Cuesta escribir sobre algo que te afecta directamente, pero es necesario dejar claro que la desintegración de España es un hecho o está a punto de serlo.
Normalmente la mayoría de los ciudadanos transita por la vida sin preocuparse de como le va al país en el que vive. Bastante tienen con ocuparse de sus propios problemas como para pensar en los de toda la sociedad.
Pero la acumulación de problemas no resueltos es de tal calibre, que en algún momento, presente o futuro muy cercano, nos va a afectar a todos.
Para mantener el estado del bienestar que llevamos disfrutando muchos años, es imprescindible unas cuentas públicas saneadas, una organización territorial adecuada, una política económica solvente y una estructura estatal convenientemente adaptada al estado de las autonomías para evitar duplicidades y reducir los gastos, mientras mejoramos la eficiencia del sistema.
¿Y que tenemos?.
Deuda excesiva con un crecimiento sin límites y en unos extremos abiertamente impagables.
Déficit público crónico, que incluso en los mejores tiempos (crecimientos durante años por encima del 3%) supone 30.000 o 40.000 millones de euros de pérdidas entre ingresos y gastos.
Un sistema de pensiones insostenible, donde la pirámide de la población se ha invertido y cada vez hay menos cotizantes y más pensionistas. Los políticos nunca se pondrán de acuerdo en transformar el sistema porque cuesta votos y en esta pensiocracia, nadie quiere dilapidar el poder obtenido tras los votos de los mayores.
Una educación y sanidad entre las mejores del mundo. Bueno esa es la publicidad. Luego el informe Pisa y el tratamiento del coronavirus nos devuelven a la realidad y tenemos lo que tenemos. Eso si, gratuito.
El estado de las autonomías se creó con una buena intención. Dar a las comunidades históricas una gestión descentralizada atendiendo a las reivindicaciones históricas. El resto de autonomías tendría el objetivo de descentralizar la gestión estatal para llevar cerca del ciudadano la resolución de sus problemas sin pasar por la burocracia madrileña.
De la idea inicial se ha pasado a un estado autonómico hipercolosal, retiro de políticos, nido de corrupción, gasto desorbitado mantenido en el tiempo y un aumento interminable de la burocracia, donde existen 17 legislaciones distintas, que imposibilitan la inversión extranjera o nacional que pretenda implantarse en todo el territorio.
En medio de este desbarajuste acaba de llegar una plaga bíblica que ha destrozado las débiles cuentas públicas. El coronavirus. Si en 2008, la construcción, como sector director, resultó dañado permanentemente, en 2020, el turismo, responsable directo e indirecto del 15 del PIB, ha muerto.
Ejemplo en Julio, después de la desescalada.
La industria del automóvil, otro pilar básico también ha sufrido una fuerte caída.
Solo nos queda la agricultura para sobrevivir. Locales comerciales, autónomos están en peligro de extinción.
La situación es dantesca y solo sobrevivimos de momento, gracias a la financiación del BCE. Pero este sistema tiene efectos colaterales, que afectan sobre todo al sector bancario. Los bancos no pueden sobrevivir en medio de una política de tipos cero o negativos, con márgenes muy ajustados . Si encima añadimos la crisis originada por el coronavirus, nos encontramos con un sector reticente a prestar, con una morosidad por las nubes y con unas filiales como México o Turquía en peligro de quiebra.
El sector asegurador también sufre, sobre todo porque es incapaz de rentabilizar sus fondos, al tener una deuda pública y privada, con tipos cercanos a cero, que no proporcionan margen de rentabilidad.
Las cuentas públicas están destrozadas. Si lo pensamos detenidamente, unos pocos mantienen al resto de la población. Pensionistas, funcionarios, parados, ertes, e ingreso mínimo vital, más las transferencias a las autonomías dependen de unos pocos millones de trabajadores. Es evidente que esta situación , artificialmente camuflada con los apoyos del BCE, es insostenible, pero no se ve como se puede cambiar.
Si depositamos nuestra esperanza en una vacuna, podemos vernos defraudados si esta no llega o no es efectiva.
La situación es muy urgente. Es imprescindible un acuerdo nacional para cambiar el rumbo.
La solución es fácil. Reducir gastos innecesarios, eliminar la corrupción, racionalizar las pensiones, eliminar la burocracia, facilitar la inversión y cambiar de una vez por todas la estructura del PIB. Es necesario invertir en I+D, potenciar la industria, crear nuevas áreas de producción a la manera coreana. Es cierto que lleva tiempo cambiar, pero empezar por un ajuste presupuestario, donde los gastos no superen los ingresos es la primera medida que debe tomar el gobierno. Y no se debe ajustar subiendo los impuestos, sino reduciendo los gastos.
Toda esa superestructura de cargos políticos debe desaparecer. La cultura de partido, donde los favores se pagan( bien con cargos públicos, bien con puertas giratorias), es imprescindible acabar con ella.
Sería muy duro, pero al menos comenzaríamos a ir por la buena dirección.
Y ahora seamos realistas, estas medidas no van a suceder y el camino a la desintegración (salida de la Unión Europea, explosión social, quiebra empresarial, crash en la banca, paro histórico, hundimiento de los autónomos hasta niveles insospechados y quiebra masiva del estado) está libre.
Saludos.