A veces, pero sólo a veces, los lugares más comunes en el mundo del pensamiento son paradójicamente los menos transitados, pues de tan comunes que son nadie "pasa" por ellos. Un caso claro de esto que digo creo que se da en la teoría (o mejor, las teorías) de las crisis y de los ciclos económicos. Veamos ese lugar común del que ya nadie habla. Se trata de que Robinson Crusoe, el héroe de la Microeconomía, mientras estuvo solo en su solitaria isla, no padeció de ninguna crisis económica. ¿Acaso no es esto una una obviedad, un lugar que de tan común que es, hace que sea casi un insulto a la inteligencia el demorarse en él siquiera un momento, dada la importancia y urgencia que acompaña a cualquier reflexión sobre las crisis? Es obvio: en la economía de Robinsón no había crisis económicas.
Que las crisis económicas sólo suceden en sociedades, que son por tanto crisis sociales parece efectivamente una tontería, una obviedad. Y, sin embargo, puede merecer la pena partir de ese lugar a la hora de hacer una guía para principiantes acerca de las crisis económicas puesto que como cosa ya bien sabida se la suele pasar por alto. Repitamos una vez más: Robinson no padecía de crisis económicas del estilo de las que padecemos quienes vivimos en sociedad. Aunque, por otro lado, si bien se mira, sí que de vez en cuando fue afectado por algo semejante a una crisis económica, pues como Daniel Defoe cuenta, padeció de penurias materiales semejantes a las que se sufren en una crisis, sólo que no eran culpa suya. Si sucedía un vendaval o una tormenta que arruinaba su cosecha, o si había una sequía con el mismo efecto, o si los habituales bancos de pesca no se presentaban a su debido tiempo, Robinson padecía de un tipo de crisis económica, al que se puede definir como crisis de producción, una penuria económica de la que -y esto es importante- no era él en absoluto responsable, una vez que se abandona ese extraño "pensamiento" mágico-religioso (al que, extrañanamente, todavía hoy hay quien se adscribe) que considera los desastres sean del tipo que sean (naturales o sociales) como "castigo" por los pecados cometidos contra las supuestas normas de un suspuesto ser divino extraterrestre. Las crisis evconómicas que afectaban a Robinsón eran pues crisis no de carácter o tipo social (pues una sociedad formada por un sólo individuo no es una sociedad) sino natural.
Si ahora dejamos a Robinson en su isla y pasamos a considerar a las sociedades "de verdad", se tiene que para ellas también la Naturaleza y sus vaivenes (de los cuales son responsables en buena medida los seres humanos por sus poco ecologicas acciones) ha sido durante muchos milenios responsable en multitud de momentos de las crisis económicas de producción que las han sacudido mientras sus economías eran básicamente preindustriales. Y, ciertamente, es un hecho que los ciclos económicos de esas sociedades venían dados en buena medida por los ciclos naturales, la sucesión de años de lluvias o de sequía determinaba de modo radical la vida económica de esas sociedades preindustriales. Pero al igual que ocurría a Robinson, sólo formalmente esas crisis de producción son crisis sociales pues no están causadas por la estructura social, son crisis naturales, de causa exógena a la sociedad que las padece. Con el surgimiento y consolidación de las economías industriales algunos economistas pensaron que las sociedades podían quitarse de encima esa pesada mano que la Naturaleza ponía sobre ellas, pero todavía un economista como William Stanley Jevons, uno de los padres intelectuales del moderno análisis económico, recurría a la Naturaleza (esta vez en forma del poderoso influjo del ciclo decenal de las manchas solares) para explicar, y sobre todo justificar, el movimiento cíclico de unas economías de mercado cada vez más industrializadas. De nuevo, la estructura socioeconómica de creación humana no era responsable de las crisis y del movimientostos cíclicos de la economía. Como en astrología, los responsables últimos eran las estrellas y los planetas.
