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La llamada "teoría económica de la democracia" es una aplicación a la política del análisis económico más convencional. Y si bien su relevancia y conclusiones son para mí más que cuestionables, a veces, sin embargo, creo que "acierta", en el sentido de que puede servir para ofrecer algunas interpretaciones de la realidad política sugerentes o ilustrativas. Es lo que aquí voy a tratar de hacer aplicándola al comportamiento actual del Partido Popular guiado por el señor Pablo Casado.

 

El núcleo de esta aproximación es la idea de que el comportamiento de los partidos políticos en un sistema democrático puede ser asimilado al de las empresas que compiten en un mercado. Al igual que las empresas compiten entre sí por los compradores en los mercados en que operan vía precios, variedad y calidad de los productos que ofrecen,  financiación,  servicios postventa, etc.; los partidos políticos hacen lo mismo en el mercado político compitiendo por los "clientes-votantes"  ofertando sus "productos" o programas. Para ello buscan a los mejores o más carismáticos "agentes" de ventas o de marketing entre sus miembros (los  llamados  "líderes políticos"), y usan todo tipo de  técnicas acentuando, por ejemplo,  características o "valores" que van desde su compromiso en que llevarán adelante su programa (o sea, "venden" su buen servicio "postventa") caso de que "lleguen al poder" (o sea, caso de que su cuota de mercado sea la mayor entre las empresas-partidos en competencia) o las facilidades de financiación/compra (en la habitual forma de rebajas de impuestos).

 

Y, claro está, a la hora de "competir" está la variable básica:  el "precio" al que  venden sus programas. "Precio", que, obviamente no es, en el mercado político, "monetario", o sea, en dinero; sino que ha de entenderse como "aquello" que hace en el mercado político el mismo papel que hace el "precio" en dinero en el  mercado de un bien y servicio. El precio en un mercado cumple varias funciones o papeles: sirve como señal que trasmite información acerca de la escasez relativa de un bien, sirve también como medio para que las empresas acumulen recursos financieros, y sirve también como mecanismo de "racionamiento", o sea, como sistema para clasificar o separar a los que son clientes de los que no. Esta última función es la que aparece en forma de la conocida "ley de la demanda", que viene a decir que conforme el precio que establece un oferente es más elevado menos son los clientes que tiene;y a la inversa, que si baja el precio atrae para sí nuevos clientes que abandonan a sus antiguos vendedores o proveedores. Es esta la función básica de los "precios" en los mercados políticos-

 

Pero, ¿qué es lo puede cumplir en el mercado político el mismo papel de mecanismo de "racionamiento" que el precio? Pues no se me ocurre otra cosa que el "contenido" del programa, o sea, sus características en la medida que sirvan para  atraer en mayor o menor medida a los clientes-votantes. Una empresa/partido político que elaborase un programa que sólo sintonizara con las preferencias, características o actitudes de un grupo limitado de votantes se estaría comportando por ello mismo  de forma afín  a una empresa que pusiera un elevado precio al producto que vende. La "ley de la demanda" actuaría así de forma similar en el mercado político: a mayor "precio", menos clientes/votantes; a menor "precio" más clientes/votantes.   

 

Ahora bien,  no sólo es lo normal sino que también es la norma, el que los partidos políticos ofrezcan programas que busquen atraerse cuantos más clientes mejor, o sea que traten de reblar el "precio" o coste de aceptación de sus programas para que pueda ser !elegido" por cuantos más votantes mejor. Y la razón de ello es que, a diferencia de los mercados de bienes, en el mercado político cada "comprador" sólo dispone de un voto para "gastar", por lo que lo importante para cada empresa-partido es la cantidad de clientes que obtiene, no el "tipo" o "calidad" de los clientes. Y por ello, lo que importa a los partidos es ofertar un producto de bajo "precio", es decir, de gran aceptación en la medida que menos oposición general suscite. 

