FERNANDO ESTEVE MORA
1ª) La primera noticia es que de guerra comercial, lo que se dice de guerra comercial, sólo puede hablarse de la que se ha declarado entre EE.UU. y China. Pues sólo China se ha atrevido a responderle arancelariamente a Trump. Los ya insoportablemente penosos líderes europeos
se están comportando como siempre lo han hecho, o sea, como bravucones de patio de colegio, siempre valientes de boquilla, y quizás hasta prepotentes con los débiles, pero siempre siempre sumisos hasta el asco ante el más fuerte.
Lo que no quiere decir que el tragarse los aranceles impuestos por Trump no sea la mejor política económica para la vieja y -como se está viendo- muy secundaria geopolíticamente hablando Europa. Como bien señaló hace casi dos siglos Frederic Bastiat, "no tiene mayor sentido el que nos hagamos proteccionistas como respuesta a que otros países impongan aranceles a nuestros productos que lo tendría el que bloqueásemos nuestros propios puertos como respuesta a que las costas de esos países sean escarpadas y rocosas".
Y es que los periodistas y los políticos parecen olvidar que lo que se busca con el comercio internacional es obtener lo que "los otros" producen mejor (de forma más barata) comparativamente que nosotros, de modo que lo ideal sería que eso -o sea, las importaciones- nos saliesen gratis: que "por la cara" nos diesen esos productos. Es decir que "los otros" usasen o dedicasen sus propios recursos para proporcionarnos bienes y servicios a coste cero. Una vez más lo repito: lo ideal sería que las importaciones nos saliesen gratis, no tener que "darles" nada a "los otros" a cambio de lo que ellos nos "dan".
Lamentablemente, tal cosa es difícil y a menos que un país les "coma el coco" a otros (persuadiéndolos o por compasión) o por la amenaza de usar la fuerza nadie da en este mundo mundial nada gratis, por lo que ningún país puede importar bienes y servicios de otros sin pagarles con exportaciones y/o endeudándose y vendiendo activos para obtener recursos con que pagarlos. Esto es fácilmente comprensible. Para gastar (o sea, importar) una familia tiene que ingresar vendiendo a otros ya sea su fuerza de trabajo u otros bienes y servicios que ella produzca (o sea, ha de exportar a otros), -a menos -eso sí- que obtenga lo que desea robándolo por la fuerza o como limosna por por lástima-. Si una familia no violenta y no pedigüeña gasta más de lo que ingresa, o bien se endeuda o bien ha de vender sus propiedades mientras altera sus hábitos de gastos e ingresos.
Igual que hay "familias" muy especiales, como las de la mafia, también hay países digamos que "especiales". Hay así un país, nuestro actual hegemón, los EE.UU. que disfruta de una posición privilegiada cual es la de permitirse el -para algunos, exorbitante- privilegio de pagar en parte sus importaciones "exportando" papel, papel moneda sí, pero pero papel pintado (dólares) a fin de cuentas cuyo coste de producción es mínimo, es decir que su producción apenas requiere del uso de factores o recursos productivos reales; los demás tenemos que pagar lo que importamos con exportaciones y/o endeudándonos o vendiendo activos. O sea, y una vez más para que quede meridianamente claro, que exportar es lo que "lamentablemente" tenemos que hacer para permitirnos importar. (Aunque, obviamente hay quien gana y mucho exportando, de eso hablaré más adelante)
Por lo tanto, dificultar nuestras importaciones poniendo aranceles a los EE.UU. porque ellos nos los hayan puesto no es económicamente sensato pues al hacer sus aranceles que nuestras exportaciones caigan (si es que lo hacen, ver un post anterior), ello en sí ya equivale a dificultar nuestras importaciones, y carece de sentido entonces el hacerlo todavía más subiendo el precio de lo que les compramos a los EE.UU. con nuestros aranceles, dificultando así aún más el conseguir lo que en el fondo queremos de "ellos": las cosas que les importamos. ¿Qué sentido tiene el que nos salgan más caros los Levis, las Harley Davidson, la Cocacola o Netflix?
Pero, entonces, ¿y China? ¿Por qué China sí que ha respondido valientemente a Trump? Pues bien, el que China haya decidido plantarle cara a EE.UU. es para mí el primer indicador de que la estrategia china ha empezado a cambiar, y que China ha empezado por fin el largo camino conflictivo de plantarle cara los EE,UU. para disputarle el papel de país "especial", de hegemón mundial. Es decir, que ya no se guía por criterios meramente economicistas sino que ya los criterios geopolíticos están empezando a pasar a primer plano en su estrategia.
