FERNANDO ESTEVE MORA
En repetidas ocasiones en este blog he acudido a la clasificación escolástica (aunque su origen puede rastrearse en Aristóteles) de las causas de un fenómeno para tener una explicación completa y multidimensional del mismo, superando las explicaciones sencillas, simples y monocausales. Trataré aquí de aplicar este método a la hora de dar cuenta de la tragedia que ha asolado a la provincia de Valencia, cuya magnitud, que todavía desconocemos en su totalidad, sobrecoge tanto en pérdidas humanas como materiales.
Recordemos. Los escolásticos clasificaban las causas de un fenómeno de variadas maneras. En lo que respecta a su dimensión -digamos que- temporal lo hacían en causas próximas, cercanas o inmediatas y causas lejanas o mediatas. En cuanto a su modalidad lo hacían en forma de causas materiales, formales, eficientes y finales, en la medida que respondiesen respectivamente a las preguntas de qué es el fenómeno a explicar, cómo se ha producido, por qué se ha producido y para qué se ha producido.
Pues bien, nadie parece tener dudas acerca de las causas materiales y formales próximas o inmediatas de la actual tragedia en Valencia. O sea, qué ha ocurrido y cómo ha ocurrido está más que claro. Una DANA y algunas otras circunstancias concomitantes son las causas material y formal que han tenido como consecuencia el que, a diferencia de otras "gotas frías" que sacuden el levante español, esta vez las lluvias más intensas no se han dado en la costa o zonas aledañas sino en las sierras del interior, o sea, en las cabeceras de los ríos y barrancos que recogen las aguas y las llevan al mar, lo que ha supuestos desbordes y anegamientos brutales en zonas otras veces no tan afectadas
Hay, sin embargo, discrepancias en la causas material mediata o última. En tanto que los científicos, meteorólogos y geógrafos, unánimemente apuntan al cambio climático y a la urbanización desaforada de las zonas inundables como causa material y formal de esta tragedia y señalan que otras vendrán, abundan las gentes de derecha y de extrema derecha que no "creen" en el cambio climático. ¡Como si de una creencia religiosa se tratase! Obviamente, también, a este rechazo de lo que defiende la ciencia se apuntan quienes se han beneficiado y se benefician de la construcción en esas zonas inundables, pues ven un riesgo a sus beneficios la prohibición de la construcción en esas zonas. Y, por supuesto, también los ya propietarios que verían devaluarse sus activos, a los que han accedido tras largos esfuerzos, caso de que se decidiese hacer algo con sus ilegales casas. La responsabilidad en esta tragedia de las administraciones locales y de la administración regional valencia que ha propiciado incontables "pelotazos" urbanísticos recalificando suelos y haciendo caso omiso (o incluso legalizando) las más flagrantes vulneraciones de los planes urbanísticos, es obvia.
La cosa aún se pone más interesante si pasamos a preguntarnos por la causa eficiente de la tragedia. es decir, por qué se ha producido. Y la respuesta es obvia. Al menos en lo que respecta a las pérdidas en vidas humanas, la causa eficiente de los muertos está en el retraso de la Generalitat Valencia, autoridad competente para ello según su Estatuto de Autonomía, a la hora de avisar a sus ciudadanos del peligro extremo para sus vidas que suponía la situación, pese a haber recibido el aviso rojo de la Agencia Estatal de Meteorología horas antes. Concretamente la Generalitat Valenciana tuvo a bien NO avisar a sus ciudadanos durante las 13 horas siguientes al momento en que la AEMET comunicase públicamente que la DANA esta vez llevaba una aviso ROJO de peligrosidad extrema. Incluso, aún más, el "president" de la Generalitat tuvo los "santos huevos" de decir a las seis de la tarde, dos horas antes de que se dignase lanzar la alarma vía móvil a los ciudadanos, que las cosas iban a mejor pues las tormentas se estaban desplazando al interior a la "Sierra de Cuenca" , cuando cualquiera con un dedito de frente sería capaz de deducir de ese hecho un peligro aún mayor.
