irán todas en el mismo camino, y todas nos llevarán a una situación que recordemos es consecuencia de las decisiones tomadas.
Otra de las preguntas es la de ¿existe solución que evite el paso atrás?. Desde luego claro que existen soluciones que eviten el paso atrás; porque debemos recordar que no estamos en la edad media, (por mucho que algunos se empeñen), y desde luego que las posibilidades de salir de esta situación, la capacidad de crear y la gestión de los recursos hoy en día es la mejor de la historia. De hecho, lo curioso es que a medida que la situación se deteriore, la necesidad de cambiar los parámetros del pensamiento se incrementan, (por eso el caso de Japón puede ser una gran oportunidad).
En cuanto la necesidad nos lleve a un punto insostenible, entenderemos que lo curioso del caso es que claro que hay soluciones para que no exista un retroceso espectacular en el estado del bienestar; no es otra que acordarse de que todo un conjunto de medidas que se han agrupado en torno al concepto del estado del bienestar no han sido un lujo que nos hemos dotado por que la economía estaba muy bien tras una gran depresión y una gran guerra.
En definitiva; ¿Existen soluciones para evitar el retroceso social?. La realidad es que no existen soluciones sin revertir toda una serie de medidas que suponen retroceso social. La realidad es que todas las acciones del estado del bienestar, son toda una serie de medidas que se han tomado para salir de esta situación; El “estado del bienestar”, no es ni ha sido jamás un problema; ha sido la solución, (como ya he tratado).
Me queda analizar y recopilar la parte monetaria que quedará para otros post.