Obviamente, la risible Europa nada cuenta en esto. Geopolíticamente ya es un cero a la izquierda por mucho que Starmer, Macron, Merz, Sánchez y la indecentemente patética Kallas jueguen a machitos de gimnasio.
2ª) La segunda noticia es una no-noticia. Y es que nadie aquí en España se atreve a dar las gracias al señor Trump por sus aranceles. Y esto debería ser muy pero que muy raro. Veamos.
Una de las cosas más "bonitas" de la Economía es que es muy extraño que en su dominio pase algo que beneficie o perjudique a la vez a todo el mundo. Es decir, que no hay cambio económico que no tenga también efectos redistributivos en los que no haya quienes ganen o -alternativamente- pierdan a la vez que otros pierdan o -alternativamente- ganen. Es por ello que el dominio de lo económico es habitualmente siempre conflictivo.
Me explico. Harto ya estoy de no poder abrir un periódico ni de estar hablando con nadie sin que me agreda todo un erudito pseudoeconomista que me augura con el fin del mundo por culpa de la "guerra comercial" que parece que ha organizado Trump, aunque de momento aquí en Europa de guerra nanay, como acabo de señalar hace un momento. Pues bien, quiero dejar hoy aquí por escrito que, a mí y a los míos, posiblemente los aranceles de Mr. Trump si es capaz de ponerlos, nos van a beneficiar. Así que yo, en esa supuesta guerra comercial me contaría o debiera contarme entre los vencedores, entre los que ganan.
Y la razón es muy simple. Veamos, de todas las cosas que exportamos a los EE.UU. hay al menos cinco que entran en mi cesta de la compra habitualmente: los embutidos, los productos farmacéuticos, el vino, el queso, el aceite. Suponiendo que el modelo económico que tienen en cuenta los abundantes economistas de salón que pululan por ahí fuera correcto (lo que como señalé en un post previo dista de estar claro), las exportaciones de esos productos a los EE.UU. caerán, lo que se traducirá en que o bien esos exportadores habrán de buscarse la vida buscando otros mercados exteriores donde colocar sus productos a la misma escala en que lo hacían en el mercado norteamericano, lo que se me antoja complicado a corto y medio plazo, o bien tendrán que volver sus ojos al mercado interior, lo que naturalmente se traducirá en una caída de los precios y la correspondiente mejora en el bienestar de la parte de la población que usa aceite de oliva, bebe vino, come queso, chorizo y jamón ...y no es dueña de viñedos, olivares y granjas porcinas. O sea, la mayor parte de la población española, población entre la que me cuento. Así que a mí, particularmente, Mr. Trump me beneficia. Y como es de bien nacido ser de agradecido, pues se lo agradezco. De corazón. Así, como suena.
Pero, se me dirá, ¡qué insolidario eres! Pero -no dudo en responderles- ¿acaso los aceituneros altivos y los marqueses dueños de bodegas y los capitalistas propietarios de malolientes y contaminantes macrogranjas porcinas lo han sido alguna vez conmigo o con gente como yo? ¿Acaso no han subido los precios aquí en España como los han subido estos últimos años a cuenta de desviar sus productos a mercados más ricos, como lo es el norteamericano? Si se les hubiese pedido ser solidarios con los consumidores españoles hubiesen dicho, con buena lógica económica: Es el mercado, amigo. Es lo que hay.
Pues me permitirán que eso mismo se lo diga yo hoy. Sí, es el mercado amigos. Es lo que hay. Y su lógica es muy simple y ya la expuso con total precisión Adam Smith en 1776. Reza que lo lógico en los mercados es que cada uno vaya a la suya. De siempre han sido los capitalistas, los dueños de las empresas, quienes más se han adscrito, al menos de boquilla, a esa lógica. Siempre han acudido al mercado como a un dios que repartía premios y castigos y al que no había que oponérsele pues sus designios han de ser incontestables. Hoy, si fuesen consistentes deberían aceptar la realidad económica como tal, aunque esa realidad les obligue a bajar los precios de sus productos en España y ganar menos dinero.
Pero me da que no han de preocuparse mucho. Que ya está este gobierno socialista, el muy mejor amigo de los dueños de las empresas dispuesto a salir con todo un paquete de medidas para "ayudar a los sectores afectados". O sea, que los precios del vino, del aceite, del jamón no bajarán por lo que, como siempre, al final yo y los míos, que somos legión, "pagaremos el pato" de esas medidas en forma de impuestos y precios más elevados. Como siempre. Como es de ley. Y sí: eso sí que es lo que hay.