Y lo más sorprendente es que esta percepción de que las crisis económicas siguen siendo crisis de producción y tienen causas en último término exógenas, ya sean naturales, tecnológicas o psicológicas, pero no endógenas o sociales sigue estando hoy tan de moda entre los economistas académicos como en los tiempos de Jacob y su bíblico ciclo natural de siete años de abundancia seguidos de siete años de escasez. Sólo que hoy, revestida de un arsenal matemático y estadístico increíblemente complejo y conocida como teoría del ciclo real recibe todos los parabienes de la comunidad de economistas "científicos" como se plasma en el hecho de que sus inventores o mejor "descubridores" (elíjase el término que se quiera), Edward Prescott y Finn Kyndlan, han recibido sendos Premios Nobel de Economía. Pues bien, la teoría del ciclo real será muy nueva pero no es necesario aguzar mucho el oído para oir cómo en ella resuena la vieja cantilena: el diseño de las economías de mercado es perfecto de modo que, dejadas a sí mismas, tienden siempre al equilibrio de plena ocupación de los recursos económicos, así que si en ellas se dan ciclos y crisis no cabe otra explicación que, desde fuera, sucede algo aleatorio e imprevisible que las altera, las aleja de su curso equilibrado, predecible y ascendente. E, incluso más aún, el ciclo económico (y por consiguiente la crisis económica) no es el problema sino la solución al problema. La crisis económica y la consiguiente recesión no serían sino el costoso pero necesario ajuste racional de los agentes económicos a esa perturbación exterior que originó el problema de una expansión desordenada, es decir, de la fase alcista del ciclo. No es necesario señalar la curiosa y sutil conexión entre este punto de vista, tan moderno y científico, con la vieja visión de las crisis como castigo por los excesos cometidos.
Ese "algo" aleatorio e inesperado que sacude a una economía, ese shock positivo o negativo que "saca" a una economía de su "equlibrio" puede ser cualquier factor de relevancia económica. Puede ser, por ejemplo, una serie de descubrimientos técnicos que al aumentar la productividad del trabajo, lleva a que la gente trabaje hoy más pues ganará más, y a que las empresas inviertan más en consonancia dando origen así a una proceso expansivo que luego, más adelante, se moderará conforme la ola de innovaciones pierda potencia; o puede ser, por contra, un aumento inesperado de los precios del petroleo por causas políticas que conduce a una recesión. Puede ser también (¿por qué no?) que una recesión tenga su origen en un ataque de pereza (sic) que afecte a los trabajdores y les lleve a ofertar voluntariamente menos trabajo, desidia de motivación estrictamente psicológica (un cambio en sus gustos) o bien consecuencia de una decisión racional (cosa esta última que sucedería si los trabajadores, que prevén que sus salarios en el futuro serán más altos que los de hoy debido al aumento de la productividad del trabajo asociado al progreso técnico, prefirieran racionalmente en consecuencia disfrutar de más ocio en el presente -ya que hoy el coste de oportunidad del ocio sería más bajo que en el futuro- a cambio de trabajar más en el futuro, más ocio en el presente -que aparece estadísticamente como desempleo- que financian o bien endeudándose hoy a cargo de sus saneados ingresos futuros, o bien a cargo del seguro de desempleo)(1). Lo que es curioso es que Keynes, que tan enfrentado estaría a estos economistas del ciclo real ya que en absoluto confiaba en las capacidades autoequilibradoras de las economías de mercado, tenía sin embargo una opinión muy semejante acerca de la causa última de las fluctuaciones económicas, pues, en último término, el que una economía entrara en recesión se debía en su opinión a una alteración de los "espíritus animales" que anidaban en los cerebros de los inversores y desencadenaban o atenuaban los deseos de invertir o hacían aumentar su preferencia por la liquidez o deprimían las expectativas empresariales llevando a una disminución de la inversión por debajo de la necesaria para alcanzar el pleno empleo. En suma, que, al igual que Robinson puede pasar una situación de penuria económica por causas externas a él (una crisis natural) o bien por su propia decisión racional y voluntaria (una crisis de su naturaleza psicológica) si, por ejemplo, por vagancia o por depresión no siembra o no repara sus aparejos de pesca; para estos enfoques exógenos las economías padecen naturalmente de crisis económicas pero son de causa "natural" (ya sea originada en la naturaleza física, ya en la naturaleza psicológica de los agentes, ya en la "segunda" naturaleza de los seres humanos: la tecnológica) pero nunca en la "naturaleza" social.
