Cuanto más pasa el tiempo, más claro tengo que, cuanto más protegido esté uno de todo lo que toque cualquier Estado, mejor. Al menos, protegido de todo lo que tenga que ver con decisiones financieras, pues la inseguridad jurídica es demasiado alta. Y lo acabamos de ver con la sentencia a la banca, pero ya lo hemos visto anteriormente, entre otras, con las utilities o con las empresas de juego online. Todo aquello susceptible de ser afectado por decisiones de poderes políticos, o judiciales, lleva un alto riesgo asociado, que puede llevar a que las condiciones competitivas iniciales que nos hicieron invertir cambien total o parcialmente.
Muchos inversores/gestores rehúyen de la banca como si de la peste se tratase, algo respetable también por la gran dificultad que alegan a la hora de entender el balance. Yo no creo que se deban descartar sectores por decreto, pero sí aumentar las precauciones. El margen de seguridad debiera incrementarse, incluyendo la variable del riesgo regulatorio. El problema va a venir de la imposibilidad de cuantificarlo con una mínima exactitud.
Además, nos podemos proteger aplicando una baja ponderación en la cartera para aquellas acciones con riesgo regulatorio, lo que rebajará la posible pérdida asociada a los impredecibles vaivenes de los poderes de los Estados. A la vez, nos permitirá beneficiarnos de aquellas situaciones puntuales de infravaloración en el mercado. Todos recordamos el desplome del sector bancario europeo desde mediados de 2015 con la bajada de tipos de interés, y la posterior recuperación en la segunda mitad de 2016 (aunque en la actualidad vuelvan a acercarse a mínimos). Hasta Francisco G. Paramés indicó durante las conferencias de presentación de su libro, poco antes de lanzar su gestora, que el sector bancario presentaba cierto atractivo, siempre y cuando se fuera selectivo:
“El sector financiero español me interesa porque no le gusta a nadie. Nadie lo quiere y lo tiene todo en contra: tipos de interés bajos, ausencia de crecimiento del crédito y mala reputación. Pero aún no puedo hablar de bancos concretos que me gusten, sino de interés por profundizar en el sector para buscar oportunidades”.
Hay ocasiones en las que un sector tan odiado puede resultar una oportunidad, pero se ha de andar con los pies de plomo, pues de la noche a la mañana el modelo de negocio se puede ver golpeado por un cambio en las condiciones de juego.
En mi caso particular, lo he vivido con XLMedia, una compañía que se encarga de crear contenidos para redireccionar usuarios hacia plataformas de juego online. Sus retornos sobre el capital en algunas de sus divisiones eran altísimos, lo que confería a la compañía una gran rentabilidad y un alto potencial de crecimiento enorme. Estas buenas perspectivas se vieron truncadas por el cierre del mercado australiano al juego, lo que llevó a la compañía a anunciar un “profit warning” que hundió su cotización un 40 % en escasos días.
Siempre es más seguro invertir en empresas que dependan de ellas mismas, de lo que ellas desarrollen para atraer al cliente que elige libremente el producto que mejor satisfaga sus expectativas. El riesgo regulatorio siempre existe, pero jamás debiera ser tal que pueda provocar el desplome de un sector. De esta forma, serán variables distintas a las decisiones arbitrarias de aquellos que no tienen intereses alineados las que determinen si un modelo de negocio es exitoso o no. Sólo un alto margen de seguridad y correcta ponderación nos ayudará a minimizar los posibles riesgos.