 

Por contra, en los mercados de bienes, donde la cantidad de dinero (o sea, de "votos" monetarios) que tienen los distintos compradores es muy desigual, pueden darse situaciones en lo que a una empresa  le interese sea vender su producto a precios elevados, para atraerse así a los clientes que más dinero tienen. Es el caso de lo mercados de bienes "snob" y de los mercados de bienes "Veblen", donde las empresas se "aprovechan" de la "necesidad" de sus clientes de ostentación social, de señalizar a otros lo ricos que son, y lo hacen poniendo unos precios para sus productos que la mayoría no puede pagar. Puede así ocurrir, en alguno de estos mercados, que la "ley de la demanda" se invierta, de modo que la cantidad de bienes que logre vender una empresa crezca (y aumenten los ingresos por ventas que obtiene por ello) conforme suba su precio de venta, aunque el número de sus clientes disminuya, y que por el contrario decrezca la cantidad que venda  conforme lo baje aunque aumente el número de sus clientes , pues la entrada de nuevos clientes de menor riqueza que ahora se pueden permitir acceder a esos bienes no compensa la salida de los viejos clientes más adinerados que ya no pueden ostentar de un consumo exclusivo. Pero, merece la pena repetirlo, esto no puede darse en el mercado político pues en él la distribución de los votos es totalmente igualitaria: un voto para cada votante. Y gana aquel que más votos consigue.

 

Fuera de esas situaciones, la teoría económica sólo encuentra otra posible excepción a la "ley de la demanda" en un mercado de bienes: el llamado caso Giffen.  Un bien Giffen sería un bien inferior (donde por "inferior" hay que entender el fenómeno o situación definida por el hecho de que se compre menos conforme se tiene más dinero), pero muy muy "inferior", de modo que -por ejemplo- se tendría que al bajar su precio el efecto no fuese el que se comprase más sino menos, pues la bajada del precio actúa, para cada consumidor, como si tuviese más dinero (no es que tuviese más, sino que con el mismo dinero le "llegaría" para más debido a la disminución del precio) lo que le llevaría a comprar menos del bien; y a la inversa, si se diese el caso de que su precio subiese. Es decir, que en una situación Giffen, la ley de la demanda se invertiría. El caso Giffen es una situación meramente teórica pues hasta en el único caso real en que se afirma haberse observado  (el caso de la demanda de patatas en la hambruna en Irlanda a mitad del siglo XIX),   la verdad es que esa aplicación es técnicamente más que cuestionable. 

 

Ahora bien, en el mercado político, la situación "Giffen" es casi completamente implausible de modo que  el subir el "precio" por parte de una empresa/partido político no atrae más votantes si hay empresas/partidos competidores tanto a la izquierda y a la derecha de uno, y menos aún si la distribución de las preferencias es tal que la mayor parte de la población declara situarse entre el centro-derecha y el centro-izquierda. Subir el "precio" sólo tendría sentido para un partido, por ejemplo, de derechas si a su derecha no hubiese otro más derechista, y esta subida de precio le atrajese adicionalmente  un número de votantes que antes estuviesen absteniéndose por "tibieza" del programa en cantidad  suficiente para compensar a los que perdiese por  su "radicalización"/ascenso del "precio"  y se fuesen a votar a partidos a su izquierda . Como puede observarse son condiciones muy fuertes estas, lo que justifica la idea de que el caso Giffen es inviable en un mercado político. 

 

Por ello, es de lo más extraño el comportamiento del señor Pablo Casado como director del marketing electoral del Partido Popular pues está actuando suponiendo que el mercado político español es de tipo Giffen", o sea, está actuando suponiendo que "subiendo" el precio, conseguirá más "ventas"/votos.  ¿de dónde los va a sacar? ¿De Vox? No tiene sentido. La radicalización derechista del PP (que tanto malestar está causando en las filas de los dirigentes históricos del partido) es, obviamente una subida del "precio" de su producto electoral que, sólo bajo unas  condiciones Giffen, que no se dan en el mercado político español, puede tener éxito  definido como incremento de la "cuota de mercado" del PP. Y lo que ha pasado en Andalucía lo muestra: el PP ha perdido votos y escaños. Que la derecha en general haya logrado aumentar sus votos y que, al final,el PP  en coalición se haya hecho con el poder en la Junta de Andalucía nada tiene que ver con esa estrategia de fijación de "precios" más elevados...que es sencillamente  absurda. 

 

 

 

 

 

 

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