Por supuesto, los medios de derechas y de extrema derecha tratan de culpar ahora al Gobierno Central, esta vez por no haber declarado la emergencia nacional (?), ¿impidiendo acaso que en el resto de España la gente se desplazase incluso a bañarse en el mar dado el buen tiempo que estaba habiendo en Galicia? Son los mismos medios, por cierto, que cuando la pandemia por el COVID acusaron al Gobierno central de dictador cuándo declaró la emergencia nacional, esta vez con toda razón, dado que era una pandemia, como su propio nombre indica. Se olvidan
interesadamente que en el Estado de las Autonomías las transferencias que competen a protección civil en caso de desastres naturales están transferidas y corresponden a los Gobiernos Autonómicos, siendo el papel del Gobierno Central subsidiario en todo. No puedo dejar pasar aquí por alto lo que -para mí- el vergonzante comportamiento de la casta periodística en nuestro país cuyos miembros, tras honrosas y muy escasas excepciones, muestra una incuria intelectual, una ñoñería sensiblera, un partidismo y una mala praxis profesional sonrojantes.
Pero cuando el asunto se pone interesantísimo es cuando se trata de encontrar la causa final de la tragedia. Que en este caso busca responder a la pregunta de para qué la Generalitat se tomó tan a la ligera el aviso rojo de la AEMET. ¿Qué objetivo perseguía la Generalitat dilatando la decisión de alertar a la población del riesgo que corría?
Con certeza no es posible saberlo. No es posible saber qué pensaba, por ejemplo, el president de la Generalitat Valenciana cuando no hizo lo que tenía que haber hecho. Sólo cabe, a este respecto, hacer conjeturas, lanzar hipótesis.
Como es obvio, la que aquí se propone es de índole económica. Y muy simple, por cierto. Consiste en relacionar directamente dos hechos empíricamente probados y fuera de toda duda. El primero es que el viernes de esta semana era festivo (fiesta de Todos los Santos), con lo que todo el mundo en este país tenía por delante un larguísimo fin de semana antes de que se metiese el invierno. Ello suponía que todas las zonas turísticas, y sobre todo, las del Levante estaban anticipando unos días de lleno si no total si casi total. El segundo hecho empírico es el peso político del lobby de los empresarios del sector turístico en la Generalitat Valenciana, cosa que casi no merece la pena ni comentar.
Pues bien, cuando se ponen en conjunción esos dos hechos empíricos aparece prístinamente una hipótesis razonada y razonable, es decir, verosímil, acerca de la causa final de la tragedia: la Generalitat Valenciana ha provocado inintencionadamente estas muertes por omisión en su deber de cuidar de sus ciudadanos PARA no poner en riesgo anticipadamente los pingües beneficios esperados por los empresarios del sector en este largo fin de semana, pues es obvio que las anulaciones en hoteles, restaurantes y alojamientos turísticos habrían sido generalizadas si, un minuto después de que la AEMET lanzase su aviso de alerta roja, la Generalitat a las 7, 36 horas de la mañana del martes hubiese alertado a los ciudadanos de la que se les venía encima y hubiese tomado las medidas oportunas que incluían la restricciones de los viajes y desplazamientos por cualquier medio de transporte, lo que sin la más mínima duda -repito- se hubiera traducido en unas pérdidas claras para el sector turístico. Algo que una administración comprometida con el sector habría de intentar evitar a toda costa... ¿A TODA COSTA? Era obviamente una difícil decisión, una decisión que los economistas clasifican como decisión a tomar en condiciones de riesgo, que no de incertidumbre, dado que la AEMET ya había "valorado" el riesgo. Y como en toda decisión arriesgada en el terreno público había intereses contrapuestos. En este caso, estaban por un lado, las vidas de algunas gentes y, por otro, los beneficios de los empresarios del sector turístico.
No me cuesta nada por ello imaginarme a quienes tenían que tomar la decisión de si alertar o no a la población civil, recibiendo llamaditas de destacados miembros de la casta empresarial, y diciéndose a sí mismos algo así como: "¿Y si la AEMET se equivoca? Otras veces ha pasado. Y no hay que apresurarse, que los costes económicos (en forma de beneficios no realizados) de una decisión de ese estilo son seguros y brutales. Vamos a esperar un poco más a ver si escampa y se arregla esto un poco sin tener que hacer un daño innecesario a estos amigos". Lamentablemente no tengo pruebas. Pero la imaginación -y la opinión- es libre, ¿no? El caso ha sido que la AEMET no se equivocó y que cuando se tomó la decisión de lanzar la alerta ya habían muerto ahogadas un múmero hoy todavía desconocido de personas.