Frente a estas interpretaciones exógenas de las crisis económicas, están las endógenas. Aquellas que ponen el acento en el diseño de la estructura socioeconómica como causa última de las crisis y de los ciclos económicos. Y sí, si Robison Crusoe no podía padecer crisis económicas "sociales" era por la simple razón de que en su isla estaba sólo. Es cuando aparece Viernes y se distribuyen el trabajo, especializándose cada uno en unas tareas diferentes y luego intercambiando los excedentes que cada uno consigue en ellas, cuando la posibilidad de que se enfrenten a una crisis económica social surge simultáneamente. Que tal cosa suceda depende del tipo de intercambios que se den entre los individuos. Si el mercado que coordina sus actividades especializadas de producción es del tipo trueque, entonces no hay posibilidad de que haya crisis económicas pues, en un trueque, todo acto de "venta" es simultáneamente un acto de "compra". Los peces que le sobran a Viernes que es un excelente pescador son, a la vez, su oferta productiva, pero también y en ele mismo instante esos peces extra de Viernes son el medio de pago que sustenta su demanda efectiva para adquirir el trigo excedentario de que dispone Robinsón que es el dueño de los campos de trigo.
Pero las cosas se complican si se abandona el trueque por un sistema de mercado más complejo y eficiente, es decir, cuando se usa del dinero en los intercambios. Entonces, en un sistema de intercambios monetizados, la oferta que hace Viernes de pescado ya no es simultáneamente demanda de trigo. Ahora ya no se cumple obligadamente la llamada Ley de Say, que viene a decir que toda oferta es a la vez demanda de otros productos, ley que sólo se cumple a rajatabla en una economía de trueque. Para que Viernes demande efectivamente trigo han de sucederse dos procesos. Primero tiene que vender su pescado a cambio de dinero (es decir, tiene que encontrar un comprador con demanda efectiva), y en segundo lugar, debe utilizar ese dinero para comprar trigo. Si por ejemplo, logra vender su pescado pero decide guardarse parte del dinero en un bote de cocina (a eso se le llama atesoramiento, y no ahorro que es prestar a otros dinero para que compren con ese dinero lo que uno no compra -ya sean bienes de consumo o de inversión- , a cambio obviamente del pago de un interés) entonces Robison se encontrará con trigo sin vender, por lo que él a su vez dejará de comprarle a Viernes, que se encontrará con que no puede vender todo su pescado, y dejará de comprarle a Robinón, y así sucesivamente... con lo que una "bonita" crisis económica de sobreproducción se habrá genetrado en esta economía tan simple a consecuencia de ese incremento en la preferencia por la liquidez de Viernes.
Pero, parece evidente que hay una obvia solución obvia a este tipo de crisis. Si el problema es que tanto Viernes como Robinson se quedan con productos sin vender, pues muy sencillo: que tanto uno como otro bajen sus precios y ya verán cómo se deshacen de sus stocks invendidos. Si los precios fluctúan líbremente, si los mercados son lo suficientemente competitivos, entonces esos excedentes de oferta tanto de peces como de trigo, harán que caigan los precios tanto del pescado como del trigo(2), caídas de precios que estimularán las demandas de ambos bienes, con lo que el problema desaparecerá(3). Pero, si bien se mira, el asunto no está tan claro, pues la demada de cualquier bien depende no sólo de su precio (y de los precios de los demás bienes complementarios y sustitutivos) sino también de la renta de los compradores, de su capacidad de compra. De modo que si, empezando con Viernes, se produce una rebaja del precio del pescado, Viernes obtendrá por su venta menos renta(4) por lo que tendrá menos renta para gastarse en trigo, con lo que su demanda de trigo (por efecto renta) descenderá). En qué medida ese descenso de su demanda vendrá a ser compensado por el aumento en la cantidad que demande a consecuencia de la rebaja en el precio del trigo que hará Robinsón para tratar de deshacerse de sus excedentes de trigo (efecto precio) es una cuestión empírica pero lo que está claro que no está nada claro que, al final, se produzca el aumento deseado de demanda de trigo por parte de Viernes para dar salida al stock de trigo acumulado por Robinsón. Y excatamente lo mismo pasaría con la demanda de pescado que hace Robinsón. La rebaja de los precios del trigo le supone una caída en su renta que deprime su demanda de pescado. En suma que una deflación (una caída simultánea en todos los precios) no parece que sea, en principio, la solución más apropiada para una crisis de sobreproducción general(5).
