La estrategia de inversión es un conjunto de directrices que establece el inversor al momento de armar su portafolio. Esto, de acuerdo principalmente con sus objetivos y su perfil de riesgo.
Es decir, la estrategia de inversión son los criterios que sigue el inversor al elegir qué
activos formarán parte de su cartera, y qué proporción ocupará cada uno.
Entre las distintas variables que influyen en la estrategia de inversión podemos citar la
rentabilidad esperada, el nivel de aversión al riesgo, el horizonte de inversión (corto, mediano o largo plazo), y el grado de involucramiento del inversor. Esto último se refiere a si el agente gestionará su portafolio él mismo o si delegará dicha tarea a un tercero experto en la materia.
Tipos de estrategia de inversión
Las estrategias de inversión pueden categorizarse en función a distintos criterios. Podemos destacar las siguientes clasificaciones:
Según el enfoque, si al valor o al crecimiento
- Inversión de valor: El inversor apuesta por valores financieros que se encuentren por debajo de su valor intrínseco o real, por lo que en el mediano o largo plazo la inversión debería ofrecer rentabilidad.
- Inversión al crecimiento: Se apuesta por compañías que ofrecen un alto potencial de crecimiento, aunque esto significa que también se está asumiendo un mayor riesgo. Podemos pensar, por ejemplo, en una startup en su etapa inicial y que promete un crecimiento exponencial. Sin embargo, el riesgo de fracaso también es alto.
Según el tipo de análisis
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Análisis técnico: Este tipo de análisis requiere principalmente la observación de gráficos y otros elementos visuales. De ese modo, el gestor del portafolio intenta anticiparse a los siguientes movimientos del activo financiero. También puede recurrirse a indicadores.
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Análisis fundamental: Para esta forma de administrar la cartera, se necesita analizar minuciosamente las variables que influyen en el valor financiero. Es decir, aquellos factores, tanto externos como internos, que determinan el comportamiento del activo.
Según el nivel de involucramiento del inversor
- Inversión activa: El inversor decide qué activos formarán parte de su portafolio, buscando superar el rendimiento promedio del mercado, es decir, sobrepasar, por ejemplo, al índice general de la bolsa de valores en la que está invirtiendo.
- Inversión pasiva: Significa seguir al mercado. Por ejemplo, si se busca invertir en la bolsa de valores de Nueva York, se puede adquirir un fondo que replique el S & P 500, como un fondo de inversión o un fondo cotizado (ETF). De ese modo, se obtendrá un rendimiento relativamente seguro en el mediano y largo plazo, sin incurrir en muchos riesgos y costos. Este tipo de inversión es adecuada para aquellas personas que no tienen mucha experiencia o conocimiento del mercado bursátil.
Además, algunos inversores pueden seguir la teoría de la opinión contraria. Es decir, interpretan que, si existe un sentimiento alcista o bajista muy marcado, es grande la probabilidad de que el mercado pronto se mueva en el sentido opuesto al previsto. Veamos un caso de su aplicación, para que quede más claro: Si un activo está vendiéndose mucho y la sobreoferta lleva su precio a la baja, el inversor comprará el valor, esperando una recuperación de su cotización para obtener ganancias.