En repetidas ocasiones en este blog he acudido a la clasificación escolástica (aunque su origen puede rastrearse en Aristóteles) de las causas de un fenómeno para tener una explicación completa y multidimensional del mismo, superando las explicaciones sencillas, simples y monocausales. Trataré aquí de aplicar este método a la hora de dar cuenta de la tragedia que ha asolado a la provincia de Valencia, cuya magnitud, que todavía desconocemos en su totalidad, sobrecoge tanto en pérdidas humanas como materiales.
Recordemos. Los escolásticos clasificaban las causas de un fenómeno de variadas maneras. En lo que respecta a su dimensión -digamos que- temporal lo hacían en causas próximas, cercanas o inmediatas y causas lejanas o mediatas. En cuanto a su modalidad lo hacían en forma de causas materiales, formales, eficientes y finales, en la medida que respondiesen respectivamente a las preguntas de qué es el fenómeno a explicar, cómo se ha producido, por qué se ha producido y para qué se ha producido.
Pues bien, nadie parece tener dudas acerca de las causas materiales y formales próximas o inmediatas de la actual tragedia en Valencia. O sea, qué ha ocurrido y cómo ha ocurrido está más que claro. Una DANA y algunas otras circunstancias concomitantes son las causas material y formal que han tenido como consecuencia el que, a diferencia de otras "gotas frías" que sacuden el levante español, esta vez las lluvias más intensas no se han dado en la costa o zonas aledañas sino en las sierras del interior, o sea, en las cabeceras de los ríos y barrancos que recogen las aguas y las llevan al mar, lo que ha supuestos desbordes y anegamientos brutales en zonas otras veces no tan afectadas
Hay, sin embargo, discrepancias en la causas material mediata o última. En tanto que los científicos, meteorólogos y geógrafos, unánimemente apuntan al cambio climático y a la urbanización desaforada de las zonas inundables como causa material y formal de esta tragedia y señalan que otras vendrán, abundan las gentes de derecha y de extrema derecha que no "creen" en el cambio climático. ¡Como si de una creencia religiosa se tratase! Obviamente, también, a este rechazo de lo que defiende la ciencia se apuntan quienes se han beneficiado y se benefician de la construcción en esas zonas inundables, pues ven un riesgo a sus beneficios la prohibición de la construcción en esas zonas. Y, por supuesto, también los ya propietarios que verían devaluarse sus activos, a los que han accedido tras largos esfuerzos, caso de que se decidiese hacer algo con sus ilegales casas. La responsabilidad en esta tragedia de las administraciones locales y de la administración regional valencia que ha propiciado incontables "pelotazos" urbanísticos recalificando suelos y haciendo caso omiso (o incluso legalizando) las más flagrantes vulneraciones de los planes urbanísticos, es obvia.
La cosa aún se pone más interesante si pasamos a preguntarnos por la causa eficiente de la tragedia. es decir, por qué se ha producido. Y la respuesta es obvia. Al menos en lo que respecta a las pérdidas en vidas humanas, la causa eficiente de los muertos está en el retraso de la Generalitat Valencia, autoridad competente para ello según su Estatuto de Autonomía, a la hora de avisar a sus ciudadanos del peligro extremo para sus vidas que suponía la situación, pese a haber recibido el aviso rojo de la Agencia Estatal de Meteorología horas antes. Concretamente la Generalitat Valenciana tuvo a bien NO avisar a sus ciudadanos durante las 13 horas siguientes al momento en que la AEMET comunicase públicamente que la DANA esta vez llevaba una aviso ROJO de peligrosidad extrema. Incluso, aún más, el "president" de la Generalitat tuvo los "santos huevos" de decir a las seis de la tarde, dos horas antes de que se dignase lanzar la alarma vía móvil a los ciudadanos, que las cosas iban a mejor pues las tormentas se estaban desplazando al interior a la "Sierra de Cuenca" , cuando cualquiera con un dedito de frente sería capaz de deducir de ese hecho un peligro aún mayor.