Sin embargo, un muy buen economista, llamado Arthur Pigou, detectó que, al menos en teoría, este argumento no era enteramente válido. Veamos. Si recordamos todo el problema empezó porque se produjo un aumento de la preferencia por la liquidez por parte de Viernes que dejó de comprar y de prestar, detrayendo dinero del flujo circular de la renta. Viernes atesoró dinero, y en consecuencia disminuyó la cantidad que demandaba del trigo producido por Robinson, con los consiguientes efectos recesivos. Ahora bien, cuando se produce una deflación y todos los precios caen, ese dinero guardado por Viernes aumenta de valor real pues permite comprar más de todos los bienes. Pigou supuso que la deflación llevaría a que la gente que tenía dinero atesorado (en nuestro caso, Viernes) fuese y se sintiese más rica, lo que les llevaría a aumentar por consiguiente sus demandas de todos los bienes, sacando a la economía de la recesión. A esto se le llamó el efecto riqueza o efecto Pigou y desde que se enunció ha sido muy debatida su capacidad real para sacar a una economía de una recesión (6).
Pero, si se acepta la existencia de crisis económicas de sobreproducción que no se corrijen automáticamente, la cuestión es la de por qué se puede producir ese incremento de la preferencia por la liquidez, esa caída en la demanda agregada que frena la economía. Aquí hay abundancia de respuestas, y todas ellas apuntan a los determinantes de la tasa de inversión o tasa de acumulación de capital como auténtica palanca de la demanda efectiva en una economía. La inversión determina directamente la cantidad producida de bienes de capital, pero también determina indirectamente el nivel de la demanda de bienes de consumo (a través de la generación de emplo); la inversión afecta por tanto a los dos componentes básicos de la demanda efectiva de una economía (7), de modo que si la inversión cae, cae el nivel de la demanda agregada y el empleo. Lo que nos lleva a la cuestión de por qué puede caer la tasa de inversión como determinante de una crisis económica. Puede ser porque las expectativas de obtener beneficios se hayan deteriorado debido a que, por ejemplo, los salarios (o los precios de otros factores) han crecido tanto que las empresas no preveen tener el volumen esperado de beneficios (a fin de cuentas si uno invierte en alguna actividad productiva es para obtener beneficios y si estos dejan de verse o dejan de preverse, la respuesta inmediata es dejar de invertir). Pero puede haber otras razones, Marx, por ejemplo, consideraba que las crecientes inversiones en capital fijo originaban una tendencia al deterioro paulatino de la tasa de ganancia o tipo de beneficio sobre el capital invertido, la variable que en su opinión era determinante de las decisiones de inversión de los capitalistas. Desde otro punto de vista se puede hablar de que una distribución de la renta muy desigual frena las posibilides de expansión de la demanda de consumo lo que acaba disminuyendo el atractivo de la inversión (pues para qué invertir si lo que se produce no va a tener salida). Imaginemos el caso de una economía donde la renta está tan desigualmente distribuida que todo el mundo, menos una persona extremadamente rica, vive al nivel de la mera subsistencia. Sería previsible que una economía tan desigual, a menos que el rico consuma e invierta por todos los demás, esté en una crisis de subconsumo permanente. Finalmente, otra explicación al porqué de las crisis atinde a algo tan elemental como la información imperfecta de que disponen los agentes económicos. Ello se traduce en que, frecuentemente, utilizan a la hora de tomar sus decisiones de inversión de reglas heurísticas que pueden acumularse y dar origen a resultados agregados no deseados como fruto de lo que se conoce como cascadas informacionales. En un contexto de incertidumbre, la decisión de si invertir o no de cada empresario es tamién una señal para todos y cada uno que afecta a sus propias decisones de inversión, de modo que el resultado final, la demanda agregada de inversión y el nivel de emplo resultante, es el resultado de las interacciones complejas entre muchos agentes cuyo resultado no está determinado.