3ª) La tercera noticia, que no debería serlo pero que le ha pasado inadvertida a muchos de los opinadores a los que he leído, se refiere a las "barreras comerciales no arancelarias".
Es el caso que Trump y los suyos estiman que la legislación de protección a los consumidores, la legislación contra el cambio climático y de defensa del medio ambiente, las leyes de salarios mínimos y demás legislación laboral, las normas fiscales y, en general, TODA legislación que aplican los demás países y que "afecta" a sus empresas negativamente directa o indirectamente, son unas barreras no-arancelarias que discriminan a sus empresas. Y, en consecuencia, injustas e injustificadas contra los EE.UU.
De nada sirve decirle una cosa tan elemental como que, por ejemplo, la legislación de salarios mínimos también han de cumplirla en España las empresas españolas y las que, no siéndolo, se instalen en nuestro país. De nada sirve decirle que las leyes sanitarias y de protección a los consumidores y el medio ambiente afectan a todas las empresas y no sólo a las yanquis. De nada sirve decirle que Google, Amazon, y demás han de someterse a la misma legislación que las demás. Es decir, que toda esa legislación NO forma parte de las barreras comerciales no-arancelarias. De igual manera tampoco puede denominarse injusta algunas barreras a la inversión nortemericana en Europa que no son sino un pálido reflejo de las restricciones a las inversiones en norteamérica que impone el gobierno USA.
No, y aquí está el quid de la cuestión que -en mi opinión- está pasando muy inadvertido. Y es que la administración Trump está dispuesta a bajar o quitar los aranceles que ha establecido a los países que se acomoden a sus demandas y rebajen estas pretendidas barreras no-arancelarias a sus empresas.
Es decir, que puestos a imaginar, Trump le bajaría los aranceles a España si nuestro país no les exigiese a los productos que nos venden sus empresas a cumplir con la legislación sanitaria o de protección a los consumidores, o también si nuestro país permitiese a las empresas norteamericanas aquí instaladas a no cumplir la legislación laboral o quedar exentas del impuesto sobre sociedades.
Y tal es mi poca confianza en nuestra élite que estoy seguro que estarían dispuestos a transigir y a "bajarse los pantalones" sin el menor problema. Y si no, al tiempo.
1ª) La primera noticia es que de guerra comercial, lo que se dice de guerra comercial, sólo puede hablarse de la que se ha declarado entre EE.UU. y China. Pues sólo China se ha atrevido a responderle arancelariamente a Trump. Los ya insoportablemente penosos líderes europeos
se están comportando como siempre lo han hecho, o sea, como bravucones de patio de colegio, siempre valientes de boquilla, y quizás hasta prepotentes con los débiles, pero siempre siempre sumisos hasta el asco ante el más fuerte.
Lo que no quiere decir que el tragarse los aranceles impuestos por Trump no sea la mejor política económica para la vieja y -como se está viendo- muy secundaria geopolíticamente hablando Europa. Como bien señaló hace casi dos siglos Frederic Bastiat, "no tiene mayor sentido el que nos hagamos proteccionistas como respuesta a que otros países impongan aranceles a nuestros productos que lo tendría el que bloqueásemos nuestros propios puertos como respuesta a que las costas de esos países sean escarpadas y rocosas".
Y es que los periodistas y los políticos parecen olvidar que lo que se busca con el comercio internacional es obtener lo que "los otros" producen mejor (de forma más barata) comparativamente que nosotros, de modo que lo ideal sería que eso -o sea, las importaciones- nos saliesen gratis: que "por la cara" nos diesen esos productos. Es decir que "los otros" usasen o dedicasen sus propios recursos para proporcionarnos bienes y servicios a coste cero. Una vez más lo repito: lo ideal sería que las importaciones nos saliesen gratis, no tener que "darles" nada a "los otros" a cambio de lo que ellos nos "dan".
Lamentablemente, tal cosa es difícil y a menos que un país les "coma el coco" a otros (persuadiéndolos o por compasión) o por la amenaza de usar la fuerza nadie da en este mundo mundial nada gratis, por lo que ningún país puede importar bienes y servicios de otros sin pagarles con exportaciones y/o endeudándose y vendiendo activos para obtener recursos con que pagarlos. Esto es fácilmente comprensible. Para gastar (o sea, importar) una familia tiene que ingresar vendiendo a otros ya sea su fuerza de trabajo u otros bienes y servicios que ella produzca (o sea, ha de exportar a otros), -a menos -eso sí- que obtenga lo que desea robándolo por la fuerza o como limosna por por lástima-. Si una familia no violenta y no pedigüeña gasta más de lo que ingresa, o bien se endeuda o bien ha de vender sus propiedades mientras altera sus hábitos de gastos e ingresos.
