Cultura y crecimiento económico: ¿eran unos brutos nuestros iletrados antepasados?
Fernando Esteve Mora
En la fachada norte de la iglesia de Santa Maria del Rey de Atienza, se abre (es un decir, pues casi siempre está cerrada) una puerta construida en la primera mitad del siglo XII. Esta muy deteriorada tanto por el paso del Tiempo como por el tiempo meteorológico que solía darse en esta zona de Castilla, antes que los efectos del cambio climático se pusieran de manifiesto tan a las claras como pasa en estos tiempos en que vivimos. No obstante, aún pueden "leerse" aunque con dificultades las dos incripciones que hay en su arco. La una, la exterior y la peor conservada, está en latín, dice así: IN NOMINE DOMINI IESU X(P1)BITUR (BENEDICITUR) IN ERA MILESIMA CL DOMO ECCLESIE SANTA MARIA VOICA (VOCIGATA)… FUIT IN EODEM TEMPORE ENIE REX ALFOS DE ARAGONE… MP (ERANS) IN CAST (ELLA). Nada extraño hay en ella, pues. Es un texto acerca de cuándo se erigió la iglesia..
La otra inscripción, la interior y con letras de mayor tamaño,, está mejor conservada y es de lo más rara, o al menos así se me antoja, pues está escrita en árabe. Y reza lo siguiente: "La permanencia es de Allah". Ahi va la imagen de estas dos inscripciones
Y digo que es de lo más rara esta segunda inscripción, porque no parece "normal" que en la entrada de una iglesia cristiana de aquella época, en plena "reconquista" como se decía antes, haya un texto en árabe. En letras de mayor tamaño que las del alfabeto latino de la otra inscripcíon. Un texto que, además, proclama uno de los atributos de Dios, tal y como aparecen no en la Biblia sino en el Corán.
(La existencia de esta inscripción en árabe testifica la importancia de la población mudéjar o bien también -pues no es excluyente esta otra explicación- la existencia de una mezcla de religiones en aquellos siglos y en esa zona, sincretismo religioso del que es por otro lado testimonio maravilloso la arquitectura de la cercana ermita/mezquita mozárabe de san Baudelio de Berlanga, la Capilla Sixtina del románico español, tal como así la califica José Jimenez Lozano en su Guía Espiritual de Castilla, si bien para acercarse a su contemplación real haya hoy más bien que irse a Estados Unidos, tras la imperdonable y eternamente vergonzante venta que los lugareños de Casillas de Berlanga, el pueblo donde está situada la ermita, hicieran de sus frescos a León Leví allá por los años veinte del siglo pasado con la aquiescencia y complacencia interesada de la Comisión de Monumentos de Soria, el registrador de Almazán y otras gentuzas de semejante ralea)
La inscripción árabiga se las trae, si se piensa un poco. Eso de que la permanencia es patrimonio de Dios es un "texto" o mejor, un aforismo o declaración teológica de lo más compleja, pues obliga a pensar en dios no como un mago de luengas barbas o como un señor feudal, lo que sería lo propio para la época, sino como un ente abstracto que coincide punto por punto con la noción de infinito. esa noción tan abstracta y difícil de aprehender que está en la base de la especulación teológica y matemática. Por decirlo en una palabra, la inscripción es una afirmación que requiere cierta sutileza o capacidad intelectual...y es el texto que se encuentra en uno de los sitios más inesperados que cabe esperar: ¡en la entrada de una iglesuca de un pueblo perdido de Guadalajara!. Dado que es más que descabellado pensar el que estuviera destinada a alguna colectividad de teológos musulmanes que hubiera por esos pagos, sólo queda la opción de pensar que pueda estar destinada a las gentes del lugar. Y si es así, ello plantea una pregunta adicional: ¿será que los lugareños de Atienza en aquella época no eran tan brutos o cortos de talla intelectual como solemos pensar?
Y es que solemos pensar mal de las capacidades intelectuales de nuestros antecesores. El pasado, como suele decirse, es un país muy lejano. Pero, además de lejano, lo pensamos o "sabemos" claramente subdesarrollado económicamente, de lo que extraemos la conclusión de que, consecuentemente, sus habitantes son (o tuvieron que ser) incultos y simples. Si no, ¿cómo es que eran tan pobres?
En efecto, la Economía ha dado por sentado que nuestros antecesesores, dado que eran iletrados, eran unos brutos. Tenían que serlo obligadamente pues mantiene que la cultura o la educación requiere de la alfabetización y les era ajena por consiguiente ajena en su mayoría dado que el "precio" o coste de la educación la hacía inasumible excepto para una minoría (siempre, obviamente hubo algunas escasas excepciones que confirmarían la regla de la predominancia de una estulticia generalizada en las pasadas épocas).