Todo el mundo sabe, por otro lado, que cuando hay una crisis es que no hay dinero. Y no lo hay porque o bien está escondido ("atesorado", como se ha dicho antes) o bien porque quienes lo "producen" dejan de hacerlo. Quien fundamentalmente "hace" el dinero que manejan los consumidores e inversores a partir de la base monetaria constituida fundamentalmente por el dinero legal creado por la autoridad monetaria, es el sistema bancario mediante la concesión de créditos. Es por ello que una crisis económica puede arrancar en el sistema bancario/crediticio si la oferta de créditos se interrumpe, ya que los prestamos son el lubricante esencial para el movimiento de las economías de mercado (véase la entrada "¿Son las tarjetas de crédito un invento del diablo?" del 8/4/08). Y ¿por qué puede ocurrir que los bancos s nieguen a conceder prestamos? Puede ser que no los concedan porque, sencillamente, no se los demanden porque consumidores e inversores no quieran demandar créditos ante la perspectiva de que la reconomía está entrando en una recesión o porque no estimen conventiemte hacer más inversiones, como se ha explicado antes. Pero puede ser también porque los bancos no tengan capacidad de conceder prestamos a consecuencia de una desvalorización de sus activos. Si los bancos hacen malas inversiones y prestan a empresas o gente a quien no deberían ya sea porque lo que producen no lo pueden vender (como viviendas en exceso) o porque como garantía de la devolución ofrecen, como avales o colaterales, activos cuyo valor se desmorona (como, por ejemplo, derivados sobre hipotecas subprime) se encuentran con que sus malas inversiones deterioran el valor de su activos por lo que su capacidad de conceder préstamos se ve fuertemente limitada, generando una escasez de dinero en circulación que aboca a la economía a una crisis economica, ya que si la oferta crediticia se contrae el efccto es una subida del tipo de intetrés que obstaculiza las inversión pues aumenta los costes financieros de las empresas y disminuye en esa medida la rentabilidad neta de la inversión. Se trata entonces de una crisis financiera.
NOTAS
(1) Sí, créame el lector no economista. Este argumento que explica el paro como decisión racional y voluntaria de disfrutar de ocio hoy a cambio de trabajar más en el futuro, y justifica en consecuencia acabar con el seguro de desempleo y demás prestaciones sociales del Estado del Bienestar es de lo más habitual entre los mejores economistas académicos.
2) Tendrían que caer los precios de todos los bienes y servicios incluyendo los precios de los factores de producción pues, caso contrario, es decir si los precios de los factores de producción no cayesen , al rebajar Viernes y Robinsón los precios de sus productos entrarían en pérdidas por lo que no estarían dispuestos a seguir produciendo, es decir, no se saldría del estancamiento económico. Obsérvese que si se está en una crisis de sobreproducción, también hay por ello mismo exceso de oferta en los mercados de factores de producción ( de capital y trabajo) por lo que el desempleo también forzaría la caída en los precios en los mercados de factores.
(3) En el mundo de las economías reales, para que se produzca esa caída en los precios de todos los bienes como receta para salñor de la crisis se acude al expèdiente de que lo que es neesario es que caigan los costes de los bienes, y señaldamente que bajen los salarios como medio para que se produzca la deflación.
(4)A destacar que en este pequeño mundo que forman Robinsón y Viernes estamos suponiendo que tanto el trigo como el pescado son bienes normales, por lo que al disminuir la renta disminuyen las compras que se hacen de ambos bienes. Está claro que, en mitad de una crisis cuando disminuye la renta, hay sin embargo bienes que experimentan incrementos en su demanda. Se trata, por un lado, de los bienes inferiores y, por otro, de aquellos otros que se usan como señales de calidad a la hora de buscar empleo.
(5) Y menos aún en las economías reales. Piensese que hay un precio que no puede disminuir más allá de cierto punto. Se trata del tipo de interés nominal que nunca puede ser cero o menor que cero (un tipo de interés negativo querría decir que el banco te pagaría intereses por pedir prestado). Ahora bien, si los precios siguen bajando cuando el tipo de interes nominal es ya muy reducido, eso quiere decir que el tipo de interés real (el tipo de interés nominal menos la tasa de inflación) crece, lo que se traduce en que los costes reales de los préstamos para los consumidores e inversores que pidan créditos ascienden, haciendo por ello que disminuya la demanda de consumo e inversión, es decir, llevando a la economía en la senda de una recesión más pronunciada todavía.
(6) A lo que parece el efecto real del efecto riqueza es en la práctica muy poco importante.
(7) La demanda agregada en una economía también incluye la demanda que hace el sector público y la demanda que hacen los extranjeros de los productos hechos por esa economía, componentes estos que no hemos incluido en el análisis.