Igual que hay "familias" muy especiales, como las de la mafia, también hay países digamos que "especiales". Hay así un país, nuestro actual hegemón, los EE.UU. que disfruta de una posición privilegiada cual es la de permitirse el -para algunos, exorbitante- privilegio de pagar en parte sus importaciones "exportando" papel, papel moneda sí, pero pero papel pintado (dólares) a fin de cuentas cuyo coste de producción es mínimo, es decir que su producción apenas requiere del uso de factores o recursos productivos reales; los demás tenemos que pagar lo que importamos con exportaciones y/o endeudándonos o vendiendo activos. O sea, y una vez más para que quede meridianamente claro, que exportar es lo que "lamentablemente" tenemos que hacer para permitirnos importar. (Aunque, obviamente hay quien gana y mucho exportando, de eso hablaré más adelante)
Por lo tanto, dificultar nuestras importaciones poniendo aranceles a los EE.UU. porque ellos nos los hayan puesto no es económicamente sensato pues al hacer sus aranceles que nuestras exportaciones caigan (si es que lo hacen, ver un post anterior), ello en sí ya equivale a dificultar nuestras importaciones, y carece de sentido entonces el hacerlo todavía más subiendo el precio de lo que les compramos a los EE.UU. con nuestros aranceles, dificultando así aún más el conseguir lo que en el fondo queremos de "ellos": las cosas que les importamos. ¿Qué sentido tiene el que nos salgan más caros los Levis, las Harley Davidson, la Cocacola o Netflix?
Pero, entonces, ¿y China? ¿Por qué China sí que ha respondido valientemente a Trump? Pues bien, el que China haya decidido plantarle cara a EE.UU. es para mí el primer indicador de que la estrategia china ha empezado a cambiar, y que China ha empezado por fin el largo camino conflictivo de plantarle cara los EE,UU. para disputarle el papel de país "especial", de hegemón mundial. Es decir, que ya no se guía por criterios meramente economicistas sino que ya los criterios geopolíticos están empezando a pasar a primer plano en su estrategia.
Obviamente, la risible Europa nada cuenta en esto. Geopolíticamente ya es un cero a la izquierda por mucho que Starmer, Macron, Merz, Sánchez y la indecentemente patética Kallas jueguen a machitos de gimnasio.
2ª) La segunda noticia es una no-noticia. Y es que nadie aquí en España se atreve a dar las gracias al señor Trump por sus aranceles. Y esto debería ser muy pero que muy raro. Veamos.
Una de las cosas más "bonitas" de la Economía es que es muy extraño que en su dominio pase algo que beneficie o perjudique a la vez a todo el mundo. Es decir, que no hay cambio económico que no tenga también efectos redistributivos en los que no haya quienes ganen o -alternativamente- pierdan a la vez que otros pierdan o -alternativamente- ganen. Es por ello que el dominio de lo económico es habitualmente siempre conflictivo.
Me explico. Harto ya estoy de no poder abrir un periódico ni de estar hablando con nadie sin que me agreda todo un erudito pseudoeconomista que me augura con el fin del mundo por culpa de la "guerra comercial" que parece que ha organizado Trump, aunque de momento aquí en Europa de guerra nanay, como acabo de señalar hace un momento. Pues bien, quiero dejar hoy aquí por escrito que, a mí y a los míos, posiblemente los aranceles de Mr. Trump si es capaz de ponerlos, nos van a beneficiar. Así que yo, en esa supuesta guerra comercial me contaría o debiera contarme entre los vencedores, entre los que ganan.
Y la razón es muy simple. Veamos, de todas las cosas que exportamos a los EE.UU. hay al menos cinco que entran en mi cesta de la compra habitualmente: los embutidos, los productos farmacéuticos, el vino, el queso, el aceite. Suponiendo que el modelo económico que tienen en cuenta los abundantes economistas de salón que pululan por ahí fuera correcto (lo que como señalé en un post previo dista de estar claro), las exportaciones de esos productos a los EE.UU. caerán, lo que se traducirá en que o bien esos exportadores habrán de buscarse la vida buscando otros mercados exteriores donde colocar sus productos a la misma escala en que lo hacían en el mercado norteamericano, lo que se me antoja complicado a corto y medio plazo, o bien tendrán que volver sus ojos al mercado interior, lo que naturalmente se traducirá en una caída de los precios y la correspondiente mejora en el bienestar de la parte de la población que usa aceite de oliva, bebe vino, come queso, chorizo y jamón ...y no es dueña de viñedos, olivares y granjas porcinas. O sea, la mayor parte de la población española, población entre la que me cuento. Así que a mí, particularmente, Mr. Trump me beneficia. Y como es de bien nacido ser de agradecido, pues se lo agradezco. De corazón. Así, como suena.