Por supuesto, los medios de derechas y de extrema derecha tratan de culpar ahora al Gobierno Central, esta vez por no haber declarado la emergencia nacional (?), ¿impidiendo acaso que en el resto de España la gente se desplazase incluso a bañarse en el mar dado el buen tiempo que estaba habiendo en Galicia? Son los mismos medios, por cierto, que cuando la pandemia por el COVID acusaron al Gobierno central de dictador cuándo declaró la emergencia nacional, esta vez con toda razón, dado que era una pandemia, como su propio nombre indica. Se olvidan
interesadamente que en el Estado de las Autonomías las transferencias que competen a protección civil en caso de desastres naturales están transferidas y corresponden a los Gobiernos Autonómicos, siendo el papel del Gobierno Central subsidiario en todo. No puedo dejar pasar aquí por alto lo que -para mí- el vergonzante comportamiento de la casta periodística en nuestro país cuyos miembros, tras honrosas y muy escasas excepciones, muestra una incuria intelectual, una ñoñería sensiblera, un partidismo y una mala praxis profesional sonrojantes.
Pero cuando el asunto se pone interesantísimo es cuando se trata de encontrar la causa final de la tragedia. Que en este caso busca responder a la pregunta de para qué la Generalitat se tomó tan a la ligera el aviso rojo de la AEMET. ¿Qué objetivo perseguía la Generalitat dilatando la decisión de alertar a la población del riesgo que corría?
Con certeza no es posible saberlo. No es posible saber qué pensaba, por ejemplo, el president de la Generalitat Valenciana cuando no hizo lo que tenía que haber hecho. Sólo cabe, a este respecto, hacer conjeturas, lanzar hipótesis.
Como es obvio, la que aquí se propone es de índole económica. Y muy simple, por cierto. Consiste en relacionar directamente dos hechos empíricamente probados y fuera de toda duda. El primero es que el viernes de esta semana era festivo (fiesta de Todos los Santos), con lo que todo el mundo en este país tenía por delante un larguísimo fin de semana antes de que se metiese el invierno. Ello suponía que todas las zonas turísticas, y sobre todo, las del Levante estaban anticipando unos días de lleno si no total si casi total. El segundo hecho empírico es el peso político del lobby de los empresarios del sector turístico en la Generalitat Valenciana, cosa que casi no merece la pena ni comentar.
Pues bien, cuando se ponen en conjunción esos dos hechos empíricos aparece prístinamente una hipótesis razonada y razonable, es decir, verosímil, acerca de la causa final de la tragedia: la Generalitat Valenciana ha provocado inintencionadamente estas muertes por omisión en su deber de cuidar de sus ciudadanos PARA no poner en riesgo anticipadamente los pingües beneficios esperados por los empresarios del sector en este largo fin de semana, pues es obvio que las anulaciones en hoteles, restaurantes y alojamientos turísticos habrían sido generalizadas si, un minuto después de que la AEMET lanzase su aviso de alerta roja, la Generalitat a las 7, 36 horas de la mañana del martes hubiese alertado a los ciudadanos de la que se les venía encima y hubiese tomado las medidas oportunas que incluían la restricciones de los viajes y desplazamientos por cualquier medio de transporte, lo que sin la más mínima duda -repito- se hubiera traducido en unas pérdidas claras para el sector turístico. Algo que una administración comprometida con el sector habría de intentar evitar a toda costa... ¿A TODA COSTA? Era obviamente una difícil decisión, una decisión que los economistas clasifican como decisión a tomar en condiciones de riesgo, que no de incertidumbre, dado que la AEMET ya había "valorado" el riesgo. Y como en toda decisión arriesgada en el terreno público había intereses contrapuestos. En este caso, estaban por un lado, las vidas de algunas gentes y, por otro, los beneficios de los empresarios del sector turístico.
No me cuesta nada por ello imaginarme a quienes tenían que tomar la decisión de si alertar o no a la población civil, recibiendo llamaditas de destacados miembros de la casta empresarial, y diciéndose a sí mismos algo así como: "¿Y si la AEMET se equivoca? Otras veces ha pasado. Y no hay que apresurarse, que los costes económicos (en forma de beneficios no realizados) de una decisión de ese estilo son seguros y brutales. Vamos a esperar un poco más a ver si escampa y se arregla esto un poco sin tener que hacer un daño innecesario a estos amigos". Lamentablemente no tengo pruebas. Pero la imaginación -y la opinión- es libre, ¿no? El caso ha sido que la AEMET no se equivocó y que cuando se tomó la decisión de lanzar la alerta ya habían muerto ahogadas un múmero hoy todavía desconocido de personas.