[...] ¿Qué está haciendo el mercado? Bueno, tuve la oportunidad de oírlo, o al menos a buena parte de él, cuando asistí a un encuentro de gestores financieros. En conunto, controlan centenares de miles de millones de dólares, razón por la cual yo les escuchaba cuando hablaban. Quería saber, sobre todo, por qué estos hombres y mujeres tan elegantes –si no, ¿para qué son ricos?- hacen cosas tan tontas. Lo que aprendí fue esto: las siete costumbres que contribuyen a crear los mercados que gobiernan el mundo son cualquier cosa menos eficientes.
1. Piense a corto plazo. En el encuentro, unos pocos intentaron hablar del largo plazo: ¿qué tipo de incremento de beneficios podrían alcanzar las empresas norteamericanas en los próximos cinco años? Esa clase de cuestión se desechó por demasiado académica. No obstante, cualquier economista le dirá que incluso un inversor a corto plazo debe tener en cuenta el largo plazo. El precio de las acciones en el año corriente depende de los beneficios de este ejercicio más lo que la gente piensa que será el precio del año que viene. Pero el precio del año que viene estará en función de los beneficios del año que viene más lo que, en ese periodo, la gente espere que será el precio en el siguiente ejercicio... Por consiguiente, el valor de hoy debería tener en cuenta las perspectivas de beneficios en un futuro bastante lejano. Pruebe a decírselo a los que trabajan en eso.
2. Sea codicioso. Muchos comentaban que estaba esperando a que los precios experimentaran un último ascenso antes de la gran corrección y que pensaban seguir en el mercado todavía durante algún tiempo. Bueno, es posible que tuvieran razón, pero si usted realmente cree que las acciones están sobrevaloradas, ¿hasta qué punto puede confiar en su capacidad para prever el momento exacto del inevitable desplome? El intentar conseguir este escaso dinero adicional podría resultarle excesivamente caro.
3. Crea en el más tonto de todos. Varios gestores financieros afirmaban que el precio de los mercados asiáticos eran bajos a causa de la gran abundancia de órdenes de venta, pero que no se debía comprar hasta que empezaran a remontar; de forma análoga, otros comentaban que el mercado norteamericano estaba sobrevalorado, pero que no tenían intención de vender hasta que no empezara a debilitarse. La pregunta obvia es: si para usted está claro que el mercado se ha dado la vuelta, ¿no lo estará también para los demás? De un modo implícito, todos parecían suponer que la estrategia era segura, porque siempre hay alguien lo bastante estúpido como para no darse cuenta hasta que es, en efecto, demasiado tarde.
4. Corra con el rebaño. Sería de esperar que un grupo de inversores estuviera interesado en escuchar un punto de vista diferente, de alguien que pensara que Estados Unidos está a punto de sufrir problemas serios de inflación, o que Japón se encuentra listo para experimentar una recuperación económica rápida, o que la unión monetaria de Europa va a fracasar, todo lo cual podría haber representado un buen desafío a las posiciones convencionales. Sin embargo, no fue así. Los pocos que opinaban de distinta forma fueron ridiculizados. El grupo parecía desear que se reforzara la sabiduría convencional, no que se la cuestionara.
5. Generalice en exceso. Me asombró enterarme de que el grupo criticaba las empresas japonesas por considerarlas poco competitivas, pésimamente gestionadas e incapaces de concentrarse en el resultado final. No obstante, eso seguramente no puede ser cierto para todas las compañías niponas; los tipos que fueron capaces de exportar, incluso con una cotización de 80 yenes por dólar, han de tener al menos algún as bajo la manga. ¿Y no constituyeron las técnicas administrativas japonesas, hace apenas dos años, el tema de centenares de libros y artículos laudatorios? Los nipones, en verdad, nunca llegaron a ser tan buenos como eso, pero son ciertamente mejores de lo que da a entender su reputación actual.
6. Siga la tendencia. Fui al encuentro esperando oír hablar mucho del Nuevo Paradigma Económico, que sostiene que la tecnología y la globalización significan la revolución de todas las antiguas reglas, que el crecimiento sin inflación de los últimos seis años continuará de manera indefinida, que estamos en el inicio de veinte años de prosperidad, etc. Por supuesto, esa doctrina es, en esencia, un despropósito, pero de todos modos pronto concluí que es, como dicen en Buffy la cazavampiros, “tan de hace cinco minutos”. Todas las reglas han cambiado otra vez: ahora nos encontramos en el umbral de una época terrible de deflación global, y no hay nada que la Reserva Federal pueda hacer al respecto, pese a sus antecedentes en la materia de promover recuperaciones. Como pude constatar, se trata de la novísima economía.
7. Juegue con e dinero ajeno. Si, como dije antes, las personas de este encuentro eran tan elegantes, ¿por qué actúan de un modo en apariencia tan estúpido? Sospecho que la respuesta reside, al menos en parte, en que ellos no son los jefes sino los empleados; están intentado ganar dinero y labrarse una carrera para sí mismos. Resulta difícil, desde esa posición, pensar a largo plazo. Con el transcurso del tiempo, incluso si no se ha muerto uno, se estará con toda probabilidad trabajando en un sitio distinto. Asimismo, a alguien que gestiona el dinero de otros no le resulta sencillo seguir una línea independiente. Equivocarse cuando todos los demás también lo hacen no resulta tan terrible. Puede que uno pierda una gratificación, pero no es probable que pierda el empleo. Por otra parte, si uno se equivoca cuando todos los demás aciertan... Por consiguiente, todos se centran en las mismas cifras a corto plazo, procuran seguir las tendencias y aceptan la estúpida teoría económica del momento. El Gran Engaño, Paul Krugman (2003). Ed. Crítica S.L.
OFF TOPIC: Acabo de ver este vídeo en un foro de invertia y no puedo con las ganas de poneros el link. Cada vez que me plantee aumentar mi perfil riesgo voy a verlo un par de veces para que me haga cambiar de opinión. Benditos dividendos, benditos blue chips y bendito largo plazo.