Pero, se me dirá, ¡qué insolidario eres! Pero -no dudo en responderles- ¿acaso los aceituneros altivos y los marqueses dueños de bodegas y los capitalistas propietarios de malolientes y contaminantes macrogranjas porcinas lo han sido alguna vez conmigo o con gente como yo? ¿Acaso no han subido los precios aquí en España como los han subido estos últimos años a cuenta de desviar sus productos a mercados más ricos, como lo es el norteamericano? Si se les hubiese pedido ser solidarios con los consumidores españoles hubiesen dicho, con buena lógica económica: Es el mercado, amigo. Es lo que hay.
Pues me permitirán que eso mismo se lo diga yo hoy. Sí, es el mercado amigos. Es lo que hay. Y su lógica es muy simple y ya la expuso con total precisión Adam Smith en 1776. Reza que lo lógico en los mercados es que cada uno vaya a la suya. De siempre han sido los capitalistas, los dueños de las empresas, quienes más se han adscrito, al menos de boquilla, a esa lógica. Siempre han acudido al mercado como a un dios que repartía premios y castigos y al que no había que oponérsele pues sus designios han de ser incontestables. Hoy, si fuesen consistentes deberían aceptar la realidad económica como tal, aunque esa realidad les obligue a bajar los precios de sus productos en España y ganar menos dinero.
Pero me da que no han de preocuparse mucho. Que ya está este gobierno socialista, el muy mejor amigo de los dueños de las empresas dispuesto a salir con todo un paquete de medidas para "ayudar a los sectores afectados". O sea, que los precios del vino, del aceite, del jamón no bajarán por lo que, como siempre, al final yo y los míos, que somos legión, "pagaremos el pato" de esas medidas en forma de impuestos y precios más elevados. Como siempre. Como es de ley. Y sí: eso sí que es lo que hay.
3ª) La tercera noticia, que no debería serlo pero que le ha pasado inadvertida a muchos de los opinadores a los que he leído, se refiere a las "barreras comerciales no arancelarias".
Es el caso que Trump y los suyos estiman que la legislación de protección a los consumidores, la legislación contra el cambio climático y de defensa del medio ambiente, las leyes de salarios mínimos y demás legislación laboral, las normas fiscales y, en general, TODA legislación que aplican los demás países y que "afecta" a sus empresas negativamente directa o indirectamente, son unas barreras no-arancelarias que discriminan a sus empresas. Y, en consecuencia, injustas e injustificadas contra los EE.UU.
De nada sirve decirle una cosa tan elemental como que, por ejemplo, la legislación de salarios mínimos también han de cumplirla en España las empresas españolas y las que, no siéndolo, se instalen en nuestro país. De nada sirve decirle que las leyes sanitarias y de protección a los consumidores y el medio ambiente afectan a todas las empresas y no sólo a las yanquis. De nada sirve decirle que Google, Amazon, y demás han de someterse a la misma legislación que las demás. Es decir, que toda esa legislación NO forma parte de las barreras comerciales no-arancelarias. De igual manera tampoco puede denominarse injusta algunas barreras a la inversión nortemericana en Europa que no son sino un pálido reflejo de las restricciones a las inversiones en norteamérica que impone el gobierno USA.
No, y aquí está el quid de la cuestión que -en mi opinión- está pasando muy inadvertido. Y es que la administración Trump está dispuesta a bajar o quitar los aranceles que ha establecido a los países que se acomoden a sus demandas y rebajen estas pretendidas barreras no-arancelarias a sus empresas.
Es decir, que puestos a imaginar, Trump le bajaría los aranceles a España si nuestro país no les exigiese a los productos que nos venden sus empresas a cumplir con la legislación sanitaria o de protección a los consumidores, o también si nuestro país permitiese a las empresas norteamericanas aquí instaladas a no cumplir la legislación laboral o quedar exentas del impuesto sobre sociedades.
Y tal es mi poca confianza en nuestra élite que estoy seguro que estarían dispuestos a transigir y a "bajarse los pantalones" sin el menor problema. Y si no, al tiempo.