Más concretamente, son dos las razones que avalan semejante presunción. Por un lado se tiene que, como bien de consumo, la cultura o la educación, es un bien normal o, incluso, de lujo. es decir, un bien que sólo se puede adquirir si uno tiene bastante o mucha renta (o si se proporciona gratuitamente gracias al Estado del Bienestar). La implicación de esta argumentación sería obvia: los pobres no "compran" cultura. Y menos, claro está, lo harían en un siglo como el XII, o en general en cualquier época pasada antes de finales del siglo XIX, cuando el crecimiento de la renta per capita significó que las masas urbanas pudieran permitirse comprar o acceder a los productos culturales a la vez que desde el sector público se sumistrase, más o menos gratuitamente, como bien público sufragado mediante impuestos generales.
Y el argumento anterior se refuerza si se mira la educación o la cultura como bien de inversión. pues hoy se presupone que la inversión en educación, en capital humano, es una de las condiciones necesarias para el crecimiento económico, de donde se suele seguir, razonando a la inversa lo cual por cierto no es nada razonable, que donde no hay crecimiento, no ha habido inversión en educación, no se ha acumulado capital humano en la medida exigida para que se haya desencadenado el proceso de económico. Se dice así que hubo que esperar hasta los siglos XVIII y XIX para que el moderno crecimiento económico despegase, tras el proceso de difusión de los avances de la revolución científica y la paulatina culturalización/civilización de las sociedades.
Pero el hecho de la inscripción arábiga en la iglesia de Atienza sigue ahí, desafiando esta "teoría". Y, con él, otros hechos igualmente tozudos. Por ejemplo, están las maravillosas iglesias y catedrales medievales ya sean románicas o góticas que a muchos asombran más que los rascacielos de nuestra epopca. Incluso para los economistas académicos, cuya sola idea del pasado es la que les proporcionan las cifras de Angus Madison, la existencia de esas maravillosas edificaciones les supone un "pequeño" problema. ¿Cómo es que poblaciones escasas, pobres e incultas, siempre al borde la muerte por inanición, tuvieron el "pronto" de dedicar ingentes cantidades de sus más que escasos recursos a unas obras monumentales tan estúpidas, por económicamente inservibles, como son esas catedrales que todavía hoy nos sobrecogen, calman, extasían o alucinan? ¿Qué sabían los más o menos desconocidos "arquitectos" medievales que sus afamados y mediáticos descendientes modernos y postmodernos, los Le Corbusier, Gerhy, Foster, Pei, y demás (por no mentar al ínclito Calatrava) no saben hacer: o sea, crear espacios donde (puede que) habite algún dios o donde cualquiera que se pare un poco y deje de hacer fotos con su móvil pueda conectar con su "alma"?
Hace unos años, tuvo cierto éxito una película romántica titulada Shakespeare in love En ella, fuera de la novelesca peripecia amorosa que se le hacía vivir a Shakespeare, se reflejaba la puesta en escena de su "Romeo y Julieta" en el teatro The Globe (cuya reconstrucción puede verse hoy en la orilla sur del Támesis). Pues bien, una de las cosas más sorprendentes de esa película, para nuestras mentes modernas tan educadas en opinión de los economistas, es que refleja el hecho de que "Romeo y Julieta" se representara, no sólo en la película, sino realmente en una -digamos- "taberna-teatro". Y no fue una excepción. También allí lo hicieron muchas más obras de Shakespeare (así como muchas de las de Lope de Vega y Calderón, lo hacían en "corrales de comedias", muy semejantes al Globe). Dicho con otras palabras, esas obras que hoy se representan en teatros nacionales para élites educadas, eran obras que estaban hechas para los oidos de la gente del pueblo, del pobre y ineducado pueblo llano de la epoca.
Pero, ¿y hoy? Una cosa es saber leer, lo que hoy lo sabe hacer todo el mundo (más o menos, pues abundan los analfabetos funcionales), y otra cosa es "saber" entender. Y, no sé, pero me da que ni siquiera una obra relativamente fácil como lo es el Romeo y Julieta shakesperiano sería comprendida en su integridad (ni aguantada) por la mayoría de la población. Simplemente esa educada población que tanto capital humano ha adquirido y acumulado, por usar de la pomposa jerga económica, carece de la agudeza u hondura intelectual para seguir no sólo la trama sino el lenguaje de esa obra, por no hablar de otras más complejas del mismo Shakespeare o de autores como él, o de las de los clásicos griegos o latinos, también hechas para el holloi polloi. No es nada extraño. Es un hecho, reconocido por los lingüístas, que los lenguajes modernos son mucho más simples o sencillos que los de antes, que con el curso de los siglos se ha producido una paulatina pérdida de vocabulartio y complejidad sintáctica. La implicación es obvia: en la medida en que pensamos con el lenguaje, la pérdida moderna de las capacidades lingüísticas de las gentes refleja una clara pérdida de sutileza mental.
