Uno de los asuntos que se consideran fundamentales para una reforma efectiva de la regulación del mercado de trabajo es el que atiende a la negociación colectiva. Frente a otras cuestiones como el abaratamiemnto de los costes de despdo, el argumento aquí, en este campo, pare muy sencillo y obvio. Se dice que es insensato que los convenios sectoriales afecten a todas las empresas de un sector sin tener en cuenta su situación particular. Parece de sentido común que imponer unos salarios (y demás condiciones laborales) para a las empresas que atravisan un mal momento es absurdo económicamente pues las condena en muxchos casos a la quiebra, y, a sus trabajadores, al desempleo. En consecuencia, o bien los convenios colectivos sectoriales debieran ser meramente indicativos, en absoluto vinculantes, o bien, debieran incluir una claúsula de desenganche, de modo que, en cada empresa, trabajadores y empresario, atendiendo a la marcha de la misma pudieran pactar el no someterse a las condiciones del convenio sectorial. El objetivo, en suma, sería que las empresas en una mala situación económica no se vieran obligadas a cumplir las condiciones negociadas en el convenio que pudieran poner en peligro su supervivencia.
El argumento es, ¡qué duda cabe!, muy sugerente y seductor. Pero, como sucede tantas otras veces en los asuntos económicos con argumentos de sentido común, es el casop de que es un argumento incorrecto (lo que no quiere decir que sea falso).
Veamos.Si se piensa un momento, el punto de partida tiene que ser el de por qué en un mismo sector hay empresas a las que les va muy bien en tanto que a otras les va muy mal (a ésas a las que hay que cuidar y proteger desenganchándolas de los convenios sectoriales). Y la respuesta a esta cuestión es muy simple: si la tecnología que usan las empresas de un mismo sector es muy similar, y si la cualificación de los trabajadores también lo es, entonces no hay otra causa posible para que a una empresa le vaya mal que la ineficiencia del empresario como organizador de la producción. Sí, él y sólo él sería el responsable de que a su empresa le vaya mal cuando a las otras que están en su mismo sector les va bien. Y, más aún, también sería responsable de la mañla situación económioca de su empresa si ello se debe a que utiliza una tecnología inferior a la que usan las empresas de la competencia , por no haber hecho sus deberes e invertir en cambio técnico, o incluso porque ha contratado a trabajadores de inferior capacitación o motivación o a un número mayor del que sería necesario, pues a fin de cuentas, es él quien decide a qué trabajadores incorpora a su empresa.
Pero es que, además, está muy bien desde el punto de vista de la eficiencia económica que esos malos empresarios desaparezcan. De eso va la competencia ¿no?.Eso es lo que quiere decir esa gran palabra que tanto llena la boca a tanto mal empresario. Y aquí, si se piensa un momento, se tiene que un convenio colectivo sectorial de obligado cumplimiento que establece unas reglas comunes para todos, es un elemento clave para que actúen las fuerzas competitivas pues establece lo que los teóricos de la evolución natural definen como un "level-field", un terreno neutral para todos que permite e incentiva la selección natural, la supervivencia de los mejores, de los más eficientes.
Por contra. El "cargar los dados" permitiendo que empresarios ineficientes sobrevivan, se traduce en una inefivciente asignación de recursos. En la pervivencia de rutinas empresariales ineficientes.
En suma, que si se quiere enfrentar el problema de nuestro ineficiente mercado de trabajo caracterizado a niveles agregados por un crecimiento de la productividad del trabajo anémico, me parece a mí que el camino pasa más que por reformar la regulación de la negociación colectiva por reformar el "mercado" de la "capacidad empresarial". No soy el primero al que, desde siempre, le ha llamado la atención el que los trabajadores españoles que trabajaban en empresas alemanas fueran mucho más productivos que los que trabajaban en empresas españolas. Si los medios de producción (o sea, las máquinas) son los mismos, pues entonces no hay vuelta de hoja. Son los empresarios españoles los responsables de la baja productividad del trabajo en España, pues son ellos quienes organizan la producción.
Y,entonces, ciertamente, el facilitarle una vez más la vida a los malos empresarios no parece ser el camino más adecuado para que nuestra economía entre en una vía de crecimiento elevado y sostenido de la productividad.