Y los ejemplos de estas "paradojas" podrían multiplicarse sin cuento. Por un lado, le hacen a uno más modesto a la hora de evaluar las creaciones y conquistas del mundo moderno (que obviamente las hay y muy valiosas, fundamentalemente en el terreno de la salud pública y de la medicina), y por otro, me hacen cuestionarme la pomposa presunción de los economistas a la hora de suponer que su forma de ver el mundo se aplica a todas las sociedades y en todos los tiempos. Si nuestros antecesores no eran esos brutos redomados como les considera la moderna "teoría del capital humano", ¿no será que su "subdesarrollo" económico se debe a que eran diferentes a nosotros? ¿no será que fue en parte o en cierto sentido "elegido"?¿no será debido a que no se movían únicamente por la persecución de los más simples objetivos materiales u económicos como parece que nos guían hoy a los modernos habitantes del mundo?
Y es que es el caso que una de las presuposiciones -y hasta diria que presunciones- más características del análisis económico el pensar que nuestros antepasados eran "como" nosotros, es decir, que tenían el mismo andamiaje mental y de deseos y objetivos que tenemos hoy por regla general. Dicho con otras palabras, que querían lo mismo que nosotros, pero que como eran más pobres (y tontos) que nosotros, su vida fue peor pues satisfacían nuestras mismas necesidades en menor medida que las satisfacemos hoy nosotros. Esta presuposición es muy similar a la que tienen los economistas que se dedican a cuestiones de desarrollo cuando "creen" que los "subdesarrollados" quieren en último término "ser" como nosotros. O sea, que no hay yanomano, bosquimano, aborigen australiano, mongol o pastún que no desee en su fuero interno "vivir" como un norteamericano de Manhattan, ser como nosotros.
(Posiblemente sea esa presunción la que explica los sucesivos fiascos que la política exterior estadounidense se tropieza en sus relaciones con el mundo islámico, que le llevan inexorablemente a acabar interviniendo de modo militar una vez que los que deberían agradecer la oportunidad que la política exterior yanqui de ser como un americano típico no lo hacen)
Pues bien, me pàrece a mí que al igual que hay todavía alguna diversidad entre los actuales seres humanos que viven en las economías de mercado desarrolladas, de modo que no todos aspiran a ser más ricos que los demás y a comprar y consumir sin cuento como exclusiva razón de vida, esa diversidad también se daba y en mayor medida en otros tiempos, por lo que no cabe ni imaginarlos ni evaluarlos con nuestros criterios. El pasado es un pais lejano y quienes en él vivían no se parecían a nosotros.
Ahora bien, al igual que el crecimiento económico, los avances técnicos, la globalización ha traído consigo la absoluta homogeneización de la vida en la dimensión espacial, de modo que hoy en día prácticamente en todos los sitios de este monótono mundo se vive igual y hay las mismas cosas: los mismos zaras y mangos, macdonalds y pizzerías, las mismas series y películas, las mismas diversiones, de modo que los escasos enclaves donde se pueden contemplar "diferencias" son o museos o parques temáticos; pues lo mismo ha sucedido en la historia de la humanidad respecto a la dimensión temporal: la diversidad y herogeneidad entre los individuos en gustos y deseos ha ido paulatinamente disminuyendo en el curso del tiempo y cada vez nos vamos pareciendo más, cada vez somos más hijos espirituales de una sociedad de mercado.
Caso de que esa hipótesis mereciera tomarse en consideración, un corolario de la misma sería obvio: el crecimiento económico, si bien ha supuesto un enriquecimiento claro del común de las gentes en términos de cosas de las que poseer y disfrutar, ha supuesto también a la ves un empobrecimiento de esas mismas gentes en la medida que conseguirlo ha requerido asimismo que el común de las gentes "cerrara los ojos de la mente" a otra cosa que no fuera la cuenta de resultados monetarios de cualquier actividad.
Y acabo. Hace unos años, el filósofo Giovanni Sartori observó que las sociedades altamente politizadas no crecen económicamente. Las sociedades democráticas de la antigüedad clásica requerían de sus ciudadanos que dieran lo mejor de sí mismos al proceso de participación democrática, por lo que poco tiempo les quedaba para dedicarlo a la creación de riquezas. Dadas las riquezas que los ladrones y arqueólogos no se han cansado de extraer de los suelos en los siglos que han pasado desde que ese mundo desapareció, no me parece una explicación del todo acertada. Más bien me inclino a pensar, como he hecho en el aspecto cultural, que igual que la definición de lo que era cultura cambió para convertirse en sólo un apéndice y una palanca del crecimiento económico, también la concepción de riqueza varió para pasar a ser sólo aquello que se puede medir y producir como "crecimiento".
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Adenda: Me han preguntado sobre cómo era el interior de San Baudelio de Berlanga antes del expolio. Pues debía ser algo así: